Hace unos años, a Emilio Calderón le preguntaron (en una de esas entrevistas-test para alejarse de los cuestionarios más o menos promocionales) a dónde y con quién viajaría si tuviera una máquina del tiempo: «Un domingo cualquiera de mediados de 1935, a Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre, en compañía del propio Aleixandre y de Pablo Neruda y de Miguel Hernández, que eran visitantes asiduos», respondió a Qué Leer. Finalmente, el escritor malagueño ha podido cumplir su sueño de alguna manera con El poeta de Velintonia (Edelvives), un álbum ilustrado por Carmen García Iglesias con el que el autor reivindica la obra y el espíritu del Nobel español del 77 y, sobre todo, su mítica residencia, Velintonia, todo un santuario de la más alta poesía en español, visita obligada casi semanal para autores como Luis Cernuda, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Pablo Neruda y Manuel Altolaguirre.

«En ningún país del mundo la casa de un Premio Nobel de Literatura (que no sobran en España) sería menospreciada como lo ha sido y lo está siendo Velintonia. ¿Cabe imaginar que la Huerta de San Vicente de García Lorca pudiera convertirse en un edificio de apartamentos? Pues ese es el riesgo que corre Velintonia. Las administraciones siempre encuentran trabas y excusas burocráticas para no hacer nada», asegura Emilio Calderón (Málaga, 1960), que forma parte de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, presidida por Alejandro Sanz y que pretende «mantener viva la llama de lo que fue Velintonia, para que la sociedad no lo olvide». En este sentido resulta clave el lanzamiento de El poeta de Velintonia, un volumen para que los más pequeños, nuestro futuro, conozcan el peso y el poso de las palabras, sueños y proyectos que allí se levantaron.

Calderón ya publicó en 2016 la primera biografía completa de Vicente Aleixandre, La memoria de un hombre está en sus besos (II Premio Stella Maris de Biografías y Memorias) pero aquí se acerca a la vida del firmante de En un vasto dominio con los niños de la mano: «Ellos merecían conocer tanto la casa como a su dueño, un poeta tan singular y tan importante en nuestra literatura, en nuestra historia común. Un poeta que, por encima de todo, era amigo de sus amigos y respetaba a quienes no pensaban como él», dice el autor, para quien «los niños son receptivos a la poesía, a su musicalidad, a los juegos del lenguaje, y encima están descubriendo algo tan trascendental en sus vidas como la importancia que tiene la amistad. La figura de Vicente Aleixandre reúne ambas cosas».

Y persigue su objetivo a través de una fábula en la que un gato, Verso, nos sirve de hilo conductor para atravesar la vida del Nobel: «Decidí articular la historia en torno a la figura de un gato porque siempre se dice que los gatos tienen siete vidas y yo necesitaba que el mío realizara un largo recorrido por la historia tanto de la vida de Aleixandre como de la casa. El gato, además, es un animal que despierta ternura entre los más pequeños».

El poeta de Velintonia reúne las grandes tendencias de la trayectoria literaria de Emilio Calderón: historia (es licenciado en Historia Moderna, ha escrito numerosos ensayos históricos y novelas del género como El judío de Shangai), literatura y niños (en su haber más de una docena de títulos para jóvenes y pequeños). En 2009 fue finalista del Premio Planeta con La bailarina y el inglés.

Ojalá pronto Calderón se empeñe también en rescatar de un flagrante olvido la residencia malagueña de los veranos de la familia Aleixandre, una casa en Pedregalejo en la que descubrió el «mar del paraíso» y en la que vivió y sintió lo que más tarde escribiría en uno de sus más emocionantes poemarios, Sombra del Paraíso (1944). Hasta entonces, regresemos a Velintonia.