El Tálero de Milton

Crítica del concierto de abono de la OFM

Alejandro Fernández

Orquesta Filarmónica de Málaga

Director: Nicholas Milton.

Programa: Sinfonía nº 4 en Mi bemol mayor, WAB 104, «Romántica» de A. Bruckner.

Lugar: Teatro Cervantes

Con el abono pasado dedicado por el maestro Hernández Silva al espacio sinfónico brahmsiano arranca la recta final de los conciertos de temporada de la Filarmónica de Málaga. Si en aquel programa la arquitectura de la forma con vocación temática popular ofrecía una perspectiva del sinfonismo posromántico, el último concierto de la OFM centraba la atención en la compleja elaboración de las sinfonías del austríaco Anton Bruckner y su fijación en el acorde perfecto y la no menos interesante sombra de R. Wagner a través de su Cuarta sinfonía. Escrita en 1874 y revisada en varias ocasiones por el compositor vienés que curiosamente no volvería a los atriles de las grandes orquestas hasta un siglo después de su estreno. 

Fue el propio compositor quien anotaría el sobrenombre de “Romántica” a esta sinfonía que inaugura la serie sinfónica en modo mayor y articulando este trabajo en cuatro movimientos donde los tiempos extremos tienen un carácter especialmente monumental y evocador reforzado por la rotundidad de los bronces aunque toda la plantilla leva en un continuo que en el caso de la Filarmónica de Málaga en la batuta invitada de Nicholas Milton fue un ejemplo impecable de dirección orquestal, y esto precisamente hizo de este último abono una experiencia musical de primer orden desde los trémolos de los primeros compases del conjunto sinfónico.

El maestro Milton fijó una línea contínua -gracias a la complicidad indispensable de los timbales del profesor Saz- desde el primer tiempo hasta la sección conclusiva del Finale. Línea ascendente en permanente tensión dramática pero también rítmica dotando a la interpretación de una factura sólida para escenificar esa evocación de tiempos remotos a los que hace referencia el propio programa anotado por Bruckner. En este sentido, el papel de la sección de metales, con especial reconocimiento al trabajo capitaneado por los atriles solistas de los profesores Georguiev, San Bartolomé y Llavata y los trombones del profesor Martínez fueron decisivos para construir un primer movimiento sólido y convincente, sin fisuras especialmente para acentuar los motivos temáticos con los que Bruckner recurre a lo largo de toda la sinfonía.

En el andante, decididamente expresivo y con ciertos tintes líricos fue uno de los momentos de lucimiento de la cuerda, especialmente las violas, una sección de cellos al frente del profesor Mahrenholz iluminada sin olvidar el buen trabajo de contrabajos o el especial cuidado de los violines dirigidos por la concertino de la Filarmónica. Llegando al Scherzo Milton y OFM levantaron una escenografía musical orgánica gracias a las precisas entradas de la batuta que dejaba el suficiente espacio al excepcional trabajo de las maderas de la orquesta. Para la conclusión, y nuevamente con el trabajo de los profesores de la OFM, el crescendo que reserva el compositor para el movimiento de cierre daba el toque final a una interpretación sencillamente reveladora en una palabra, visionaria.