El gazpachuelo es de esos aromas y sabores que se le cuelan a uno por la nariz y la boca para llegar a las entrañas y de ahí no le abandonan jamás. Que se lo digan al cineasta Jorge Rivera, un auténtico devoto de esta sopa malagueñísima, tanto que a ella le está dedicando un documental que es tanto una indagación en nuestra historia colectiva como la reivindicación de un plato desconocido arriba de Despeñaperros.

Rivera tiene una abuela de 96 años que, al parecer, hace un gazpachuelo de no poder saltárselo. «Hace algo más de un año vi una convocatoria de un concurso en plan haz un documental haciendo de comer con tu abuela. Supe que tenía que hacer un gazpachuelo con ella. Al final el proyecto no salió pero durante el confinamiento pensé en retomarlo», recuerda. Entra en fogones Fernando Sánchez Gómez, autor del libro Gazpachuelos de Málaga, la biblia sobre el plato. «Me presentó a gente interesante, que me presentó a otra gente interesante... Y ahora, dos meses después, tras un rodaje con mi propio equipo, adaptándome a las limitaciones de esta nueva normalidad, lo estoy montando en Madrid», dice. Ah, y su abuela sale, sí, para rematar la receta.

¿Cómo plantear un documental sobre algo tan vinculado a dos sentidos, digamos, tan poco cinematográficos como el olfato y el gusto? «Para mí es un documental más sociológico que gastronómico: hablamos de la historia del gazpachuelo y de Málaga, de la importancia de la comida en la sociedad. Por supuesto que hablamos de comida, y mostramos gazpachuelos tradicionales como los de la bloguera Toñi Sánchez y más creativos, como los de los chefs Irene Garrido de KGB y Pepo Frade de Aire. En este caso, además de ser un placer para el paladar, lo son para la vista. Por otro lado, las imágenes evocan a los otros sentidos. Yo por ejemplo he tenido el sabor del gazpachuelo de mi infancia durante todo el rodaje, y montando el documental, ciertas frases hacen que me entre hambre mientras trabajo», apunta el realizador.

Al hablar de la historia de algo siempre nos encontramos con historias. Aquí, alrededor del gazpachuelo, han surgido muchísimas: «Me ha encantado que al preguntarles por los recuerdos de su infancia, tanto los siete invitados como las cinco vecinas que he entrevistado, tenían otra mirada. Los recuerdos de hacer la mayonesa a mano, las yemas amarillas, madres, abuelas... hay muchas imágenes bonitas de infancia. Como dice Andrés Torres del Observatorio Malagueño de la Ensaladilla Rusa y el Gazpachuelo, es algo que evoca nuestra infancia».

Gazpachuelo, el documental, también nace para dar a conocer el plato fuera de las fronteras malagueñas. «Cuando le dices a la gente lo de la sopa templada de mayonesa te miran con cara rara, por desconocimiento, pienso yo. Y creo que hay muchas cosas de Málaga que, por un motivo u otro, no hemos sido buenos vendiendo. Entre otras artes, la de la cocina popular, que en Málaga es fabulosa, quizás por la variedad de culturas que han pasado por aquí», argumenta Jorge Rivera.

Y, finalmente, la pieza, que cuenta con el apoyo de Cervezas Victoria, tendrá una importante función social: el 20 por ciento de lo que recaude será destinado al comedor social Yo Soy Tú. «Mi tía Olimpia, que es muy activa en causas benéficas, me habló de este comedor y me encantó la idea: un documental sobre comida para dar de comer a otros. Vi de primera mano el trabajo que hacen, dando 1.500 comidas al día, sin agenda confesional o política, y por supuesto, sin ánimo de lucro. Yo me considero un privilegiado por tener trabajo, casa y comida para mí y mi familia, pero con un revés inesperado podría ser otra de esas personas que hacen cola cada día para poder comer. Ese es el motor que me hace querer ayudar. Me parece terrible que se hayan recortado ayudas a la gente que ayuda, y más ahora, que hace más falta que nunca. Estas navidades van a ser muy duras, y por eso me he dado prisa en montar y emitir el documental, a ver si conseguimos recaudar dinero para esa campaña navideña».