El cuadro "A caipirinha", de la icónica pintora brasileña (1886-1973), obra que pertenecía a un empresario investigado por corrupción, fue subastado este jueves por orden judicial en Sao Paulo por un valor récord de 57,5 millones de reales (unos 11,3 millones de dólares).

El óleo sobre tela salió a la venta con un lance mínimo de 47 millones de reales (unos 9,2 millones de dólares), una cifra ya de por sí histórica para un artista brasileño y que fue superada durante la puja celebrada en la casa de subastas Bolsa de Arte.

La subasta duró cerca de 15 minutos y la ganó, después de 19 lances, un coleccionista brasileño cuya identidad no fue divulgada.

El valor pagado por el cuadro de Tarsila, una de las artistas brasileñas más importantes del siglo XX, es el más alto alcanzado en una venta pública en Brasil, superando a "Vaso de flores", de Alberto da Veiga Guignard (1896-1962), que fue adquirida en 2015 por 5,7 millones de reales (1,12 millones de dólares).

El anterior dueño de "A caipirinha" era el empresario Salim Taufic Schahin, investigado en el ámbito de la operación anticorrupción Lava Jato y quien se vio forzado a venderlo a raíz de una demanda colectiva por el impago de sus millonarias deudas.

Sus acreedores solicitaron en la Justicia el resarcimiento de esos compromisos mediante el embargo de bienes, entre los que se encontraban varias obras de arte. "A caipirinha" era una de ellas.

La familia del otrora propietario intentó detener la subasta, pero un magistrado del Tribunal Superior de Justicia dio luz verde al proceso, aunque determinó el bloqueo del dinero obtenido hasta analizar por completo el recurso interpuesto por los Schahin.

El principal argumento de la defensa es que el cuadro ya no era del empresario, pues, según sus abogados, lo había donado a uno de sus hijos hace algunos años.

Por ello, los 11,3 millones de dólares recaudados en la subasta irán directos a una cuenta del Tribunal de Justicia de Sao Paulo, donde permanecerán bloqueados hasta que se resuelva todo el embrollo judicial.

Una pintura modernista con el espíritu de Brasil

"A caipirinha" fue pintada en 1923 por Tarsila durante su segundo viaje a París, donde convivió con otras grandes nombres de la época como Blaise Cendrars, Constantin Brancusi, Jean Cocteau y Fernand Léger.

Por aquella época, Tarsila, pionera del movimiento modernista en Brasil, comenzó a transformarse por voluntad propia en una "pintora de su tierra", reivindicando los colores y paisajes de su país natal.

La obra, en la que aparece una mujer sobre un fondo rural en una composición geométrica y con formas recortadas, puede considerarse uno de los trabajos más importantes de la pintora de ese periodo.

La creación evoca una especie de alter ego de la propia artista, que nació en el interior del estado de Sao Paulo en una pudiente familia de hacendados y fue educada con métodos franceses.

"Esta obra tiene una gran importancia dentro del arte brasileño por ser el primer cuadro moderno y también lo tuvo para la propia Tarsila porque se autorretrató como una niña, jugando con las muñecas que hacía con las hojas", explicó a EFE Jones Bergamin, presidente de Bolsa de Arte.

"Además de tener la importancia de ser la primera obra realizada con una técnica que ningún otro artista brasileño usó, manteniendo los colores brasileños, la obra marcó un antes y un después en el arte brasileño. A partir de ella realmente comenzó el modernismo en Brasil", completó.

El óleo tiene además trazos que muestran la intrínseca naturaleza brasileña de Tarsila, quien se apropió de lo moderno de una forma singular en "A caipirinha" al reflejar con tonos vivos un paisaje descriptivo, con vegetación, lago y una construcción, una combinación que los expertos bautizaron como "utopía de la brasilidad tropical".