Entrevista

«El virus nos recuerda la fragilidad del ser humano y sus construcciones»

Escritora y profesora, Núria Perpinyà asegura que la Teoría del Caos nos sirve para explicar cómo vivimos y creamos. La pensadora ganó el XII Premio Málaga de Ensayo, que ahora llega a las librerías a través de Páginas de Espuma

Una imagen de archivo de la novelista, dramaturga y ensayista catalana Núria Perpinyá.

Una imagen de archivo de la novelista, dramaturga y ensayista catalana Núria Perpinyá. / Mikel Alors

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Llega por fin a las librerías 'Caos, virus, calma'. La Teoría del Caos aplicada al desorden artístico, social y político (Páginas de Espuma), volumen con el que la novelista, dramaturga y profesora Núria Perpinyà (Lérida, 1961) se hizo con el XII Premio Málaga de Ensayo. La reflexión de Perpinyá parte de la aplicación de conceptos de la física al ámbito de las humanidades, ya que, asegura, «las propiedades de la materia agitada (irregularidad, extrañeza, multiplicidad, velocidad, entre muchas otras) no solamente se encuentran en el universo sino que también las posee el arte experimental, la posverdad y los cataclismos sociales».

¿Qué nos puede enseñar, a nivel íntimo, personal, y social el caos?

Mucho. Aunque la primera reacción es la del desaliento (cosa normal), si superamos la crisis, podemos ser más fuertes y abrirnos a otros caminos. Es mejor no tener un miedo atroz al caos y pensar que cualquier desbarajuste puede conllevar algo bueno.

¿Por qué seguimos asociando la palabra caos a la anarquía, a sucesos supuestamente incontrolables que rompen negativamente con nuestra segura cotidianidad?

Esta asociación tiene siglos de existencia, forma parte de nuestra herencia. Así que es lógico que vinculemos el caos con lo negativo y con la anarquía. Dejando a parte los ritos tribales de desenfreno, los primeros que reivindican el lado positivo del caos son los artistas románticos de finales del dieciocho; y los vanguardistas del veinte. Es decir, grupos minoritarios.

¿Sigue vigente la afirmación clásica de Poincaré, «el azar no es más que la medida de la ignorancia del hombre»?

Sí. Poincaré fue un precursor de la teoría del caos. Este matemático previó ya en el siglo diecinueve que el universo no era al estable al cien por cien y que todo podía cambiar. Cuando desconocemos las causas de algo le llamamos casualidad, azar o misterio, lo cual no quita que haya unos porqués que ignoramos. Si ese algo es complicado, las causas son múltiples y, a menudo, inesperadas.

Hace un tiempo, charlando con Vicente Luis Mora, poeta, me dijo: «Ahora la ciencia y la poesía están unidas, y es un relato imbatible». ¿Está usted de acuerdo?

Completamente. Para conocer con profundidad algo se tiene que ser especialista (en corazón o en ritmo o en lo que sea). Ahora bien, no cabe duda que si alguien es especialista en más de un campo, sabe más y ve más allá. Las posibilidades de conocimiento están tanto en lo intensivo como en lo extensivo. Particularmente, prefiero la transversalidad pero también admiro mucho a aquellos que se centran completamente en una sola cosa, dígase nanopartículas o poesía.

Se esfuerza en cambiar la denominación posverdad por posfalsedad. ¿Podría ahondar en ese importante matiz?

Es un problema de traducción. En inglés, truth tiene un doble sentido. Significa verdad y hecho probado. En castellano no existe una palabra que aúne las dos acepciones. Con el añadido del sufijo pos, mucha gente lo entienden casi al revés. Oyen posmodernidad y les suena a mucha modernidad y no a una actitud después de la modernidad (que, de hecho, es su contraria). Con el vocablo posverdad sucede algo parecido, que a muchos les suena a una verdad casi mística que vive en una dimensión desconocida. Para evitar estas interpretaciones impropias, propongo el término de posfalsedad porque incide en unas mentiras y en unos hechos falseados de una forma inusual.

En una entrevista Santiago Alba Rico aseguró: «La pandemia es la primera cosa real que nos ocurre en mucho tiempo y por eso nos parece un sueño». ¿Nos habíamos acostumbrado a una vida demasiado prefijada, estática? ¿La pandemia debe ser la transición a una manera de vivir más dinámica, que abrace los cambios permanentes?

Sí. El hombre blanco y rico se creía a salvo de las epidemias del tercer mundo y de la Edad Media gracias a una sociedad limpia y ordenada y a una sanidad eficiente. El virus ataca a todos por igual y nos recuerda una realidad que Occidente tiende a ocultar: la fragilidad del ser humano y de sus construcciones. Y nos advierte que los cambios y los terremotos (personales, sociales y geológicos) pueden producirse en cualquier momento; con lo cual, mejor que asumamos que pueden suceder.

«El arte es lo contrario al caos; el arte es caos organizado», dijo Stravinsky. «Arte es el orden hecho a partir del caos de la vida», dijo Saul Bellow. ¿Aceptamos o refutamos estas afirmaciones?

Son acertadas. La literatura inventa historias con unas lógicas que suelen faltar en el día a día. Y la música crea recorridos matemáticos harmónicos que distan mucho de los ritmos irregulares de los ruidos de la calle. Podríamos añadir que el artista se alimenta de su caos como hombre (grande o pequeño) y lo transforma en otra cosa: bella, inquietante o comprensible.