Condenado a la irrelevancia crítica y comercial desde hace años, el rock parece no vivir sus mejores tiempos, arrinconado por la urgencia y controversia de esos géneros urban que han captado a la perfección el pálpito del presente. Sin embargo, de tanto en tanto, surgen grupos y discos que nos recuerdan por qué alguien se colgó una guitarra eléctrica y se acercó a un micrófono de pie para escupir con rabia. 'Gran pantalla' (Slovenly Recordings), el más reciente disco de Biznaga, por ejemplo. Porque la banda madrileño-malagueña (los timoneles, Álvaro García, voz y guitarra, y Jorge Navarro, bajista y letrista, son boquerones) se ha marcado un álbum conceptual sobre nuestro enamoramiento con nosotros mismos a través de las tecnologías a lomos de un punk aguerrido, clasicote, perfecto para botar y corear.

«Dios, la pantalla es Dios / y yo su apóstol / Es transparente / omnipresente / Y yo soy sólo información», gritan en el sencillo 2k20. Convencidos de que ya hay demasiadas canciones de amor en el mundo, lo de Biznaga es un grito razonado contra nosotros mismos por ser tan estúpidos como para ponernos nosotros mismos las esposas. Nos ponen un espejo delante, sin filtros, y no salimos bien parados: «No es raro que esté agotado/ Siempre lo ves conectado / Por lo visto es su marca / Sí, él mismo es su marca / Pensaba que se realizaba / Pero solo se explotaba / Es así como funciona / Es la libertad obligada», escupen en Libertad obligada. «Ésta es la sociedad en la que vivimos, solo hemos querido describirla para avivar el debate sobre los usos y abusos que hacemos de la tecnología, y quizás provocar una mínima reflexión. No pretendemos descubrirle la pólvora a nadie, todo el mundo sabe cómo funciona el mundo, pero a veces cuando te lo gritan en la cara, solo por unos segundos, despiertas, tomas conciencia antes de volver a mirar el móvil, que te notifica que alguien se está tomando un smoothie y lo está retransmitiendo en directo», aseguran en una reciente entrevista con Dod Magazine. Es el gran tema del punk de toda la vida, la alienación y el adocenamiento, pero adaptado a estos tiempos de la religión del like sobre la que nos avisó Guy Debord.

Las canciones de Biznaga no tienen el aroma de los jazmines que componen la flor más malagueña de todas, pero sí comparten con ella el nerdo, esa especie de cardo que conforma el robusto esqueleto del preparado. Tienen más bien el inconfundible aroma del punk subversivo de Buzzcocks, Gang of Four, Mekons, Undertones y otros clásicos del punk británico. Pero el cuarteto se distingue fundamentalmente por unas letras perspicaces y contundentes, observadas y reflexionadas (los títulos de sus tres trabajos hasta la fecha, Centro Dramático Nacional, Sentido del espectáculo y 'Gran pantalla' ya nos dejan claro que aquí hay mandanga conceptual) y una actitud acorde (se les puede ver actuando en grandes festivales indies, para pagarse la libertad, y también en centros culturales okupados).

Lástima que Jorge, Álvaro y sus compinches hayan quedado atrapados en las propias letras de 'Gran pantalla' («Altas cuotas de pantalla / De la noche a la mañana», «La democracia es vigilancia»): el disco salió poco antes de la pandemia y los planes de gira para su presentación quedaron completamente trastocados. Pero que se sepa: estamos ante uno de los álbumes de la temporada.