La cultura ha vivido un año especialmente duro a consecuencia de un coronavirus que penaliza nuestra hambre de experiencias comunales, la base de buena parte del disfrute artístico. Los creadores e intérpretes, con sus libros, películas, músicas y conciertos y representaciones online, nos ayudaron a sobrellevar un confinamiento largo, difícil. Pero sus teléfonos no dejaban de sonar para anunciarles cancelaciones: las normas higiénico-sanitarias impuestas por las autoridades para reducir los contagios de la Covid-19 han mantenido cerradas las salas y teatros durante muchos meses. Así que un sector como el cultural, acostumbrado a las estrecheces, cuando no, directamente, al trabajo en precario, ha vivido un 2020 realmente aciago.

Sólo tres días antes de su inauguración, con la alfombra roja ya desplegada ante el Teatro Cervantes, la dirección del Festival de Málaga tomó la más difícil decisión de todas: aplazar la celebración de la cita, habida cuenta de la explosión del número de contagios de la Covid-19. Finalmente, el empeño del equipo comandado por Juan Antonio Vigar consiguió lo que parecía imposible, así que no nos quedamos sin nuestro cine en español, porque lo disfrutamos en una edición atípica, en agosto. Sentarse en la butaca del Teatro Cervantes o del Teatro Echegaray ante una pantalla iluminada por imágenes supuso para todos una pequeña gran victoria, personal y social, frente al virus que nos ha atenazado durante meses. Fue la primera gran cita cultural masiva en celebrarse tras el confinamiento estricto, así que había que demostrar que la cultura no sólo es seguro sino necesaria. Mucha, muchísima responsabilidad sobre los hombros de los organizadores del Festival, desde luego. Pero han cumplido su objetivo prioritario: las proyecciones y actividades se han desarrollado siguiendo todos los protocolos higiénico-sanitarios estipulados, no ha habido incidentes de ningún tipo y, en general, público y acreditados han manifestado disfrutar de una experiencia absolutamente segura. Que desde nuestra ciudad se marcara un primer estándar a seguir en este tipo de citas debe ser motivo de orgullo, desde luego.

Pero las salas de conciertos y espectáculos en vivo siguen, en su mayoría, cerradas. Casi todos los espacios que han resucitado son aquellos de titularidad pública y, por tanto, con un mayor número de recursos económicos y humanos, así que seguimos echando de menos la cartelera de La Trinchera, París 15 y otros iconos de nuestra escena cultural (qué bien que Salva Reina haya podido rescatar su Cochera Cabaret). Y es que 800.000 personas a lo largo y ancho de nuestro país perdieron su modus operandi este año tan cruel. Porque en la cultura no sólo hay artistas; también hay profesionales de todo tipo, que se han quedado sin subsistencia y están quemando sus ahorros. Ahora exigen un rescate del Gobierno como única manera de salvar un sector en parada cardiorrespiratoria, que se siente desamparado y desatendido. Lo más triste es que, cuando todo esto pase, algunos volverán a la cultura; otros, lamentablemente, se habrán ido definitivamente.

Los museos, gran estandarte de la pujanza cultural de nuestra ciudad, tampoco lo han tenido fácil. Han ensayado interesantes estrategias online, una vía de futuro, pero sin turistas, el grueso de los asistentes a las pinacotecas, todo se ha resentido demasiado. Exposiciones aplazadas o directamente canceladas, descenso dramático de las taquillas... Pero no todo ha sido negativo: la pandemia ha servido para unir a los museos de titularidad pública de la capital bajo la iniciativa «Museos a escena», un paraguas de «proyectos colaborativos de reflexión sobre las anómalas circunstancias actuales, tanto sanitarias como socioeconómicas, en las que se encuentra el sector cultural» y en busca de la «dinamización de la ciudad». Ya han desarrollado un buen puñado de actividades conjuntas, afianzándose un saludable espíritu de alianza.

Pero no todo ha sido negativo, ni mucho menos, en este 2020. Del lado de la creatividad hay signos de que la Málaga joven tiene el horizonte asegurado. Porque, ¿cuántos escritores de menos de 40 años conocen ustedes que haya ndespachado un millón de ejemplares?El fuengiroleño Javier Castillo, exasesor financiero, lo ha hecho con sus cuatro primeras novelas, títulos de una literatura abiertamente comercial, que busca enganchar al espectador con intrigas repletas de giros y romance apasionado.

Y en la música se vive un momento dulce: los más recientes discos de La Trinidad y Biznaga han aparecido en bastantes listas de lo mejor del año en publicaciones indies, y las propuestas de La Dani, RomeroMartín y Hnos Munoz, entre otros, también están llamando muchisimo la atención a golpe de creatividad, talento y descaro. ¿Saben lo mejor de todo? Hablamos en casi todos los casos de álbumes de debut.

Mientras tanto, el mainstream musical sigue siendo boquerón: los nuevos trabajos de Pablo Alborán, Vanesa Martín y Pablo López han copado los primeros puestos de las listas de ventas, demostrando que las suyas son ya carreras más que asentadas y que cuentan con la complicidad de sus seguidores.

En el audiovisual también ha habido alegrías. Antonio Banderas no paró: logró en casa, en el Martín Carpena, su primer Goya, por Dolor y Gloria (y a punto estuvo de conseguir un Oscar por el filme de Almodóvar), y aprovechó el parón escénico para priorizar la división catódica de su Teatro del Soho CaixaBank, que acaba de estrenar Escena en Blanco y Negro, singular programa de entrevistas a músicosLos malagueños Antonio de la Torre y Belén Cuesta representarán a Espa. ña en los premios hollywoodienses con La trinchera infinita (si pasa la criba), parcialmente inspirada en el Topo de Mijas. Dani Rovira anunció y superó un linfoma de Hodgkin que no ha detenido sus ganas de retos interpretativos (ha rodado un filme y pronto estrenará en Netflix un especial de comedia)....