Además del título y los versos de su último libro, ¿qué llega a ser demasiado humano en esta vida?

El sentido de mi Demasiado humano tiene que ver con la sobreexposición de las personas sobre este mundo que sin tener nada que decir se obstinan en demostrarlo sin que nadie se lo haya preguntado. Un centro comercial, entre otros muchos ejemplos, es algo demasiado humano. Y por supuesto, una isla en medio de un océano con más hoteles que dunas.

Si alguien, tras la publicación de dos poemarios más de forma tan consecutiva, se le acerca y le dice aquello de «poesía eres

Soy mucho más poeta cuando leo poesía que cuando hago giras descorazonadoras recitándome a mí mismo. Ser poeta es regalar poemarios cuando aún no has pagado la factura de esos ejemplares a gentes que jamás han leído poemas ni seguramente lo harán. O ser poeta también es llegar a la majestuosa librería Arenas de La Coruña, regentada por Don Manuel, y comprarte la antología de Ósip Mandelstam con las trece monedas de un euro que me quedaban en los bolsillos. Poesía podría ser, si bien no las tenga todas conmigo, Leopoldo María Panero, aunque mucho menos poetas son los que le defienden sólo porque lleva el maldito sello del malditismo y mucho más poeta sí que sería su hermano Juan Luis, que tuvo la desgracia de no estar loco ni quererlo parecer. Mira, si Leopoldo María se muere de joven, disparándose un cetme contra la sien, esto sería aún mucho más insoportable.

Poeta en Pekín y Demasiado humano llegaron meses después de una novela extensa, su casi obra magna Últimas esperanzas, ¿escribió todos estos libros la misma persona o el autor se convierte en otro creador cuando salta de la poesía a la narrativa o viceversa?

Soy el mismo. Evidentemente. Lo único que para escribir novelas, y más de quinientas páginas, hay que prepararlo todo, sentarse con uno mismo, repasar, meditar, borrar, pensar en abandonar. Escribir poesía, al menos para mí, es un hachazo en medio de un vino sobre una barra de bar que, para que trascienda, tiene que ser escrito con violencia sobre una servilleta porque si no se me olvida. Nunca he comprendido, aunque es cierto que en la escuela tampoco me enteraba de casi nada, cómo es posible que se escriba poesía meditada, con escuadra y cartabón, como el que va a las cinco al gimnasio y termina a las seis. Los talleres de poesía me parecen mucho menos poéticos que pedir una hipoteca a treinta años.

Le han editado muchos libros en poco tiempo y los presenta todas las veces que puede por toda España vayan dos o cien personas, ¿estará Joaquín Campos siempre que pueda allá donde haya un lector real o posible de su obra?

Cuando uno es consciente de que no desea propiedades inmobiliarias, coches de alta o baja gama, y además, sabe que jamás va a vivir de la literatura, se acerca a sus sueños de manera plácida por lo realizables que son. En Mérida, vinieron dos personas. En Sevilla, la última vez, una. En Las Palmas no vino nadie. Pero durante esos tres fracasos, entre trenes, aviones y hoteles, soñé despierto cada vez que iniciaba un viaje. Ya comienzo a dar ejemplares de forma gratuita a los que se acercan a mis charlas. Imagino que si la cuesta abajo no decrece podría llegar a pagar por regalar libros. Y también sería feliz, imagino.

De qué está más cerca el espíritu de las giras que hace cuando su trabajo se lo permite: ¿de un camión del tapicero de la literatura o de las Misiones Pedagógicas?

Me planteo seriamente viajar de pueblo en pueblo recitando mis poemas en días de mercadillo con dos maletas repletas de libros y un sombrero viejo para recoger monedas. Las ciudades siguen obsesionadas con la cresta de la ola. Son insoportables. Y a mí, por cierto, me fascinaba el afilador: un flautista de Hamelín venido a más que afilaba cuchillos sin pagar autónomos.

Bergamín escribió que Málaga limita al norte con el océano glacial ártico y al sur con el océano glacial antártico; al este con el mar del Japón... ¿Cuáles son las fronteras de su biografía con la ciudad vecina a Casabermeja en la que nació?

Yo creo que no limito con nada. Eso sí, procuro estar muy lejos de lo que menosprecia a la poesía. Aunque me repita, un mendigo es mucho más importante que un gilipollas que engola la voz para darse importancia en un festival literario subvencionado. Si en España concedieran licencias de armas muy posiblemente me compraría un par.

¿Qué le desearía al poeta y a los subalternos que se han dado por aludidos cuando les ha llegado el eco de Demasiado humano?

Es imposible desear el mal a nadie cuando ellos ya se llenan de mierda. Siempre he creído que la poesía es una forma de transgresión. Y claro, no criticar al poder establecido me parece mucho más obsceno que la zoofilia con tu mascota. No podemos meternos con Vox, que no gobierna ni crea versos, e ignorar, por no decir que arrodillarnos, ante el capo del género. Ojalá algún día no haya premios literarios. Y si fuera imposible cancelarlos todos que el jurado, al menos, esté compuesto por notarios de los que nunca sabremos sus identidades.