Serie de televisión

«Reyes de la noche»: el duelo entre dos titanes de la radio

La serie recrea algunos momentos de ese despiadado enfrentamiento radiado que tiene mucho de historia bíblica, en la que el poderoso rey es destronado, en la que David vence a Goliat

Miki Esparbé y Javier Gutiérrez, los feroces rivales de las ondas de «Reyes de la noche».

Miki Esparbé y Javier Gutiérrez, los feroces rivales de las ondas de «Reyes de la noche». / MOVISTAR+

Inés Álvarez

Compartían franja horaria, la de medianoche, uno en Antena 3 Radio y luego en la COPE, y el otro en la SER. Y su pasión por el periodismo deportivo, al que cada uno imprimió su peculiar estilo. Pero no eran colegas; ni la competición, sana. A esa hora en que el día pasa a ser el siguiente, las ondas se convertían en un campo de batalla en la que se enfrentaban dos rivales. Este apasionado duelo de titanes es el que recrea la excelente serie Reyes de la noche (que estrena Movistar+), aunque sus productores se esfuercen en recordar que solo se inspira en él y los personajes no son trasuntos. Paco El Cóndor (Javier Gutiérrez) no es José María García ni Jota Montes (Miki Esparbé), José Ramón de la Morena, pero cualquier parecido con la realidad es pura evidencia.

La serie es ficción, no un biopic, pero recrea algunos momentos de ese despiadado enfrentamiento radiado. Y es que tiene mucho de historia épica, bíblica, en la que el poderoso rey es destronado, en la que David vence a Goliat.

El gigante (pese a su reducida estatura) era José María García, que tras introducir el periodismo radiofónico de medianoche dentro de Hora 25 (Cadena SER), había creado un particular estilo de hacer radio que le había hecho merecedor de tener programa propio –coincidiendo con el nacimiento en 1982 de la emisora privada Antena 3 Radio–, con título personalista que huía de falsas modestias: Supergarcía. Había nacido una estrella en el firmamento radiofónico. De las gordas. Y con él, una manera de hacer radio deportiva.

Ese reinado lo ejecutó con un estilo contundente y faltón, caracterizado por una crítica ácida a todo aquello que consideraba injusto, aderezada con calificaciones, descalificaciones e insultos que repartía entre aquellos que creía que los merecían. El Butano, apodo con el que se le conocía, acuñó innumerables muletillas como «¡ojo al dato!», «¡esto es de juzgado de guardia!», «tribuletes de pesebre». «chupópteros», «abraza farolas»... Y apodos para describir a las personalidades que centraban su programa: el del pelo blanco era Ramón Mendoza (presidente del Madrid) y el minilendakari, Josep Lluís Núñez (el del Barça). Su poder iba más allá del ámbito deportivo, traspasaba el político y se convirtió en una suerte de gurú.

José Ramón De la Morena y José María García. | LA OPINIÓN

José Ramón De la Morena y José María García. | LA OPINIÓN / inés álvarez

Sereno de la noche

Y tan felices se las tenía cuando en 1989 irrumpe en la escena radiofónica un periodista más joven, con un estilo moderno, desenfadado e irónico, que se atrevía a profanar esa franja sagrada propiedad de García con un nuevo programa: El larguero, en la SER. «Buenas noches (.. .) Yo me llamo José Ramón de la Morena y soy su nuevo sereno del deporte». La respuesta de García no se haría esperar: «Un muchachuelo desconocido totalmente en esta profesión, un jovencito imberbe cómo comienza el programa del imperio Prisa». La guerra no había hecho más que comenzar.

A partir de ahí se fueron sucediendo las pullas en las ondas entre ambos periodistas, que iban más allá de lo profesional, y abundaban las zancadillas profesionales . Así lo explicaba Cristina Gallo, la redactora jefa de Supergarcía entre 1982 y 2002, en el Salvados que en 2018 les puso cara a cara para relatar este enfrentamiento. «A veces estaba el protagonista en las dos emisoras a la vez. La diferencia es que a De la Morena no le importaba grabarle. Pero García, no. Para él era muy importante tenerle en directo». Y cuenta que en los JJOO de Atlanta, él pidió que le pasara a una joven gimnasta y le soltó: «Lorena, ¿verdad que no tienes el don de la ubicuidad? Digo esto porque me comunican que en la Cadena SER en estos instantes estaban vendiendo que tenían a Lorena con su hermana. Una nueva trampa, una nueva mentira, porque Lorena está en directo en la sintonía COPE».

Paco González, entonces periodista de la SER, contaba las triquiñuelas que hacían en la emisora para De la Morena: «De todo. Desde ir al domicilio particular del jugador y coger el teléfono fijo para controlar las llamadas. Y si llamaba García, colgar, colgar y colgar. Pero también nos lo hacían a nosotros». «El jefe tenía un estilo muy especial para hacer radio: claro, contundente, nunca se mordía la lengua», decía Gallo. «De la Morena era más plural y sabía que para ganar al tiranosaurio hacía falta un equipo de velocirraptores», agregaba González. Y le acabó alcanzando. En 1992 Supergarcía tenía una audiencia de 1.200.000 oyentes y El larguero, 520.000. En 1995, este le superaba con 1.360.000.

Guerra

Fue entonces cuando se recrudeció la guerra. «Pero no es una guerra con De la Morena, es una guerra empresarial», confesaba García a Jordi Évole. Tal era el poder de García, que, como denunció De La Morena, logró su suspensión durante un año en la SER. Era 1990. Cuatro años después, este declaraba a: «El drama de este país es que ha pasado de la dictadura de Franco a la de José María García».

No obstante, en 2011, De la Morena le admitía a Andreu Buenafuente en Late Motiv: «El modelo García tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas. Tuvo el reporterismo ese de meter el micrófono en los vestuarios, que empezó a crear escuela». Y hace tres años, García confesaba: «Yo no comulgo con eso de que en la guerra todo vale. Decíamos verdaderas barbaridades. Estábamos equivocados».

Tras dejarlo todo en 2002 y superar un cáncer linfático, García lleva una vida tranquila que adereza con algunas declaraciones polémicas para darle salsa. De la Morena, por su parte, tras firmar hace cinco años un contrato de 3,4 millones con Onda Cero para presentar y dirigir El transistor, anunciaba el pasado marzo que deja la radio para dedicarle todo el tiempo a su cuarto hijo acabado de nacer. Los lobos ya no enseñan los dientes.