Pablo Aranda ha fallecido hoy a los 52 años. Una enfermedad nos lo roba cuando mejor estaba escribiendo, cuando más grande se había hecho contando historias, cuando había llegado al umbral de su talento y estaba a punto de darle la vuelta y alumbrar, yo al menos estaba seguro de ello, sus mejores obras. Malagueño inconformista y simpático, dibujó como nadie la Málaga obrera que en la tardodemocracia, ya asentada, insuflaba a los hijos de la generación de los sesenta y setenta esa estéril ensoñación de que podían vivir mejor que sus padres. Sus libros, prácticamente todos, contenían un hondo homenaje a la paternidad, esculpían con una prosa minimalista, que fraseaba continuamente, los arcanos de la nostalgia y del ayer, la juventud perdida y recuperada en mitad de la madurez por esos sopapos irrenunciables de la vida, la felicidad del amor aunque llegue tarde y la inconsistencia del azar, capaz de deshacer senderos vitales de plenitud con solo un coletazo.

Comencé a leer a Pablo Aranda por 'El orden improbable' y continué con 'La otra ciudad'. De eso hace demasiados años. Luego devoré 'Ucrania', 'El Protegido' y 'La distancia', y hasta esa bella e irónica micronovela que publicó Ediciones del Genal, 'Borrasca en los Ozores'. De su mirada destaco su profunda humanidad y la misericordia y minuciosidad con la que esculpía sus personajes, todos ellos moviéndose entre la dignidad y la pérdida en el precipicio de la vida. Todos eran personas rotas que trataban de reconstruirse, de luchar contra sí mismos y contra todos por seguir viviendo pese al mundo, pese a ellos mismos en muchas ocasiones. Era un escritor, como digo, excelso, hondo y humano, incapaz de escatimar un rato de charla o alegría y con una mirada muy necesaria en las letras malagueñas.

Inconfundibles era las páginas que dedicaba a los Baños del Carmen o el Bruselas, en la plaza de la Merced, y la radiografía callejera de una Málaga humilde que evocó con magisterio y precisión quirúrgica, por ejemplo, en 'La otra ciudad', porque fue uno de los escritores malagueños que con potencia y calidad para situar sus libros donde le diera la gana, eligió ubicar la mayor parte de sus ficciones en esta ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia, que diría el poeta José García Pérez.

Fue articulista en 'Sur', tuvo responsabilidades en la Fundación Manuel Alcántara y deja también una premiada obra de literatura infantil, además de haber ganado varios premios de campanillas y haber sido finalista en otros tantos. Hoy es un mal día para las letras malagueñas, que pierde a uno de los grandes, del póquer de ases que han narrado esta ciudad con dulzura y talento, aunque ya saben: los escritores como Pablo nunca mueren, pues él siempre estará esperándonos con una sonrisa socarrona en cada una de sus inmortales páginas.