Aniversario

En los 100 años de García Baena

La voz del grupo Cántico se apagó en enero de 2018 pero no la de sus versos, ni mucho menos. El pasado 29 de junio, el cordobés que eligió ser malagueño durante más de 40 años, el ruiseñor nocturno que cantó a la sensualidad y a la fe, habría cumplido cien años, y el Centro Andaluz de las Letras lo celebrará la próxima semana en su tierra adoptiva con un puñado de interesantes actividades que recordarán, si hace falta, las razones de la importancia lírica del Príncipe de Asturias de las Letras de 1984

Pablo García Baena.

Pablo García Baena. / LUIS LORENZO

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Qué pena que Pablo García Baena no pueda celebrar el centenario de su nacimiento. Pero se fue en enero de 2018 tras nacer 94 años antes, un 29 de junio, y los perros ladraron a su muerte entre la niebla, entre el olvido, pájaro de lágrimas, como profetizó en sus versos. En realidad, él, «ruiseñor nocturno, capricho y galantía», sigue cantando los poemas bajo la luna desde las gargantas y los ojos de todos aquellos que se regocijan en el amor, la sensualidad, la fe y el peso de la palabra en sus versos. La semana que viene el Centro Andaluz de las Letras, la institución que lideró durante tantos años el cordobés que eligió ser malagueño, festejará el aniversario con una serie de actividades que servirán para (re)descubrir la vida y la obra de uno de los imprescindibles de la rima española del siglo XX.

El próximo martes, la sede del CAL acogerá la presentación de la publicación Pablo García Baena. Una aproximación de Salvador Gutiérrez Solís, «un sencillo y luminoso acercamiento dirigido a todos los que quieren saber quién es integrante del Grupo Cántico y de qué naturaleza está compuesta su poesía», según su responsable. Además, se reeditarán el catálogo de la exposición La vida es como un bosque, comisariada por José Infante, y la antología Un navío cargado de palomas y especias, realizada por el poeta y ensayista Guillermo Carnero.

Residencia

Málaga demostrará una vez más la semana que viene por qué fue la residencia escogida por el cordobés durante 40 años. De hecho, fue el homenaje de varios jóvenes poetas de Málaga como Infante, Rafael Merlo, Rafael Pérez Estrada y Rafael Ballesteros, entre otros, el que le animó a salir del silencio poético en que se había instalado por la falta de reconocimiento de su obra (confesó que estuvo diez años sin escribir ni un verso; se dedicó plenamente a su tienda de antigüedades de Benalmádena, El Baúl) y la disolución del grupo Cántico.

Así lo recordó García Baena: «Pepe Infante me dice: Tendrás que hacer un poema nuevo, porque llevas diez años sin escribir-. Y le contesté: Bueno, lo intentaré. y lo hice para ese momento. Entonces volví a abrir un grifo, aunque nunca he sido un poeta manantial, más bien venero (risas), y ya empecé a hacer una vida más dedicada a la poesía, que viene y va. Después llegaron premios, homenajes».

«Málaga era una ciudad que me encantaba desde niño, yo tengo fotografías donde estoy con un amiguillo en los Baños del Carmen. Iba con mi madre y mi tía Rosario; ellas se bañaban en los Baños de Apolo, una larga galería con bambúes llena de puertas tras las que había bañeras con agua del mar. Yo me quedaba sentado en los bancos entre los macetones. Me gustaba de niño Málaga, porque pasaban los tranvías tocando la campanilla, tin-tin-tin, porque estaba el mar, porque la gente se subía a un monte para ver los toros, porque se iba en vacaciones...», recordó en una reciente entrevista con el Diario de Córdoba.

«Málaga daba esa sensación de libertad que no veía en el resto del país. Era una ínsula, llena de extranjeros, que es el primer lugar que pisan en España tras la guerra. Las maravillosas suecas, que aunque suene a lago mítico había algo de verdad. Era como abrir un ventanal al mar y a la libertad del poder pasear por las playas en bañador, que estaba prohibido en muchas otras playas. Yo también me sentí como en biquini», definió para Cordópolis.

El fallo del Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 1984 resume a la perfección las principales características de la obra de Pablo García Baena, «su perseverancia en el cultivo de una actitud estética independiente» y «su influencia en las nuevas corrientes de la poesía española». No fue un poeta especialmente prolífico (él, a las claras, se consideraba «un poco vago») y sí muy coherente y de una forma y fondo muy identificables. Preguntado por si en su producción lírica todo estaba incluido en su primer poemario, Rumor oculto, dijo: «Mi mundo ha cambiado poco. He ido envejeciendo, pero hay cosas que no han cambiado nunca. Y una es Gabriel Miró, y otra es Juan Ramón y otra San Juan de la Cruz, y esos yo los conocía ya en aquel tiempo».

Pablo García Baena realizó los estudios primarios en el colegio Hermanos López Diéguez y posteriormente el bachillerato en el Colegio Francés, con los Maristas, y en el Colegio de la Asunción. Cursó estudios de Dibujo e Historia del Arte en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, donde comienza su relación con el pintor y escritor Ginés de Liébana. También entabla relación con el poeta Juan Bernier, quien le orienta y le descubre a Marcel Proust, Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda entre otros.

Su carrera literaria comienza con la publicación de poemas en la prensa local cordobesa, firmando bajo el seudónimo de Luis de Cárdenas o simplemente con una E mayúscula en periódicos como Caracola, El Español y en La Estafeta Literaria.

En el año 1946 publica su primer poemario, Rumor oculto, en la revista Fantasía. Al año siguiente tras haberse presentado sin éxito junto a su amigo Ricardo Molina al Premio Adonais de poesía, deciden fundar la revista Cántico, contando con la colaboración de los también poetas Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López y de los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana. Desde entonces conocidos como Grupo Cántico que ensalzaban la poesía barroca, exaltada y vitalista, su poesía influyó entre las generaciones más jóvenes sirviendo de puente entre los Novísimos y la Generación del 27. La revista que está en funcionamiento entre los años 1947 y 1957 se convierte en una de las más importantes de la Postguerra.

Entre 1958 y 1971 se produce un parón en su producción literaria que aprovecha para en 1964, junto con otros amigos, viajar por la Costa Azul francesa, la Riviera italiana, Milán, Florencia, Venecia, Roma, Nápoles, Capri, Atenas, Delfos, Athos, El Cairo y Alejandría, y algunos viajes ocasionales a Florida y Nueva York. Finalmente vuelve a escribir compaginándolo con su trabajo como anticuario en Benalmádena, donde reside entre 1965 y 2004 año en el que vuelve a fijar su residencia en su ciudad natal.

Pepe Infante, quizás el mejor divulgador de la obra de García Baena, y Rafael Inglada publicaron una serie de poemas inéditos a modo póstumo en Claroscuro (escritos ya cuando el autor apenas veía y podía escribir), con versos como éstos en los que el cordobés ya se sabía pronto sombra dispuesta «a ir en paz hacia el silencio».