Entrevista

Fernando Aramburu: "Me gusta meter el dedo en la llaga, sobre todo en época de tabúes"

Tras lograr un gran éxito con 'Patria', el escritor presenta su nueva obra 'Los vencejos', de 700 páginas y con el suicidio como trasfondo

El escritor Fernando Aramburu.

El escritor Fernando Aramburu. / EP

EFE

Fernando Aramburu reconoce que le gusta meter el dedo en la llaga en sus novelas, sobre todo en esta época en la que hay "numerosos ciudadanos empeñados en rehacer tabúes, poner límites y fomentar restricciones": lo hizo con el terrorismo en 'Patria' y ahora con el suicidio en 'Los vencejos'.

Tabúes que ponen al novelista en una situación propicia para, por medio de las historias que cuenta, provocar una réplica en el lector, ha asegurado Aramburu (San Sebastián, 1959) en una entrevista con Efe este martes, cuando ha llegado a las librerías 'Los vencejos', publicada por Tusquets.

Cinco años han pasado desde que Aramburu publicó su premiada y exitosa novela 'Patria', un fenómeno literario y social, traducida a 34 lenguas y que fue llevada a una serie de televisión. Un éxito que, dice, le absorbió mucho pero ante el que tuvo un antídoto, la serenidad.

"No juego a la carta del éxito. No necesito el éxito, aunque si viene es bienvenido. De hecho después de 'Patria', escribí tres libros que eran todo lo contrario a comerciales. Y me las arreglé para que 'Patria' no vertiera su sombra encima del escritorio", asegura.

Tres años ha tardado en escribir 'Los vencejos', de 700 páginas, aunque se había dado un plazo de cinco, pero la pandemia le permitió una dedicación a la escritura como no había podido permitirse en anteriores novelas, asegura el escritor que vive en Alemania.

Fueron dos los "estímulos iniciales" que tuvo para idear su historia: reflexionar sobre el papel del varón en la época post patriarcal y la conciencia de la muerte segura en un plazo.

Porque esta novela está protagonizada por Toni, un hombre de 55 años, divorciado y con un hijo, profesor de un instituto madrileño. Huraño y decepcionado con el mundo, cree que ya no merece la pena seguir y se pone una fecha para quitarse la vida. Será en el plazo de un año y, a la llegada de los vencejos, en primavera, sabrá si ha tomado la decisión correcta.

En los 365 días que transcurren en esta cuenta atrás, Toni se va deshaciendo de sus pertenencias y escribiendo un diario en el que repasa, sin filtros, lo que ha sido su vida.

"Antes de ponerme a la tarea me propuse ofrecer a los lectores, como si fuera un libro abierto totalmente, como un animal diseccionado o un escaparate lleno de luz, toda la intimidad de un ser humano, es decir que el lector es convocado a conocer hasta la última rueda catalina de su intimidad. No solamente a su pasado, a su historia familiar sino también a sus pensamientos, a sus contradicciones, a sus temores, debilidades", recalca Aramburu.

Se trata de "una larga confesión escrita por un individuo que está convencido de que nadie va a leer lo que está escribiendo. Y así, como en su vida diaria es un aficionado al disimulo, sabe callar, esconder y mentir, cuando está solo por las noches ante su hoja de papel se derrama enteramente. No se pone freno, no hay límites", agrega el escritor.

Para su creador, Toni es resultado de su época: un varón en época de postpatriarcado, que goza de salud, tiene una fuente de ingresos y dispone de unas ciertas comodidades pero que aún así es un hombre insatisfecho, que no hace pie en la época que le ha tocado vivir, marcado desde la infancia y que no ha recibido una educación sentimental adecuada.

Los recuerdos y sentimientos que le despiertan la relación con sus padres y su hermano, su matrimonio fallido, su hijo Nikita, las conversaciones su amigo Patachula y con una antigua novia, los paseos con su perra y la muñeca hinchable que le espera en casa componen este diario íntimo de Toni, lleno también de humor negro e ironía, porque, señala el autor, su humor va con él.

¿Y por qué se quiere suicidar Toni?: "Mi sospecha es que este hombre desearía vivir algo grande en su vida. Es una conclusión a la que he llegado después de poner el punto final a la novela", dice Aramburu.

Un hombre que, a pesar de haber puesto fecha a su muerte y por eso se podría permitir cualquier crimen, puesto que no va a haber tiempo para el castigo, no deja de ser moral en ningún momento, recalca.

"Los vencejos" transcurre en Madrid porque le parecía el escenario ideal para describir el ambiente social de la España actual y porque en esta ciudad, que visita con frecuencia, hay "mucho barullo, mucha peripecia y eso para un novelista es una bicoca". Pero también porque quería abordar un proyecto literario que no tuviera que ver con su País Vasco natal.

Aunque garantiza que, si sigue escribiendo, es muy difícil que no vuelva a tratar de la gente de su tierra.

"Dudo mucho que no vuelva a escribir sobre gentes vascas de la época en la que me tocó vivir, que fue sangrienta y trágica. Y noto que las manos quieren volver a abordar el asunto, pero no de una manera precipitada, porque esto es de cocción lenta, y necesito un estímulo fuerte para sentarme al escritorio y tirarme otro par de años".