Teatro

Regresar a Roma para conocer nuestro tiempo

Tres nombres grandes del teatro nacional (Josep María Pou, Mario Gas y Ernesto Caballero) se alían para recordarnos la vigencia del pensamiento del intelectual romano en Viejo amigo Cicerón, que llega al Teatro del Soho entre el 8 y el 10 de enero

Josep María Pou, ayer en el Teatro del Soho CaixaBank.

Josep María Pou, ayer en el Teatro del Soho CaixaBank. / j. domínguez/teatro del soho

La Opinión / Olga Merino

Ernesto Caballero, Mario Gas y José María Pou conforman un triunvirato que ha llevado al éxito Viejo amigo Cicerón, montaje que ocupará las tablas del Teatro del Soho CaixaBank entre hoy y el 10 de enero. El primer como autor de la obra, el segundo como director y el tercero como protagonista de una obra que ha cosechado aplausos, premios y buenas críticas a lo largo y ancho de nuestro país.

Viejo amigo Cicerón es una obra centrada en la figura del célebre orador romano, protagonista destacado de las intensas luchas y las violentas transformaciones acaecidas en el siglo primero anterior a nuestra era. José María Pou es Cicerón, un político excepcional en un mundo de mezquinas ambiciones personales, personificando la integridad moral de quien mantiene la coherencia de sus convicciones políticas aún en las más adversas circunstancias. «Cicerón fue una figura fundamental en la antigua Roma. Hoy sigue siendo un ejemplo perfecto de político y filósofo, que Ernesto Caballero transforma en un texto divertido perfectamente vinculado con la actualidad», comentó ayer Pou, durante la presentación de la obra en el espacio levantado por Antonio Banderas.

Situémonos: siglo I antes de Cristo. Cicerón defiende los valores democráticos frente a predadores con vocación dictatorial, como el senador Lucio Sergio Catilina, Julio César y después su sucesor, Marco Antonio, con quien nuestro héroe también se despachó a gusto en las Filípicas (lo llamó bárbaro, borracho y gladiador). Así, cuando se destapa que el corrupto Catilina anda conjurándose para dar un golpe de Estado, Cicerón, entre las piedras del Senado, bajo las siglas del SPQR que flameaba en los estandartes de Gladiator, le espeta aquello tan conocido: «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» «¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?».

A Cicerón le cortaron la cabeza y las manos por defender la integridad de la República hasta el límite, pero ahora ¿quién se coloca su toga salvífica?, ¿quién nos sacará de la ciénaga, viejo amigo? La antigua Roma se refleja en la charca del presente. Viene de perlas que una obra tan cargada de trilita política coincida precisamente con la campaña electoral -cuando despertó, la campaña todavía estaba allí- y con la sentencia del juicio sobre el