La mayoría le pone su nombre al primer disco. Usted lo hace en el octavo.

[Risas] Totalmente. Yo creo que he hecho el disco con más agallas y verdad, pero ahora viene el verdadero tribunal, que es el público. No sé muy bien cuál fue el punto de inflexión en el que me atreví a poner mi careto en la portada, a subirle a la voz y no a bajársela en la mezcla... Lo más fácil es seguir poniendo paisajes en las carátulas por esta timidez que tengo y esconderme. Pero, en vez de eso, salí de mi zona de confort, y fue muy duro.

Afirma «haberse encontrado» durante el proceso. ¿Cómo es ese Andrés que no conocía?

Es mucho más jocoso y sexual, y tiende más al amor que al desamor. Ahí está Nina, que es la historia de un polvo en el baño de un tercero. Hay esa imagen todavía en este país -y qué pena- del cantautor como un tipo que está triste. Nos llaman cansautores, ¿sabes? [Risas]. Pero los cantautores también nos descojonamos de la risa y hacemos el amor y compartimos memes. Un cantautor es el que hace música, letra y punto.

Habrá quien esgrima Despiértame, el retrato de una relación tóxica, para llevarle la contraria.

Esa tiene más dolor que otra cosa, sí, pero fue una lección de vida. Me llamarás iluso, pero yo no conocía la toxicidad. No sabía lo que era el amor y la gente tóxica. Cuando lo descubrí me llevó a Despiértame. Por eso en el videoclip salen mis amigos, la gente a la que llamaba.

¿Son quienes le hicieron despertar?

Sí, estuve muy acompañado de los míos. Me di cuenta de que lo que yo oía en las canciones y en las nanas que me cantaba mi madre y en los libros que devoré no se parecía en nada a ese pozo de melancolía. El amor es otra cosa.

¿Ya sabe lo que es?

Lo sé porque tengo los mejores hermanos, padres, amigos. Y también porque he conocido el amor, aunque se me hubiera acabado. Creo que a veces rendimos muchos tributos al mundo de los muertos, pero ¿por qué no hacemos ese homenaje en vida? En este disco hay muchas canciones para poder decirle a alguien: «Ha sido un privilegio conocerte y gracias».

En el álbum, también se lo dice a un amigo fallecido hace tiempo.

Sí, Todavía puedo oírte estaba escrita y guardada en un cajón, porque habla de la muerte de mi mejor amigo en EGB, con 15 años, por sobredosis.

¿Por qué vuelve ese recuerdo?

No lo sé, tal vez era el momento, en un disco tan personal, de decir: «Tío, esto va por ti, que no te había mandado un te quiero»...

El disco empieza con No diré, de sus inicios en el Libertad 8. ¿Qué no diría hoy?

Yo sé que va a sonar a suerte de frase cantautoril para quedar bien, pero yo no me arrepiento ni me avergüenzo de nada del pasado, porque de las mayores cicatrices salen canciones. Claro que cambiarías cosas. A todos nos ha pasado con los años, que pruebas otros vinos y otras pieles y maduras. Si me dijeras algo que no diría ahora. Está pasando algo que es horrible con el tema del Covid, y es que no sé en qué momento confundimos la libertad de expresión con la falta de educación y de ética, y con saltarnos la libertad del otro. Ahora parece que está habiendo un virus mucho más letal: el de la política. Yo no faltaría nunca al respeto como se está haciendo ahora en esta suerte de guerra. ¿No tuvimos ya bastante desgracia?

¿Esperaba más unidad?

Yo fui el primero que puse en un tuit que por fin se acabó el patio del recreo del Parlamento, la vergüenza de programa de sobremesa, que eso es lo que nos dio, del color que quieras. Yo no sabía que esto nos iba a volver a todos tan agresivos. Que yo entiendo que es muy serio, pero si no te aferras al humor... Yo soy hijo de sanitaria, y mi mejor amiga es neumóloga y adelgazó 10 kilos, y está con un cuadro de ansiedad y depresión después de lo que vio.

Confesaba en redes que a usted también le costó desconectar.

Yo pensé que esto era una olita que venía a lo lejos y no un tsunami. Pero tuve el primer ataque de ansiedad de toda mi vida, porque mi madre es enfermera y no sabía si se podía morir. No podía hacer ni una canción, estaba 14 horas al día mirando el móvil y los informativos. Una vez que comenzamos a habituarnos y me habla mi oficina para tocar por Instagram, recibí 200 mensajes privados de gente con respiradores, en camillas, que me decían que se aferraban a mis canciones para tirar para adelante. ¿Cómo no voy a estar pegado a la pantalla de las redes sociales? El Titanic no se hundió, y yo no voy a dejar el violín.

Un chico de Pantín, un pequeño pueblo de Galicia, que sueña con triunfar en la capital. La suya es una vieja historia..

Bueno, yo creo que fui muy cabezón. En primer lugar, tuve los mejores padres del mundo, que en lugar de decirme: «Córtate el pelo y búscate un curro» me dijeron: «Para delante». Y luego creo que la búsqueda de un sueño es horrible. Como no sepas mandar a la mierda al que te dice que no vales, estás totalmente perdido. Creo que es lo que me pasó. Yo dudo de mí a veces, de mis canciones no. Me fui con 19 años y quería beber, viajar, conocer... Ahora esa intensidad es otra cosa, ya no cierro bares y escribo por la mañana con un café. Pero en aquellos años quién te va a decir a ti que no te puedes comer el mundo...

¿Tanta intensidad no le resta en su vida más allá del escenario?

Jamás pensaré que es una virtud. Cada vez pienso que es más un defecto, pero no sé ser de otra manera. Si yo estoy con alguien a mi lado es porque considero que la amo por encima de todo. Esa manera de ser que hace estar repleto de heridas es la mía. Yo no estoy al 100, estoy al 400% [Risas]. Me hace tener esta fuerza que tira de mí, pero sales repleto de cicatrices, y de canciones en otros casos.