Nueve días después de que Pablo Alborán regrese con Vértigo el otro Pablo dorado de la música malagueña, López, hará lo propio con Unikornio. Once millones de versos después de ti. Y si el lanzamiento del intérprete de Solamente tú es decisivo en su carrera (el primero tras haber declarado públicamente su homosexualidad) no es menos importante el del extriunfito: será su primer álbum tras una trilogía de discos que le convirtieron en una de las voces clave de la música en español.

Unikornio supone un punto y aparte en la trayectoria de su autor. «Me he dado cuenta de que esos tres primeros discos, con 38 canciones, sin haberlo pretendido seguían una evolución. Quizá en mi subconsciente era algo buscado. Y sí, tengo la sensación de que ahora hay un punto y aparte. Suerte que tengo ese disco duro, ese Instagram que no es de fotos, sino de canciones, y de ahí sale una nueva carpeta. Pero, la verdad, y espero no decepcionar, soy incapaz de definir ese nuevo disco. Pienso mucho en su heterogeneidad y si dijera a qué suena caería en un error. No sería honesto. El adjetivo y el apellido los pone el tiempo», confiesa su autor. Pero él usa dos palabras para definirlo, de alguna manera: «Necesitaría muchos ríos de tinta para poder definir este nuevo disco pero me parece que es de una heterogeneidad agresiva». Hablamos con este ««tío vergonzoso que pierde la cabeza con las 88 blancas y negras» (o sea, las teclas de su inseparable piano), tal y como se define a sí mismo, sobre su música, este duro y extraño momento que atraviesa el mundo entero y la función de las canciones, y de las canciones en directo. «No estoy aquí para hacer canciones random, publicarlas de una en una y ganar dinero. Ni creo que mis seguidores lo aceptarían», sentencia el malagueño.

¿Sacar un disco hoy, en este 2020, es un acto de fe?

Llevo un tiempo dándole vueltas a ese asunto porque está todo el mundo con ganas de despedir el 2020 y, si fuese una persona, de mandarlo al carajo, pero yo le veo una cara atractiva. Me gustaría reivindicar 2020. A ver, me explico. Es cierto que nos ha arrebatado mucho, que nos ha hecho mucho daño y no nos vamos a olvidar de todo lo que hemos perdido. Pero también hemos reído en algún momento. Poco, pero también nos hemos abrazado. A veces hay que pararse y disfrutar de detalles que parecen pequeñas cosas, pero al final estás vivo, estás bien. Yo creo que, para muchos, 2020 es el año en que mucha gente entendió quién era. No voy a tener miedo o temor al recordar este efeméride, la de sacar un disco en 2020. Soy un defensor absoluto de todo lo vivido este año.

Apuntaba lo del acto de fe porque vivimos un cambio de era. Las películas ya no se estrenan en los cines, los periódicos de papel se marchitan y no se venden discos. El otro día, en un documental sobre el trap, aparecían artistas que presumían de no necesitar una discográfica para ganar dinero con la música: colgaban sus trabajos en YouTube y en horas tenían millones de reproducciones.

Yo es que lo veo como un acto de romanticismo tremendo. Podría parecer que no casa con este momento o esta época, pero no lo entiendo de otra manera. Entroncándolo con otra cosa que ha dicho, sobre que se puede ganar dinero sin trabajar para una discográfica y que me ha parecido frío, no me gusta ver esto como un producto, como un simple negocio. No estoy aquí para hacer canciones random, publicarlas de una en una y ganar dinero. Ni creo que mis seguidores lo aceptarían. La gente que viene a verme tocar viene porque le gustan mis discos. No lo digo sacando pecho, pero creo que si tengo público en los conciertos es porque quieren escuchar canciones que no han sido singles, pero sí son parte de un disco. Soy consciente de que ya ni siquiera está de moda el formato como CD, que quién me lo iba a decir, pero veo un disco, de principio a fin, como algo atemporal.

Pero es cierto que, como consumidor, también nos cuesta más escuchar un disco entero de principio a fin. Tenemos formatos que nos permiten almacenar miles de canciones, ponemos el modo aleatorio y vamos pasando de una a otra. Al final cambian hasta las costumbres.

A ver, es cierto. Eso también me pasa. Hace poco logré juntar todas las canciones que llevo escuchando desde hace años en Spotify. Una década completa. Voy a correr o me pongo música en el coche y es cierto que me van saltando temas entre 3.000 canciones. Sin embargo, cuando quiero escuchar música, me paro, voy a casa y me pongo un disco completo. Un disco es la manera que tengo de comunicarme, de utilizar mi lenguaje, de contar un historia. Y es, de la otra parte, la forma de que un autor tenga una lectura por parte de otra persona. Sacar ahora un disco es un reto. Y de todas las industrias que ha comentado, que parece que llegan a su fin, la que lo tiene más complicado es la de los discos. Ni los cines ni los periódicos de papel van a desaparecer.

