Agridulce resume el reencuentro de la Orquesta Filarmónica de Málaga el pasado jueves con los aficionados con un teatro deshabitado, extraño y feo. ¡Doscientas butacas! Y fuera, puñados de aficionados esperanzados por conseguir llegar al Ravel de Floristán, la Fantástica de Moreno y la Filarmónica renovando su cita con la ciudad. El primer abono dejó ver la nueva puerta de entrada no sólo a una programación para quienes miran los conciertos al peso de las obras sino también para conocer el nuevo pulso que empieza a trabajar la OFM de la mano del maestro José María Moreno.

En lo sintético: claridad de ideas musicales, pulcritud de entradas en su exposición y una emisión cuidada con momentos de gran conjunto sinfónico.

El programa francés Ravel-Berlioz pasado mostraba dos extremos de la escuela francesa en perfecto diálogo a pesar de la centuria que separa El Concierto en Sol menor raveliano y la Sinfonía Fantástica de Berlioz en la segunda parte. Ambas partituras aparecían unidas por el tesoro de las sonoridades y el color de la orquesta. Una oportunidad única para apreciar esa línea de continuidad que es la música vista con la suficiente perspectiva para apreciar su trascendencia artística. La OFM arrancó brindando a todos uno de esos conciertos que rezuman trabajo.

El Concierto en Sol de Ravel muestra cómo desde la pureza de la forma clásica es posible crear un discurso donde dialogan el folklore, el jazz y el propio Mozart. Juan Pérez Floristán apunta su versatilidad y el equilibrio entre orquesta y solista como así demostró al piano en una versión inquieta en el arranque del primer tiempo que viró a la simetría en sección final del tiempo. El adagio central gozó de esa atemporalidad lírica que lo hace tan irresistible en contraste con el contundente presto final. Pérez Floristán ofreció una lectura madura e impecable en lo técnico en constante diálogo con la orquesta y la batuta.

La Sinfonía Fantástica de Berlioz brindó pinceladas singulares de atriles y una emisión de conjunto destacando por secciones el músculo de la percusión, las irremplazables maderas de la orquesta y los no menos reseñables bronces unidos por la densidad de las cuerdas graves. José María Moreno marcó tiempos muy contrastados que en lo interpretativo avanza lecturas bien sazonadas.

En definitiva, la Filarmónica de Málaga supo responder a la extraña jornada con solvencia artística.