Historia

Mijas, «refugio» de los «héroes» de la guerra más absurda

Los documentalistas Jorge Rivera y Jaime Noguera localizan en la Costa del Sol a varios supervivientes de un episodio bélico más singular de todos: la guerra entre un pueblo de Granada y Dinamarca

Rivera, con miembros de la Familia Pleidrup, en la Casa Danesa de Mijas.

Rivera, con miembros de la Familia Pleidrup, en la Casa Danesa de Mijas. / S. R.

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

¿Sabían que un pueblo granadino, Huéscar, estuvo casi 200 años en guerra con Dinamarca? Sí, un conflicto sin un disparo ni un sablazo ni bajas pero contienda declarada. Pues dos malagueños, Jaime Noguera, director del Festival Internacional de Cortometrajes y Cine Alternativo de Benalmádena y especialista en «episodios surrealistas de la Historia» para el blog Strambotic, y Jorge Rivera, realizador, están rodando un documental sobre todo ello, que titularán The longest war. La producción les ha llevado a Mijas, donde residen algunos de los supervivientes de la contienda.

A principios del siglo XIX, la División del Norte del ejército español acudió a las costas danesas para apoyar la ambición de Napoleón e impedir el desembarco de las tropas británicas; los hispanos que eran aliados de los galos terminaron siendo enemigos y acabaron pidiendo ayuda a los ingleses para poder salir de Dinamarca. En respuesta, España acordó romper toda relación con el país escandinavo. El Ayuntamiento de Huéscar se tomó el asunto tan en serio que declaró unilateralmente la guerra al país de Hans Christian Andersen. Como suena. El alcalde de la localidad, Juan de Murcia y Montero, pidió a sus vecinos que «atacaran a las fuerzas danesas en cualquier parte que se hallen». No fue necesario. El Tratado de París de 1814 hizo que las aguas volvieran a su cauce, sí, pero en Huéscar parece que no se enteraron. En 1981 un archivero del pueblo descubrió la declaración de guerra y se percató de que jamás se había firmado la paz. La cosa era de broma, o quizás no tanto: España aspiraba a entrar en la OTAN y aquel conflicto entre países miembros, aún sin baja alguna, lo complicaba todo. ¿Qué hacer? Los daneses y los españoles firmaron la paz formalmente, con una serie de festejos en el pueblo granadino el 11 de noviembre de 1981, «dejando imágenes para la historia que parecen sacadas de un cómic de Astérix», asegura Rivera. Y es que hubo desfiles de tipos ataviados de vikingos por el pueblo el día de la firma de la paz.

Rivera y Noguera estuvieron hace unos días en la Casa Danesa, en Mijas, para entrevistar a la familia Pleidrup, que estuvieron en la firma de la paz de hace 40 años. «Nos contaron sus experiencias del viaje y nos enseñaron el vino de la paz», dice el realizador. Quién les diría entonces que iban a acabar muy cerquita de Granada, en Mijas.

«Vikingos», en la ifrma de la paz. | ARCHIVO HUÉSCAR

«Vikingos», en la firma de la paz. / ARCHIVO HUÉSCAR

The longest war, dicen sus responsables, desbrozará lo mítico y lo real, aunque la tentación de no dejarse engatusar por la leyenda debe de ser tremenda... «Efectivamente, queremos averiguar si algunas de las leyendas son ciertas, como que quemamos el castillo de Koldinghus porque teníamos frío e hicimos una hoguera inmensa, o que los españoles que se quedaron abandonados a su suerte en Dinamarca se rebelaron contra el rey danés y planearon asaltar Copenhague. Hay mil leyendas, y muchas muy divertidas», apunta el director.

Por ejemplo, ¿es cierto que un letrero con esta frase «Ojo, si es usted danés recuerde que entra en terreno enemigo. Si decide pasar, aténgase a las consecuencias» estaba en la entrada de Huéscar? «Absolutamente», responde Jorge. Pero aclara: «Era un letrero humorístico, eso sí. A esas alturas todo era ya parte de un juego divertidísimo». Abunda Jaime: «Formaba parte de la socarrona empatía que se creó entre los firmantes de la paz. Desde el momento en el que al embajador danés casi le da un pasmo al oír de voz de un embajador oscense el que venimos a verle para decirle que estamos en guerra con su país (algo muy de un monólogo de Gila) hasta la acción de decidir firmar una paz oficial cuando nunca se había pegado un tiro. O lo de que los delegados daneses se presentasen en el Ayuntamiento de Huéscar vestidos de vikingos. Faltó que se cantase a los daneses, los recibimos con alegría para terminar de teñir todo de tintes berlanguianos».