El actor Raúl Prieto (Valencia, 1976) es uno de los protagonistas de Jauría, una producción de El Pavón Teatro Kamikaze, con dramaturgia de Jordi Casanovas y dirección de Miguel del Arco. Una ficción documental sobre la violación grupal de La Manada, en Pamplona, en julio de 2016, que llega a la cartelera del Festival de Teatro el próximo 17 de enero. Prieto habla en este entrevista del complejo montaje y de la importancia social de una función como ésta.

La obra aborda un tema complejo que tiene que ver con el tiempo que nos toca vivir: una espiral de violencia machista, la masculinidad y el sexo. ¿Cómo fue el trabajo con Miguel del Arco?

La propuesta me llegó con una llamada de Miguel. He trabajado varias veces con él, he formado parte de Kamikaze muchas veces, y digamos que es una propuesta en familia, y siempre se que con Miguel y Kamikaze detrás lo que vamos a hacer va tener una hondura y un calado importante. Cuando me ofreció Jauría a uno se le despiertan dudas porque en ese momento todavía no conocíamos las sentencias que se produjeron después, y hubo un momento en el que las sensibilidades estaban especialmente alteradas porque había como una sensación de injusticia respecto a lo que había sucedido con las sentencias de los chicos de La Manada. No solo eso, sino que el propio caso generó un movimiento social o quizás fue como la gota que colmó el vaso, que ha sido de los más importantes que hemos vivido en este siglo, y que ha afectado hasta la estructura jurídica. Y formar parte de algo que todavía está en un proceso de cambio genera cierta inquietud porque no sabes qué es lo que vamos a contar. Miguel del Arco es una garantía y se que no se iba a tomar el tema con ningún tipo de frivolidad, con sensibilidad e inteligencia, y me animé. Es verdad que la intranquilidad estaba en todos por lo delicado del tema, incluso en Miguel, porque es un texto documento en lo que todo lo que se cuenta es lo que se ha dicho tanto en la Audiencia de Navarra, el Tribunal Superior de Justicia o en el Supremo, no hay nada inventado.

¿El relato y la dramaturgia se ajustan a las transcripciones del juicio y a los testimonios de la víctima y de los acusados?

La única ficción es el orden de las frases, la dramaturgia propiamente dicha, pero en realidad todo lo que oyes y hace que la obra sea tremenda y afecte tanto, se ha dicho. Aquí, esa situación en la que se da rienda suelta a los actores con aportaciones que terminan en el texto final de la obra, no se podía hacer. Había que respetar todo escrupulosamente.

El montaje logró dos premios Max este año, al mejor espectáculo y a la mejor adaptación teatral, entre otros galardones, y el Premio Cultura 2019 del Ministerio de Igualdad contra la violencia de género.

Me alegro de formar parte de una obra que tiene una trascendencia social tan brutal, o que forma parte de un movimiento social tan particular porque creo que la obra se aleja de cualquier punto de vista morboso, ese punto de vista tan manido por algunos medios de comunicación. Curiosamente, teníamos críticas antes del estreno, de cómo nos atrevíamos a abordar este tema sin consultar con la víctima y cosas así. Vamos a ver: los medios se han pasado dos años manoseando de una u otra forma, y ahí está la libertad de expresión y hay que informar de los hechos, pero de repente que un grupo de teatro coja algo que ocurre en la sociedad y lo plasme, parece que hay una especie de violación de la intimidad cuando a veces parece hasta impúdico lo que hemos visto.

¿Es el espectador el que tiene que juzgar lo ve en escena en Jauría?

La historia se cuenta desde el punto de vista de la víctima en tanto que es ella en primera persona la que cuenta los hechos, y por otro lado, no se pretende enjuiciar a los vejadores por así decirlo, a La Manada, lo deja en manos del público en el sentido de que no pretendemos erigirnos en jueces de nada, sino quizá lo que se pretende es poner ese espejo enfrente del público para que se pregunte, y que se ponga en situación, cómo en cada uno de nosotros podemos ejercer de Jauría o de Manada mal entendida, de qué forma participamos de esta masculinidad tóxica. Es lo interesante de la obra. Hoy por hoy tenemos las armas y herramientas para denunciar y focalizar, y empezamos a ver claramente y sin tapujos que cinco personas acogen a una chavala y la meten en un portal, por mucho que la chica diga que no, es una violación. Hay muchos tipos de intimidación, grupal o ambiental, la forma de ejercer esa masculinidad tóxica tiene muchas maneras y está muy instalada en nuestra sociedad, y en la actualidad las mujeres se atreven más a denunciarlas.

Otro de sus trabajos de este año es en la serie Antidisturbios, también con cierta controversia.

Ha habido ofendidos en ambos sentidos: para algunos oscurece el papel de la policía; para otros, lo blanquía. Pero esto es ficción, estamos contando la historia de un furgón de antidisturbios, hemos buceado en cómo entrena y funciona este cuerpo, y todos los pormenores de los personajes no dejan de ser ficción.