Reivindica 2020. Usted, pese a la pandemia, se mantuvo en la carretera de gira. Entiendo que esa experiencia, con otras formas de hacer conciertos, otros aforos, otros públicos, son de las que marcan.

Soy muy de fechas y muy poco de épocas. Defiendo estos 366 días de 2020, entre otras cosas, para poder decirle a la gente lo que aprendí de esta gira. Mi gente, mis músicos, mi equipo, se volcaron para que las miles de personas que pasaron por nuestros conciertos disfrutaran durante un rato, estuvieran seguros y se cumplieran todas las normas. Y no he visto comunión más grande con el público que en los conciertos de esta gira. Es más, puedo decir que el único espectador de la gira fui yo, porque disfruté de momentos extraordinarios con el público. Sentí un amor absoluto, fue como una orgía de amor puro y sano.

A veces, cuando observamos al artista, vemos el éxito y posiblemente no nos percatamos del equipo que está detrás y que le sostiene. ¿Siente la presión de tener que trabajar para que ellos también se puedan sostener a nivel económico en un momento tan delicado?

Sin duda, pero le voy a ser honesto. Yo salí a tocar por una necesidad imperiosa. Yo necesito tocar. Me di cuenta que no podía vivir sin tocar. Un poco es la idea del disco, lo primero que tiene que hacer una persona para estar bien con el resto del mundo es quererse a sí mismo. Cuando apareció la pandemia y surgió la posibilidad de salir de gira, conté con la empatía de todos. Todos estaban a favor, los 36 que venían conmigo. La putada no es que estén en la sombra y sólo les afecte económicamente. No. Es que todos son tan obsesos como yo de la música. Son tan locos como yo de esa experiencia de salir de gira, afinar un instrumento antes de un recital o hacer que una luz entre en el momento justo. Y la pandemia les quitaba eso, salir a la carretera, sentirse realizados. Al final éramos 12. Los que estaban discutieron con sus compañeros para estar ahí. Pero yo, cada mañana que me levantaba en otra ciudad, en la habitación de un hotel distinto, me sentí orgulloso por ver a todos los que trabajan conmigo haciendo lo que les gusta.

Usted ha alcanzado el éxito. ¿Se siente ahora observado, bajo lupa, al componer por lo que pueda esperar la gente?

Me siento más exigido, no tan observado. Hay canciones que ponen difícil el nacimiento de otras. A veces, componer es como cuando las tortugas desovan en una playa: salen muchas pero no todas llegan al mar. Hay canciones tan buenas que se lo ponen difíciles a las demás. Me ha costado muchísimo escucharme a mí mismo, porque creo que es de lo que va este disco. Pero también me he quitado presión. Quería contar más, ser más yo.

Después de escuchar el disco, a mí me han gustado en especial dos temas -Viba y La niña de la linterna-, creo que no se ha dejado nada, que se ha desnudado por completo. Siento que ha hecho lo que quería hacer.

Es consecuencia de eso. Me abruma ese comentario. Si pudiera intentar responder... Creo que es un disco muy honesto. Soy yo... En los tempos, en las entretelas. En todas partes tengo una mano metida. Soy yo sin trampas ni cartón. Es más, estoy seguro que no podría sobrevivir en esto creándome un personaje. Es tan personal... Aunque al final esas canciones pertenezcan a la gente. Es contradictorio, pero es así. Al final la gente quiere que seas original, tú mismo. Mire, si Pedro Sánchez y Pablo Casado se pasearan desnudos por la Gran Vía, ¿qué veríamos? Muy pocas diferencias.

¿Echa de menos al Pablo López de 2007?

Eso es tan ciencia ficción como cuando Marty McFly y Doc Emmet Brown [los protagonistas de las películas de Regreso al futuro] cogen el Delorean, viajan al futuro y sale el patinete volador. ¡No existe!

¿No echa de menos pasar desapercibido, salir a la calle y poder hacer lo que quiera?

Lo hago constantemente, de verdad. Siento respeto y jamás me he sentido incómodo por la gente. Es verdad que ahora tengo que tener más cuidado para no perder las llaves de casa o no discutir con un colega en la calle, porque todo se puede multiplicar. Pero no he dejado de hacer absolutamente nada de lo que hacía cuando no era famoso. Bueno, una cosa sí: esconderme [Risas].