Música

Oti de Málaga

El rockero malagueño conoció mucho al recientemente fallecido batería Oti, "un metrónomo con patas", al que le dedica un recuerdo entre amigos

Oti, segundo por la derecha, con Adolfo Caimán, Álex Meléndez, Pepe Salas, Vicky King y más músicos de la escena malagueña

Oti, segundo por la derecha, con Adolfo Caimán, Álex Meléndez, Pepe Salas, Vicky King y más músicos de la escena malagueña / Imagen facilitada por Álex Meléndez

Álex Meléndez

Me sigue sorprendiendo gratamente cuando arrancan las primeras tímidas gotas de lluvia mientras brilla un sol juicioso y arrogante, una curiosa dicotomía siempre bienvenida salvo que acabes de montar los trastos de tocar en directo y dependa la economía de la semana de un subjetivo pulgar meteorológico que no entiende de ligerezas musicales alimenticias. 

Mientras rezaba interiormente un mantra mezcla de maldiciones gitanas y alguna súplica pagana observaba a mi querido compañero de fatigas Adolfo Caimán; estaba allí su hechura pero no su pensamiento, masticando el mal trago de apenas unas horas que le hacía bola en el corazón y la garganta. 

Al enfrentar el micro tras la venia climática, tragó saliva y masculló: «Este concierto se lo dedico a mi hermano Oti que nos acaba de dejar, va por ti». Y tras unas cuantas ruedas de acordes de introducción vuelto de espaldas solventadas por mi verborreica guitarra arrancamos el concierto. 

Si no has pagado algún precio por ser auténtico, no lo eres. 

Se nos fue uno de los grandes músicos de esta bendita ciudad Juan Antonio Otero Oti, para el gran público el batería y miembro fundador de M-Clan; para los de aquí, uno de los hilos conductores de la historia musical malagueña. 

Intentar desenrollar la larga lista de grupos con los que tocó daría para tomo de Acta 2000 sin exagerarles un ápice. He tenido la suerte de poder tomar de primera mano el pulso del vacío que deja en los amigos que lo conocían muy bien y he de decir que todos han coincidido, por separado, en dos grandes rasgos de Oti: su capacidad de trabajo y su sentido del humor. 

El querido productor Sergio Cascales, desde la otra orilla mejicana, recuerda una frase del batería que resume bien una de ellas: «Yo a la obra no vuelvo». 

«Me sorprendía lo claro que tenía que quería dedicarse en cuerpo y alma a la música, constancia y tenacidad tenía más que nadie», dice Sergio. También destaca un rasgo de su personalidad, ser un rockero hogareño, disfrutar desde joven de su casa, su familia, su pareja, que conociendo a los Black Jacks (grupo de Sergio Cascales como vocalista) debía de ser difícil. 

Otro gran amigo, el responsable de Cambayá Records, el mítico Antonio Blanco, suscribe lo anteriormente dicho y cuenta una anécdota que denota lo comprometido con el rock que estaba Oti:«Una vez le gastamos una broma en el local de ensayo: le dije que iban a fichar por una multinacional pero que había una condición, que el batería se cortara el pelo (Oti tenía una melena de libro en sus comienzos) pues entraba en disonancia con el resto del grupo, más amable, que era lo que los señores del sello iban buscando. Mantuvieron la broma todo el ensayo y al final Oti se levantó y dijo: 'Señores, lo siento mucho pero ya hemos renunciado a muchas cosas y lo único que queda de rock en este grupo es mi melena'.  Por encima de los contratos fabulosos era un músico comprometido y enamorado de la música», remata Antonio Blanco. 

El círculo se cerró tras su salida de M- Clan tras años de éxitos, volviendo a Málaga para tocar con sus amigos de toda la vida, esos supervivientes de los míticos locales de calle Montaño reunidos en Motel Caimán, Adolfo Caimán y Rafa Salas (Extraños Aquí), Álvaro Cebrián y Manolo Olmos (Entrance) y más tarde Canhío Reus (Black Jack), donde la noticia ha sido un verdadero mazazo. Adolfo lo conoció en una prueba para su grupo donde se presentó como su primo que había ido allí a darles el recado de que Oti no podía venir, al rato volvió con cerveza y dijo:«Soy yo». Su buen rollo, su gracia, el no verlo jamás enfadado... Sus amigos ponen énfasis en lo tremendo profesional que era, «un metrónomo con patas», siempre con su claqueta que era lo que le paraba los pies al resto: «La canción se empieza y se acaba a este tiempo y eso es lo que hay». Quizá sería por ese corazón tan grande que tenía que latía bien fuerte, allá donde estés querido aquí nos dejas el vacío de tu presencia pero te aseguro que dejas una sonrisa piantada al recordarte. Bendito seas.