Tras la trilogía vampírica regresa a la ciencia ficción pura y dura. ¿Qué le da este género, como autor y como lector, que no le aporta cualquier otro?

En realidad no pienso en géneros, para mi son simplemente historias y no se distingue demasiado unas de otras... La de Rojo era la historia de la supremacía del vampiro y su dominación global y lo que tenía en mente era cómo contar la caída del hombre ante un nuevo depredador mucho más capaz. Siempre he visto las etiquetas con una ceja levantada... ¿Nocte es ciencia ficción? Podría ser. También tiene un poco de terror, pero tiene muchas reflexiones sobre el comportamiento del ser humano, lo que le hace grande y lo que le convierte en ocasiones en un monstruo... ¡yYdesde luego es un poderoso thriller! así que podría tener una etiqueta de thriller de ciencia ficción terrorífico filosófico, pero entonces estás denunciando el sistema de etiquetado y eso nos rompe las convenciones y los esquemas todos, los de las bases de datos y los mentales [Risas]. La mayoría de mis libros rondan las quinientas páginas, así que... las etiquetas limitan bastante lo que esconden.

Entonces, ¿el Carlos Sisí de la ciencia ficción es igual al del terror, o hay una especie de bicefalia?

No, es el mismo. Son historias. Escribo historias con las cosas que tengo en la cabeza buscando entretener, pero sin poder evitar esconder mensajes con situaciones que las propician, porque las historias están bien pero cuando contienen un trasfondo, producen durabilidad más allá del cierre de las tapas del libro. Y eso... Si puedo conseguir eso, he conseguido que el libro viva.

Vamos directamente a Nocte. ¿Cuál es la chispa de la que surgió el libro?

Imagino que Nocte es uno de esos caminos no explorados que se quedaron en el aire después de escribir Alma. El proceso de documentación de aquella novela, que en su esencia iba sobre la vida después de la muerte, fue de dos años, así que hubo bastantes cosas que contar que me dejé en el tintero. Nocte no va explícitamente de fantasmas, pero es el corolario de los procesos mentales que se generaron entonces. Estudiar sobre esos temas te deja en un estado de apertura mental notorio, y en concreto había una escena muy potente que me rondaba la cabeza. Parecía solamente una idea creativa, pero de alguna manera resonaba como real. Construí Nocte alrededor de esa pequeña semilla, y como el concepto de esa idea era el final, la explicación, la conclusión, construí la novela hacia atrás... ¿Cómo se llegaba a eso?

Sin desvelar demasiado de la historia, claro, ¿cómo es ése «otro lugar» que da lugar a toda esta historia?

Ése es el gran misterio de la novela. Nocte habla de un viaje, claro, como las pistas sobre el viaje espiritual y el viaje que experimentamos como especie que fui tejiendo en Alma. Pero antes de empezar el viaje hay que comprender hacia dónde se viaja y porqué hay que viajar. Toda la novela trata sobre cómo una anomalía inexplicada (que no inexplicable) irrumpe en nuestra realidad y los esfuerzos y peligros a los que tenemos que hacer frente para comprenderla, estudiarla, manejarla. Es un puzzle maravilloso, el Overture ahí delante, majestuoso, lleno de implicaciones, y el ser humano mirándolo y preguntándose cómo sacarle provecho cuando hay mucho más que obtener. He construído Nocte para que sea una experiencia divertida, sorprendente, y nos haga preguntarnos cosas.

Con este 2020 tan extraño, ¿resulta difícil levantar una historia que extrañe y fascine? Quizás por ello ambienta la historia en 1971...

Hay historias increíbles por todas partes... Las hay enormes, como la complejidad de los sistemas sociales, culturales y de poder que hemos levantado a nuestro alrededor, y las hay recogidas... Pequeños y grandes dramas humanos tras las puertas anónimas en cada barrio. Nocte plantea una situación inusual para conducir al lector por senderos de exploración, asombro y comprensión; me trasladé a 1971 porque realmente pienso que como humanidad hemos cruzado una especie de punto de no retorno. En los setenta, las cosas eran diferentes, la gente era diferente, pensaba y sentía de manera distinta, aún creía en algo. Se observa cuando hablas con ancianos: tienen una inocencia que nace de una bondad interior que se ha perdido por alguna razón que no consigo aún comprender. Ambientar la historia en los setenta era un requisito para la comprensión del final.

El triángulo de Penrose, el objeto imposible por antonomasia, es el logotipo de Nocte. Pero, ¿qué es ahora imposible?

Quizá más cosas de las que nos atrevemos a reconocer, o a considerar. Muchos científicos advierten que estamos en el punto de no retorno del cambio climático, pero estamos ahora demasiado ocupados con otras cuestiones que nos afectan, como el Covid. Nunca hemos sido demasiado buenos trabajando para preveer situaciones futuras, seguramente debido al conocimiento de que nuestra experiencia vital tiene una caducidad de unos cien años. Como la Covid, el cambio climático es una especie de prueba para nosotros como especie, requiere de un ejercicio de trabajo conjunto y de sacrificio similar al que supimos afrontar durante las dos guerras mundiales. Pero estamos fracasando. Cada vez nos dividimos más, instalamos más fronteras, nos aislamos, individualizamos, caemos en pozos de autosatisfacción proporcionados por la inmensa oferta de ocio existente. Quizá superar esos escollos sea ya imposible, pero... tenemos que confiar. Ese mensaje también está en Nocte.

Defina «novela digital interactiva», por favor.

Yo vengo de la programación de aventuras conversacionales donde la diversificación de la historia lucha de manera abierta con la linealidad de una novela. Existen los libro-juegos pero no tienen mucha calidad de página, son textos sencillos, breves, más orientados al momento de la elección. Yo quería hacer una novela dinámica interactiva que recogiera esa posibilidad, pero escribir tanto camino y tanta bifurcación requería producir el equivalente a veinte o cincuenta novelas. Nocte es la base de ese mundo, que se presenta ahora como novela convencional para ser expandida en el futuro, pero estamos hablando tal vez de cinco años. ¡Todo llegará!