Balance

Aciertos y desaciertos del Festival nuestro

Carol Rodríguez Colás, directora de «Chavalas», podría ser la sucesora de Pilar Palomero («Las niñas»)

La directora de «Chavalas», Carol Rodríguez Colás.

La directora de «Chavalas», Carol Rodríguez Colás. / DANIEL PÉREZ/EFE

Eduardo Parra

Algunos pensarían que tras la llegada de esta nueva normalidad la vigésimo cuarta edición del Festival de Málaga sería diferente a la del año pasado pero no ha sido así. El festival sigue siendo nuestro, sigue siendo Málaga y, como tal, como si de un espejo de tratara, la relación que tiene la ciudadanía con el momento histórico que estamos viviendo. Sin alfombra roja, con escasa presencia de estrellas de primer nivel, con una ciudad desapegada de toda celebración, incluida la de la propia asistencia a las salas, la fiesta del cine malagueño ha acabado convirtiéndose en una copia del año pasado pero con aún más protocolos de seguridad (todos agradecidos) y menos en su propuesta cinematográfica. Vamos con las claves del certamen desde la sección oficial a concurso:

1) La acertada decisión de presentar obras como Destello bravío y El ventre del mar en la competición. Cine alejado de la apariencia comercial por la que está caracterizado el festival Atresmedia. No olvidemos las palabras de Villaronga: «El festival de Málaga puede convertirse en el mejor festival de habla castellana si es capaz de compaginar películas comerciales con otro tipo de cine más complejo». Amén.

2) La mirada de Carol Rodríguez Colás en Chavalas. Una visión sobre lo femenino sin complejos capaz de desmontar todos los estereotipos de las típicas comedias de chicas a las que estábamos acostumbrados y sin toxicilidad masculina para crear tramas. Un acierto. Carol Rodríguez dibuja, como ya lo hizo Pilar Palomero el año pasado con Las niñas, una línea en el horizonte a la que se podrán acercar todos y todas las cineastas futuras ahora ávidos y ávidas de referentes.

3) La decisión errónea de incluir en Sección Oficial dos películas malagueñas como La casa de caracol y Hombre muerto no sabe vivir. En la primera, Macarena Astorga no alcanza los niveles a los que sus anteriores trabajos nos tenían acostumbrados; aún así, su manejo tras la cámara es capaz de dejarnos un poso de cineasta sin complejos y en estado emergente con otra película a punto de rodarse y la tercera en preproducción. Lo contrario que Ezekiel, consagrado tras esta edición como el director de mayor ego de todo el festival, soberbio e incapaz de interpretar la realidad que correspondía al lugar en que estaba.

4) El fracaso de Ama como fórmula de la CocaCola del cine de autor. Lo de mujer sola con niño/a andando sin destino por la calle puede que parezca suficiente para empatizar con el público y colarse en cualquier festival de autor, pero el Dios del cine es muy sabio y sabe distinguir la mentira de la honestidad. Y Ama requería una visión honesta en su autoría. La película de Júlia de Paz Solvas manifiesta la torpeza de algunos cineastas al acercarse a un cine que tenga más que ver con la realidad y acaba siendo una película sin clímax y desesperanzadora. Una Techo y comida lowcost con un personaje protagonista a la que resulta tan fácil odiar junto a una niña que no representa en su conducta toda la verdad por la que está pasando.

5) Por qué Dos y Lucas han acabado en Zonazine mientras que Mulher oceano y 15 horas se han colado en Sección Oficial. Obras estas últimas de dudable calidad incapaces de alcanzar el nivel que el cine latinoamericano nos ha brindado estos años.