Suceden la noche y el día, sucede la voz femenina y su lenguaje ahogado que ahora reverbera en las cavernas de la literatura con más fuerza que antes. Suceden el deseo, el otro que se aleja, el yo desinhibido, el yo zaherido, la búsqueda de uno mismo y del otro. Esta es la propuesta filosófica que se esconde tras el último poemario de la poeta madrileña Sonia Aldama (Sucede la noche, editorial Enkuadres, 2020), quien ya despuntara en anteriores trabajos como La piel melaza (Torremozas, 2017).

Como bien apunta María José Bruña Bragado, profesora titular de la Universidad de Salamanca, en un bello prólogo, Sonia Aldama encarna o coge la antorcha de esa nueva manera de decir de las escritoras que rompen el molde masculino que hasta ahora impregnaba o sostenía la literatura, una forma de decir nueva y, por tanto, revolucionaria. Que es también una forma antigua de decir, porque siempre habían dicho, aunque no se las había escuchado. Se las escondió. "Un lenguaje que hace estallar el discurso previo", dice Bruña.

Es una poesía escrita desde la periferia, desde el suburbio, que aspira a conquistar a quienes habitan los márgenes pero también a quienes se afanan en vivir en el centro neurálgico de la sociedad. Son versos difíciles, zigzagueantes que, cuando menos lo espera el lector, pegan un golpe fuerte encima de la mesa y entonan un discurso poderoso y evocador, bello en su esencia pero exigente y duro en su forma, que trata de llevar la voz poética al centro del universo creador, porque todos crean, todo significa. En el poema 'Vencidos', tal vez, hace Aldama una declaración de intenciones: "¿Qué dice el sol/ de los apagados?/ Reincidentes, perdedores,/ para qué, se pregunta/ tanta luz". El yo traicionado, el yo abandonado, el otro, el ser y el fluir, quienes miran desde los arcenes de una carretera que no han sido invitados a transitar.

Y, como mandan los cánones, si se habla desde la periferia hay que reivindicar aquellos elementos o símbolos asociados a esa cara B de la vida, aquella que se agita tras la frontera. La voz que aúlla, acorralada, la noche y el día, ambos suceden, pero la oscuridad es ahora, indica Bruña sobre la creación de Aldama, "un espacio revolucionario, de ruptura". Estamos ante una originalísima voz suburbial que llama a todos a congregarse en torno al poema y su significación corsaria, ajena a los demás y emparentada con el yo más puro; una realidad poética que nos habla del deseo, "guarda esta voz de suburbio", del nomadismo, "soy hoja que habita en este puro otoño" y, por tanto, que cae y está en danza con otras hojas, aunque cada una describe única e irredenta su propia caída. Y el deseo puro, profundo, que estalla en ese margen para hacerse centralidad en la carne, "suena la lengua líquida / lenta esta mañana / Y tumbas piélago en alquitrán, / desplazado el cuerpo en dos".

Culpa, deseo, erotismo, tiempo y mujer y hombre y sujeto poético, una nueva manera de decir en versos duros y evocadores, susurrantes, anhelantes pero fieros en la vindicación del yo frente a los demás, porque las poetas como Aldama cantan desde el margen pero reclaman para sí el protagonismo que merecen.