El Palacio de los Deportes José María Martín Carpena acogió el 25 de enero una esperadísima gala de los Goya que, sin embargo, terminó en una cierta sensación agridulce. La ceremonia no gustó demasiado, hubo fallos técnicos (fundamentalmente de sonido, de los que se disculpó publicamente la Academia de Cine a través de un comunicado) y de la espectacular y rápida transformación del espacio eminentemente deportivo en auditorio cultural sólo pareció quedar la imagen de nuestros vips del cine sentados en sillas poco glamurosas.

El director del Festival de Málaga, Juan Antonio Vigar, se mostró tajante pocos días después de la celebración de los Goya: «El esfuerzo de producción que hizo el Ayuntamiento de Málaga llevó a convertir el Martín Carpena en un verdadero auditorio a nivel internacional desde el punto de vista de su dotación e infraestructuras técnicas y eso ha sido saludado unánimemente por todo el mundo. Por cierto, las sillas eran muy cómodas y nadie nos dijo lo contrario. Pero creo que ese gran esfuerzo no ha sido valorado suficientemente por una serie de circunstancias ajenas a la labor del Festival y que se han amplificado no digo de manera intencionada pero no desde la suma de todos los elementos de juicio necesarios para llegar a la conclusión correcta».

En este sentido, Vigar aseguró entonces que esa «sensación agridulce», de espinita clavada, es «errónea» y que sólo se dio «en un ámbito muy local, porque la que se tiene fuera de aquí es otra»: «Lo hablaba con la gente de la Academia el otro día en la presentación en Madrid. La carta en la que ellos asumían unos errores internos, de su gestión, ha sido muy bien valorada por los académicos, que les han trasladado que el resultado de la ceremonia en Málaga fue estupendo y que los problemas fueron algo comprensible. Lo cierto es que los Goya han sido para todos una gran escuela de aprendizaje». Lecciones y enseñanzas que se aplicarán la próxima convocatoria, la del Teatro del Soho CaixaBank.