Hace 75 años una bomba atómica sembraba el terror en Hiroshima. Tres días más tarde, el horror se volvía a repetir, pero en Nagasaki. La muerte, la destrucción y el pánico se podían palpar en el ambiente. Una atmósfera que ha dejado huella, aunque no es la que prevalece en la actualidad. Hiroshima y Nagasaki constituyen la antítesis de la guerra, y esto es lo que reflejan las fotografías de Toñi Guerrero, que habitarán La Térmica a partir del 2 de octubre. «He pretendido mostrar cómo es un país que ha perdonado, que ha aprendido el valor de la paz, que recuerda a sus muertos, que no quiere armas nucleares; que, en definitiva, festeja todo lo que representa el pacifismo», expresa Guerrero.

La muestra, titulada Hiroshima y Nagasaki: cultura de paz, cuenta con la colaboración de la Fundación La Caixa, CaixaBank, la Asociación de la Prensa de Málaga y la Fundación Manuel Alcántara. Está compuesta por 45 imágenes protagonizadas por las miradas y rostros de los ‘hibakusha’ (supervivientes de las bombas atómicas) y también de miembros de segunda y tercera generación de los afectados.

«Los que sobrevivieron han tenido muchas consecuencias. Muchos de ellos incluso han sufrido en silencio, porque ser ‘hibakusha’ era un estigma social. Aun así, Hiroshima y Nagasaki, en lugar de aplicar el ojo por ojo, diente por diente, han interiorizado un mensaje de paz que reflejan todos los años», explica la fotógrafa, que inició el proyecto con la intención de contribuir a preservar la memoria histórica.

Contrastes

Toñi Guerrero cuenta que la exposición combina la tristeza y el drama a raíz de los acontecimientos que ocurrieron en 1945 con la capacidad de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki de afrontar esa situación con optimismo y alegría. Las fotografías fueron tomadas en 2019 camino al 74º aniversario de los bombardeos de ambas ciudades. «Nos entrevistamos con supervivientes de las bombas atómicas y asistimos a las ceremonias realizadas para celebrar y solicitar la paz», detalla.

A través de la muestra, Guerrero procura transmitir un mensaje muy claro: «Quiero mostrar de qué forma estas dos ciudades han sido capaces de sobreponerse a la enorme desgracia que les ocurrió. Quiero dar voz a los ‘hibakusha’. La memoria de los supervivientes no se tiene que perder».

La fotógrafa también aspira hacer llegar el mensaje de paz a los colegios en riesgo de exclusión social de Málaga: «Tenemos un calendario previsto, pero debido a la crisis del coronavirus se han dado algunos cambios en la planificación inicial».

Las imágenes de Toñi Guerrero plasman a un pueblo que no olvida, pero que tampoco recuerda con rencor. Hiroshima y Nagasaki mantienen un claro y activo compromiso de educación para la paz y contra la proliferación de armas nucleares. Ambas son un ejemplo de cómo pasar página tras un capítulo tan oscuro y traumático.

Según señala el periodista Agustín Rivera, también escritor y profesor de Periodismo, y comisario de la exposición, Hiroshima y Nagasaki: cultura de paz «ofrece perspectivas diferentes. Rostros con memoria, colores, grullas, oraciones, explosión de emociones, recuerdos, íntima epifanía de sentimientos. Es alegría, capacidad de superación, instantes de vida».

La exposición podrá visitarse hasta el 8 de diciembre, y está alineada con el punto 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, titulado Paz, justicia e instituciones sólidas. Se trata de una llamada universal a la adopción de medidas para erradicar la pobreza, proteger al planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad y, en este sentido, Hiroshima y Nagasaki conforman un buen guion a seguir, tal y como lo demuestran las fotografías de Guerrero.