Música

Sokolov: el dios callado del piano impartirá su misterio en Málaga

El músico ruso, uno de los instrumentistas más reverenciados de la clásica actual, ofrecerá dos recitales en el Palacio de Ferias y Congresos los días 2 y 3 de julio.

Sokolov, en una imagen de archivo

Sokolov, en una imagen de archivo / Klaus Rudolph

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

No habla, no mira al público ni sonríe, no presenta sus bises, se niega a tocar a Liszt y Wagner «por razones humanas y musicales». Para Grigory Sokolov la música es un misterio que no debe ser desvelado sino vivido, o, en sus propias palabras, en una rara entrevista concedida a 'Die Zeit', «un universo paralelo a la realidad». Sólo él y su Steinway. El Palacio de Ferias y Congresos de Málaga recibirá al ruso los días 2 y 3 de julio, todo un acontecimiento para los melómanos de la Costa del Sol, una oportunidad extraordinaria para adentrarse en el misterio de uno de los mejores instrumentistas de la actualidad.

Sokolov (San Petersburgo, 1950) vive para la música. Cuando tiene concierto, estudia esa manaña entre cinco y seis horas; además, dicen, revisa meticulosamente el Steinway que se le haya facilitado (aseguran quienes conocen al pianista que conoce más los intríngulis técnicos del instrumento que muchos de los que los fabrican); fíjense hasta qué detalle lo controla todo el ruso: «Para mí en un recital se establece una relación entre el piano y yo, nada que ver con el público. Por eso ilumino muy tenuemente, no por cuestiones estéticas. Además, técnicamente, el resultado es mejor. Cuando hay un exceso de calor sobre el piano se resiente su sonoridad», aseguró en una entrevista con 'El Cultural'.

Los aficionados revelerencian a Grigory Sokolov como un auténtico dios de las blancas y negras. A él, como habrán podido adivinar, no le importa demasiado la opinión de los demás: «La música nace en el mundo interior del artista y se materializa en la interpretación. Es a mí mismo a quien no debo defraudar. Eso es lo que espero de mí», suele decir cuando se le pregunta por la exigencia de sus seguidores. Por eso su arte es estrictamente individual y él, a diferencia de otros virtuosos, prefiere impartir misterio a magisterio. Quien busque en sus intérpretaciones cánones y escuelas lo lleva claro:«Hay que tener valentía y coraje para ser siempre uno mismo e imponerse sobre tanta tradición, tantas escuelas y tantos aspectos castradores. Es preciso huir de los estereotipos. Todo lo demás no es arte: es simplemente escuela. Son los grandes artistas los que crean sus propias escuelas, los que son capaces de independizarse de ellas y trascenderlas. El mundo interior es infinitamente más grande que un país, que una tradición, que un planeta».

Un crítico resumió en una ocasión que el arte del pianista ruso es «volcánico, maravilloso y versátil». Si quieren comprobarlo, busquen las no demasiadas grabaciones de Sokolov: las no demasiado abundantes referencias que componen su discografía han sido los pocos registros de sus recitales que ha permitido el de San Petersburgo, bastante alérgico a los estudios por aquello de su entorno más aséptico y clínico. Eso sí, se cuenta que el sello con el que colabora, Naïve, suele grabar unos 70 conciertos del ruso al año. «Cuando muera, podréis publicar los que queráis», ha dicho.

Pero, sobre todo, si quieren saber a qué suena el enigma Sokolov, pueden acudir al Palacio de Ferias y Congresos. Ahí verán a un hombre tímido y austero (algunos han comparado sus ademanes con los de un criado de casi cómica eficacia), que seguramente no les dirigirá la mirada ni un solo momento porque tiene cosas mucho más importantes de las que ocuparse: la música,  «un océano sin límites al que no le afectan ni el tiempo ni el espacio».