Más allá de los problemas de la industria cinematográfica en el año de la pandemia, lo que ha quedado claro es que 2020 ha sido de las mujeres. Han ganado festivales, han acaparado premios, se han puesto al frente de blockbusters, han sido combativas, nos han entretenido e incomodado. Pero, sobre todo, este año hemos asistido a la eclosión de toda una nueva generación de cineastas que, desde diferentes perspectivas, han abierto nuevos e inesperados caminos cinematográficos que hacen prever que entramos en la década de oro del cine dirigido por mujeres. Destacamos algunas de las nuevas revelaciones del año (con películas que se han estrenado en España en salas o plataformas).

Rose Glass (Saint Maud)

El tormento y la culpa se sitúan en el centro de una de las óperas primas más perturbadoras del año en la que se rastrea la sombra de Repulsión de Polanski, sobre todo en su manera de acercarse a la claustrofobia de los espacios y a la progresiva espiral de locura en la que se sumerge la protagonista, así como en su toque onírico y alucinatorio. La británica Rose Glass nos sitúa en un espacio enfermizo en el que predomina el dolor y la enfermedad, tanto del cuerpo como del alma. Está llena de hallazgos visuales y cuenta con una planificación tan obsesiva como la propia protagonista. Una pesadilla, tanto física como psicológica, retorcida en la que se funde el fanatismo religioso y la autodestrucción.

Dea Kulumbegashvili (Beginning)

La directora georgiana se convirtió en la gran sensación de la pasada edición de San Sebastián, donde arrasó con la mayoría de los premios gracias a su ópera prima, Beginning. Su apuesta es radical desde los primeros compases, su estilo, tan preciso como poético a la hora de hablar de la culpa y la represión religiosa de una mujer que se enfrenta a la hipocresía y la violencia, tanto física como verbal y metafórica, de la sociedad patriarcal que la rodea. A través de una rigurosa puesta en escena en la que predominan los planos fijos, nos adentramos en un universo opresivo que contrasta con la fuerza de la naturaleza del entorno. Una voz de una poderosa fuerza expresiva capaz de transportar al espectador a lugares tan incómodos como reveladores.

Eliza Hittman (Nunca, casi nunca, a veces, siempre)

Este es el tercer largometraje de la cineasta neoyorquina y con esta película se alzó con los premios del Jurado en los festivales de Berlín y de Sundance. A Hittman le interesa escarbar en las miserias de la sociedad de su país y desenmascarar su hipocresía y puritanismo, en este caso a través de la mirada de una joven que se enfrenta a todo tipo de trabas para llevar a cabo la decisión de interrumpir su embarazo. Se trata de una película austera, repleta de silencios, pero al mismo tiempo, de sus imágenes contenidas, brota una enorme fuerza y sensibilidad, una especie de rabia muda, pero sobre todo logra trasmitir empatía, sororidad, respeto y emoción sobria. La escena que da título a la película es de las que jamás se olvidan.

Pilar Palomero (Las niñas)

Éste es sin duda el debut español más importante del año (ganadora del Festival de Málaga). La directora se adentra en el espacio repleto de inseguridades y miedos de la preadolescencia a través de los ojos de una niña hija de una madre soltera que estudia en un colegio de monjas. El contexto social y político resulta fundamental, la España de 1992, llena de contradicciones, aparentemente moderna, pero al mismo tiempo arrastrando muchos de los males de la represión franquista. La directora sabe combinar todos estos elementos para crear una coming-of-age que se adentra en el universo femenino de manera delicada y honesta para evidenciar de qué manera se han ido rompiendo toda una serie de tabúes en torno a la educación y la culpa.

Amy Seimetz (She dies tomorrow)

Relato sobre las ansiedades contemporáneas que ha conectado de forma muy especial con la situación actual de la pandemia y el miedo a morir de forma inesperada. La directora habla de la fragilidad contemporánea a través de un relato de horror metafórico de tintes apocalípticos en el que la idea de muerte se trasmite como un virus contagioso. Su mirada se centra en la intimidad de una serie de personajes que se enfrentan a sus últimas horas en sus respectivos espacios cotidianos donde aflorarán todas sus inseguridades y una sensación de vacío casi cósmico. Amy Seimetz compone una pesadilla cotidiana sugestiva y profundamente experiencial a la hora de generar un pánico irreflexivo y absorbente.

Waad Al-Kateab (Para Sama)

El término cine de guerrilla, de documental de combate, adquiere un significado diferente en este impresionante testimonio en primera persona sobre el asedio al que fue sometida la ciudad de Alepo por parte del régimen sirio hasta su completa destrucción. Waad Al-Kateab, una estudiante comprometida, cogió su cámara para dejar constancia del curso de los acontecimientos y de los crímenes que estaban ocurriendo y en las imágenes se cuela el terror y la muerte, también las reflexiones de una mujer que lucha por ser coherente con su faceta de activista y de madre. Por eso la película es una carta de amor a su hija, para que no se olvide nunca de la barbarie ocurrida y siga luchando por la libertad.

Nuria Giménez (My Mexican Bretzel)

El cine documental sigue siendo uno de los espacios más ricos para la experimentación. Por eso, la realizadora catalana Nuria Giménez decidió jugar con las imágenes que encontró en el sótano de su abuelo y comenzó a componer una historia inventada sobre una mujer que cuenta su vida a través de un diario en el que afloran sus miedos y deseos más ocultos. La directora tardó siete años en dar forma a este material en un proceso laborioso de prueba error para encontrar lo que buscaba. El resultado es una obra silente y magnética, que rompe todos los esquemas a la hora de dilapidar las barreras entre la verdad y la mentira (tanto en el cine como en el ámbito privado), el artefacto y la emoción más elevada y poética.

Radha Blank (Rapera a los 40)

¿Cómo reinventarse cuando estás sumida en una crisis profesional y personal? De eso habla la cineasta y escritora estadounidense Radha Blank en su muy autobiográfica obra Rapera a los 40, uno de los descubrimientos del pasado festival de Sundance que adquirió Netflix para su distribución. Blank toma como referencia el cine afroamericano de los años 90 para escarbar en las contradicciones y las penurias de una mujer negra en un panorama en constante transformación en el que no logra encontrar su propia voz creativa. Y eso es precisamente lo que intenta Radha Blank con esta película, exorcizar sus fantasmas en un himno contracultural desde el propio sistema poniendo en evidencia su hipocresía.

Joanna Hogg (The Souvenir)

No es una principiante, puesto que lleva desde los años 80 haciendo cine (aunque con escasas incursiones), pero este año se ha descubierto en nuestro país gracias a The Souvenir, estrenada en Filmin. Se trata de una obra mayor sobre la creación, sobre la identidad, sobre cómo escarbar en el pasado para ser fieles al presente. La directora se retrotrae a los 80 para mirarse en el espejo de la joven Honor Swinton Bryce (hija de Tilda Swinton) y embarcarnos en un viaje doloroso por el tiempo, el amor y la muerte a través de una elegancia congénita y una narración fracturada y etérea.

Shannon Murphy (El glorioso caos de la vida)

Son muchas las películas que tratan sobre el primer amor. Pero ¿y si también fuera el último? La directora australiana habla de la enfermedad en la adolescencia, de la muerte y la necesidad de sentirse aceptada en esta película en la que late la excentricidad, el humor y los sentimientos al límite y contradictorios que caracterizan el momento vital de la protagonista. Lo que podría ser un culebrón teen se convierte en una obra especial y distinta, que introduce un toque pop para hablar de la angustia existencial millennial.