La Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) abrió ayer su temporada 20/21 con un programa que regresa a sus orígenes, recreando el concierto con el que se presentó ante los melómanos malagueños, el 14 de febrero de 1991. Fue un guiño del nuevo director titular, José María Moreno, que debutó como tal anoche en el Teatro Cervantes, tras presentarse al frente de la Filarmónica hace unos días en un concierto extraordinario en la plaza de toros de La Malagueta. El pianista Juan Pérez Floristán arropó al conjunto en su primer abono con el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor de Ravel; completó la velada la Sinfonía Fantástica, de Berlioz.

Cerrada la etapa comandada por Manuel Hernández-Silva, la OFM inicia con Moreno una fase marcada inevitablemente por el coronavirus y sus protocolos higiénico-sanitarios (fundamentalmente la reducción de aforos). Aunque el mallorquín quiere que esta circunstancia no afecte al contenido fundamental de su propuesta: «Creo profundamente en el valor social de la orquesta y su capacidad de alcance a toda la ciudadanía. Tenemos que ir a hospitales, residencias, centros psiquiátricos, a la prisión... Nos debemos a la sociedad, somos empleados públicos. Los conciertos más emocionantes en lo personal que he dirigido han sido precisamente éstos», aseguró el músico en una reciente entrevista con La Opinión de Málaga. «Vengo con ganas de entregarme en cuerpo y alma al proyecto, con la ilusión y el anhelo de lograr que la orquesta crezca artísticamente aún más y convertirla en una de las referencias absolutas del país, convertirla en un emblema para los malagueños», avanzó José María Moreno. Anoche dio buena muestra de sus ambiciosas y sanas intenciones.