Una de las ventajas, por llamarlo de alguna manera, de leer la obra de un escritor vivo en pleno siglo XXI es que tenemos la posibilidad de intuir o atisbar sus intenciones asomándonos a sus redes sociales. Y si, como es el caso que nos ocupa, el autor es de una actividad fascinante, más todavía. El pasado 6 de octubre llegaba a las librerías la última novela de Arturo Pérez-Reverte, 'Línea de Fuego' (Alfaguara, 2020). Mastodóntico trabajo el del periodista excorresponsal de guerra murciano que, en las últimas semanas, además de compartir fragmentos sueltos de su libro a través de Twitter, ha dejado a sus seguidores no pocos vídeos de sus incursiones y crónicas para televisión de los años 90, diciendo sin decir que lo que se avecinaba no es ni más ni menos que una novela de guerra. De la nuestra, de la Guerra Civil, con lo que eso supone en un país como España (y más en los últimos tiempos), que parece aún agazapado en una trinchera y que sólo asoma la cabeza para largarle cuatro barbaridades al enemigo que tiene enfrente y que no es otro que él mismo. Para muestra: la sesión de control al Gobierno de esta misma semana, pero no nos desviemos... al libro.

'Línea de fuego' es, aunque parezca increíble, la primera novela de Pérez-Reverte sobre la Guerra Civil, aunque los dos primeros episodios de la saga 'Falcó' transcurran en los años 36 y 37, ya iniciado el conflicto bélico en nuestro país. Un libro faraónico de casi 700 páginas en las que se relatan varios días de una ofensiva republicana sobre posiciones nacionales dentro de la famosa Batalla del Ebro, durante el verano y el otoño de 1938, elegida por Pérez-Reverte para hacer de marco de una historia en la que los personajes, las divisiones militares y los lugares en los que transcurre totalmente inventados, pero inspirados en la que fue el envite más sangriento de la Guerra Civil: 20.000 muertos y 30.000 heridos. «Sé que por la extrema izquierda y la extrema derecha voy a tener críticas y me genera un retorcido placer. Hay quienes utilizan la Guerra Civil como arma ideológica irresponsablemente y si a estas personas les molesta, me hará feliz», aseguraba el autor en la rueda de prensa virtual de su novela, en la que ya aventuraba que el debate inmediatamente posterior a su publicación sería el de colocarle en una trinchera o en otra, o el escudriñar entre párrafos buscando un mensaje de fondo del escritor nacido en Cartagena distinto al que quiere dar, que no es otro que mostrar una guerra como ya lo hizo con cámara y micrófono: metiéndose en el barro de la orilla del Ebro con las tropas republicanas, apretándose contra el foso de una trinchera nacional, conduciendo el transporte que lleva a la prensa internacional al frente de combate... llevando, al fin y al cabo, al lector a una guerra de la que ya apenas quedan supervivientes y que Pérez-Reverte se esmera en contar desde todos sus ángulos porque, como él mismo advierte, al justificar su narración a través de numerosos personajes y testimonios de uno y otro bando, «que esto desaparezca es peligroso y la idea se vuelve manipulable: la Guerra Civil no fue una guerra de cuatro generales o curas contra el pueblo español».

Hay que insistir en que 'Línea de fuego' es una novela de guerra, en la que sus personajes generan emociones de simpatía, rabia, miedo... ya sean de un bando o de otro. Con episodios bélicos transmitidos con la viveza y la rigurosidad histórica acostumbrada por don Arturo, que van desde una ofensiva nacional a una posición elevada de remigios que se convierte en una total carnicería, hasta un alto el fuego en plena refriega por las calles de Castellets salpicado por buenas dosis de humor muy español, pasando por un combate aéreo que invita a levantar la vista de las páginas buscando a lo lejos la procedencia del sonido del motor que se acerca. Puede pecar Pérez-Reverte -que no todo sean alabanzas- de un exceso de celo a la hora de describir el equipo y el armamento de los combatientes que no restaría un ápice de rigor y veracidad a un libro en el que, además, la presencia de la mujer (sí, hubo mujeres en el frente) dista bastante de la imagen icónica de las bellas jóvenes de gorrito, pañuelo al cuello y puño en alto que retratase, por ejemplo, Vicente Aranda en su película Libertarias. La sección de transmisiones del ejército republicano, encarnada fundamentalmente en Patricia 'Pato' Monzón, da pie en la novela a otros sentimientos más allá del coraje, el miedo, el honor, por supuesto la cobardía, que cualquiera asociaría rápidamente a una guerra... ¿hay espacio para un romance en el frente de batalla?

Historias humanas, a un lado y al otro del frente de ataque junto al Ebro, que invitan a conocer más de un conflicto cuya verdad ya pocos pueden contar y cuyos ecos siguen resonando, para mal, en pleno siglo XXI. Leer 'Línea de fuego' sirve para entender una guerra más allá del odio que, aún a día de hoy, se escupen unos a otros.