El silencio del cazadorDirección:

Martín DeSalvo

Intérpretes: Pablo Echarri, Alberto Amman, Mora Recalde

De mis (bastantes) fobias cinematográficas, la del cogoterismo es de las más acusadas. ¿No saben a qué me refiero? Me explico: un director quiere narrar con nervio, pulso y agobio las peripecias de sus personajes así que decide coger la cámara en mano y seguirles muy, muy de cerca, en todo momento, para terminar convirtiéndose en una sombra casi acosadora. Me repele: se sacrifica la historia y los personajes sólo para ofrecer esa falsa inmersividad que, a la postre, no supone más que ver un buen puñado de cogotes. Pues bien, a los veinte minutos de 'El silencio del cazador' ya hemos asistido a un puñado de paseos cogoteros por un monte argentino que invitan a una escasa alegría cinematográfica. No, no habrá mucho más en lo que queda de metraje.

Alguien me dijo que la película de Martín DeSalvo era una especie de western crepuscular actualizado. A ver si me encuentro de nuevo con mi 'informante' para un intercambio de impresiones, porque, aparte de ese duelo final planteado desde los esquemas de las cintas clásicas de vaqueros, el resto de 'El silencio del cazador' tiene más que ver con un documental de National Geographic en que dos animales machos se disputan los favores de una hembra. Ella, por supuesto, da igual (no la conocemos, no sabemos prácticamente quién es), está ahí como el trofeo de un par de botarates, cada uno a un lado de la ley, que, la verdad, harían mejor en dejar en paz a la señora y dedicarse al brokebackmountainismo, porque ninguno lo reconoce pero lo que sienten es fascinación por el otro. Hay apuntes de otros asuntos (las comunidad indígenas de las selvas y las relaciones de poder con los terratenientes, los abusos permitidos de las oligarquías y, sobre todo, la sombra de ese jaguar, criatura casi mítica en la zona) pero quedan enfangados por el empeño en el thriller de bajas pasiones rifle en mano. Todo es, a la postre, una pelea de gallos interminable que deja exhausto al espectador, el único personaje desarmado de esta historia.