Murió una semana después de haber estrenado un filme (Al Pereira vs The Alligator Ladies) y con 25 proyectos en el cajón. Hacía lo que podía para sobrellevar el luto por su esposa y musa, Lina Romay, volcándose con esa legión de jóvenes admiradores malagueños con los que había fundado una especie de guerrilla del cine absurdo, underground e inclasificable: «Yo lo que hago, y lo que haga, lo hago por mi cuenta y riesgo. Al que le guste bien y al que no, que se joda». Palabras de Jesús Franco, el autor con filmes admirados por Quentin Tarantino y Fritz Lang, el hombre que demostró que se podía ser fan de Robbe-Grillet y también rodar filmes como Aberraciones sexuales de una rubia caliente o Falo Crest y meter en un softie como El sexo está loco escenas en las que el director aparece reflejado en el espejo, como un trasunto velazquiano en Las Meninas. Más de 200 películas a su nombre (o al de muchos de sus apodos), cintas mejores o peores, pero cintas que sólo él pudo haber hecho. Una leyenda que pasó sus últimos años entre nosotros y que ahora recupera José Manuel Serrano Cueto en 'Non Grato'. Una aproximación al cine de Jesús Franco, un interesante volumen que lanza Applehead Team, la impagable editorial malagueña que indaga en algunas de las más estimulantes ramas de la cultura popular.

Hay pocos, muy pocos libros sobre Franco en nuestro país. Serrano Cueto aporta algunas claves: «Quizás porque su obra es muy prolífica y esto hace muy difícil abarcarlo en un libro. Yo no lo he pretendido. Mi libro no es un ensayo sobre todas y cada una de sus películas, sino sobre aquello que a mí me parece más interesante por un motivo u otro. Pero también es verdad que muy poca gente, tanto de sus seguidores como de sus detractores, ha visto el suficiente cine de Jesús como para valorarlo como se merece. Me he encontrado con no pocos casos de ambos bandos que apenas habían visto media docena de títulos. Aparte, Jesús, a pesar del Goya, sigue siendo un gran desconocido más allá de algunos grupúsculos».

Siete años después de su fallecimiento, el tío Jess sigue siendo un poco non grato, un título oficial que llevaba a gala: «Parece ser, y esto era algo que a Franco le enorgullecía, que el Vaticano lo consideró non grato junto a Buñuel. No encuentro una expresión mejor, porque si algo era considerado Jesús por muchos estamentos, era precisamente eso: non grato», asegura el escritor. Normal: sus delirios protagonizados por vampiras lesbianas, la obsesión con el sadomasoquismo, iconos del terror venidos a mucho menos y todo tipo de bizarros y psicotrónicos personajes sigue siendo hoy tan fascinante para algunos como detestable e incómodo para bastantes más.

Serrano Cueto conoció bastante al director afincado en Málaga (rescata para el libro una entrevista que le hizo, como también otras a sus más íntimos colaboradores, como Lina Romay o Antonio Mayans): «Cuando lo conocí me sorprendió lo alejado que estaba de cualquier tipo de divismo. Estaba en su casa, con un chándal viejo y manchado, viendo un direct to video malo. Ya intuía que debía ser así, pero no era lo mismo que te lo hubieran dicho que verlo con tus propios ojos. Además, también me llamó la atención lo mal que hablaba de sus propias películas, aunque aquí creo que había algo de pose», recuerda. Le pedimos una de esas anécdotas pequeñas que suelen revelar mucho de la persona o el personaje: «Me quedo con la de los Goya de Honor [la única ocasión en que la cultura oficial destacó el talento de Jesús Franco]. Cuando se lo dieron, Jesús no regresó a su butaca y tampoco a ninguna zona VIP. Se fue a la sala de prensa y allí se sentó a tomar algo mientras se echaba fotos con los periodistas. Lo viví de primera mano. A él le daba un poco igual el Goya. Años atrás le pregunté qué diría en el hipotético caso de que se lo dieran y él dijo que no se lo iban a dar nunca».

El fan de Franco que busque en Non grato una loa de centenares de páginas lo tiene bastante crudo, porque José Manuel Serrano Cueto es un seguidor crítico, poco complaciente: «No son buenas todas sus películas. Tampoco la mitad. Y tampoco la mitad de la mitad... Tiene muy pocas películas realmente loables, pero la particular personalidad de Jesús impregnó todas. Tenía estilo, muy sui generis, sí, pero hacía que su cine fuera único. Aunque seguramente a él esta comparativa le diera una patada en los cojones, lo cierto es que igual que las películas de Almodóvar son reconocibles, las suyas también. Jesús era único. Eso es indudable. Su cine también, pero no siempre por su calidad». Así, por ejemplo, no es precisamente fan de la «etapa soez y vulgar» del cineasta madrileño; prefiere decantarse por Gritos en la noche, Miss Muerte, Rififí en la ciudad, Las vampiras y Necronomicon, las clásicas del canon Franco, con mejores valores de producción, lejos de los años del back to back (Jesús Franco a veces rodaba dos películas a la vez en el mismo set y con el mismo equipo, sin que los actores lo supieran), la exploitation y el mundo Z.

Dice Serrano Cueto que el director encontró en Málaga «el clima, la añoranza de otra época y, sobre todo, un grupo de gente joven que lo apoyaba incondicionalmente, entre ellos Pedro Temboury, José Roberto Vila o Carmen Montes». Aquí vivió esa libertad creativa sin la que no podía trabajar y que le distanció de grandes encargos y créditos. Junto a sus jóvenes camaradas rodó en el Tívoli, hizo realidad cintas sobre mujeres mutantes que se transforman en tarántulas... Cuentan que en sus últimos años, postrado en silla de ruedas, era el más animado del rodaje. Sirva Non Grato como el imprescindible recuerdo y análisis de esa obra, de esa forma de hacer las cosas al margen de todo y de todos.