La Fiesta de los Toros buscaba su futuro en la plaza de Antequera con un Circuito de Novilladas promovida por la Fundación Toro de Lidia con la colaboración de la Junta de Andalucía. Una oportunidad de oro para los aspirantes, y una forma de mantener vida su ilusión en tiempos de crisis.

También la afición encontraba la ocasión de reencontrarse en el hermoso coso antequerano. Con las distancias de seguridad precisas para evitar el contagio, pero muy cercanos en sentimientos de pasión por esta tradición.

Con este clima favorable, a pesar del chaparrón previo al inicio del espectáculos, los novilleros se encontraron como valor añadido un interesante encierro de la ganadería onubense de Domínguez Camacho que siempre mantuvo el nivel y que incluso presentó algún ejemplar reseñable por su calidad. Fue el caso del tercero de la tarde, correspondiente al sevillano González-Écija, y premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Fue la constatación de lo que se venía presagiando con anterioridad, y ahí rompía una tarde en la que ninguno de los aspirantes a la gran final del próximo domingo en Úbeda dejó nada en el esportón.

Dos orejas paseó de este noblísimo animal el diestro hispalense, después de recibirlo ceremonioso por verónicas, llenas de suavidad. Las expectativas no pararon de acrecentarse conforme avanzaba la lidia, tanto por parte del novillo como del novillero, hasta ofrecer una importante obra conjunta en la faena de muleta. Todo con mucho gusto, dando los tiempos y luciendo al animal cada vez que se arrancaba de lejos, González-Écija deleitó a los aficionados con el torero puro, ese que nunca pasa de moda, con el temple como máxima. La estocada, algo tendida, ratificó el triunfo.

Sabedor de que la competición estaba muy a su favor, saltaba el sexto de la tarde, ya cerrada la noche, al que recibía con elegancia con el revés del capote. Este era otra cosa, y su cuadrilla le marcó en banderillas que había que hacer las cosas con perfección. No se amedrentó, buscando un triunfo incontestable, y se fue a brindar al respetable antes de plantarle la muleta con determinación. El novillo sabía lo que se dejaba atrás, pero delante tenía un torero con la cabeza bien puesta que incluso pudo dejar muletazos de excelente trazo. Tanto, que incluso se pasó de faena y eso le complicó la suerte de matar, por lo que precisó de dos pinchazos antes de dejar media estocada.

En la línea del toreo de raza anduvo toda la tarde el representante malagueño, el fuengiroleño Juan Carlos Benítez. No exento de pinceladas de mucho gusto. Recibió al primero de su lote a porta gayola, saliendo atropellado y posteriormente asentándose a pies juntos con verónicas muy templadas y un farol. El novillo se mantuvo en el ruedo pese a ser protestado en el tercio de varas, y se vino arriba en banderillas, donde el novillero se mostró arrollador tanto en un par al violín como en otro valerosísimo cintando al quiebro por los adentros y con banderillas cortas. En conocido como par del imposible... Tras brindar al público lo esperó en los medios y le planteó pelea de inicio, con algún derechazo muy desmayado. El astado tenía complicaciones, pero Benítez supo tocarle las teclas para sacar una faena con un final más encimista con estatuarios mirando al tendido. Sin mirar al astifino pitón derecho que presentaba el oponente, se tiró a matar con determinación para dejar una buena estocada tras la que paseaba una oreja de mucho peso.

Con el quinto de la tarde se constató que no tuvo suerte en el sorteo, porque éste fue un toro (por edad era un novillo, pero por presencia un toro en toda regla). Con peligro. No quería tonterías, sino alguien que estuviera muy firme con él. Tras pasar con discreción por los primeros tercios, la lucha se dirimió con la espada y la muleta. Y allí dejó claro que quiere ser torero, mostrándose poderoso hasta lograr someterlo. De rodillas frente a él, miraba al tendido y decía: "más no puedo hacer". Y era verdad. Su fallo con los aceros esta vez le privó de tocar nuevamente pelo.

También en la puerta de chiqueros recibía el almeriense José Cabrera al que abría plaza, otro de los astados destacados, con la nobleza por bandera. Variado con el capote, colocó banderillas con más voluntad que acierto. Ya con la franela, poco a poco fue asentándose por el pitón derecho. Fue por donde llegaron los pasajes más lucidos. Por el izquierdo, también con calidad pero por donde acusaba la falta de fuerzas, completaba una faena simplemente correcta y premiada con un apéndice tras un pinchazo y una estocada caída.

Quiso apurar sus opciones en el cuarto, un novillo serio y no exento de complicaciones. Nuevamente arreando tanto con el percal como al parear, esta vez con más acierto en su colocación, le plantó pelea con la muleta a pesar de que el animal embestía con la cara a media altura y sin entregarse nunca. Finalmente, le pudo y el burel terminó entregado a lo que le dictaba el novillero con el engaño. La estocada cayó baja, pese a lo que se le concedió otro trofeo.