Humor

Ignatius Farray: «Si no hubiera límites en el humor, yo estaría perdidísimo»

Dice que ver la parte cómica del mundo es su «modo de ahuyentar la melancolía y regular la circulación». El rompedor humorista, para muchos lo más cerca que ha estado el stand up español a grandes como Richard Pryor, lo demostrará mañana en el Marenostrum de Fuengirola, con una hora y media larga paranoide, eufórica, bizarra y existencialista

Una imagen de archivo del cómico canario Ignatius Farray.

Una imagen de archivo del cómico canario Ignatius Farray. / COMEDY CENTRAL

Marisa de Dios

Ignatius Farray no es un cómico al uso, si es que realmente los hay. El tinerfeño que se aficionó a chupar pezones en sus espectáculos y que descolocaba al público como el Loco de las Coles de La hora chanante puede un día irrumpir a lo Rambo en La resistencia acuchillando el famoso sofá del late night show de Movistar+ y luego ponerse a tocar un provocador postpunk cristiano con su grupo Petróleo, acompañado a la batería por David Broncano, con el que también colabora en la radio en La vida moderna de la cadena SER. La comedia me salvó la vida es el monólogo que le llevará mañana al Marenostrum de Fuengirola; un relato de sus vivencias y opiniones con la fe de que la risa, tarde o temprano, llegará.

Los monólogos de Ignatius va de los distintos dramas a los que se enfrenta el ser humano. Él, como cualquier hijo de vecino, también tiene los suyos. «Soy una persona muy miedosa y con mucha ansiedad», reconoce quien confiesa que durante algunos meses de la pandemia se encontró «en un hoyo». «Mi manera de enfrentarme al escenario es desde la histeria, el pánico y perdiendo el control», explica un cómico totalmente autocrítico. «Los dos sentimientos básicos que siento después de mis actuaciones son el arrepentimiento y el remordimiento. Siempre pienso que debí haber dicho otras cosas, que pude haberme mostrado más cómplice para que se me entendiera. Porque, por supuesto, no hay ninguna maldad detrás de mi comedia. Muchas veces he sido el primero en meter la pata y derrapar. Pero eso no significa que no vaya a seguir intentándolo hasta que me salga bien», recalca.

Por eso tiene tan claro que los límites del humor son, para él, esenciales... y muy prácticos. «De verdad, yo estaría perdidísimo si no hubiera límites. En el fondo, un límite no es más que una pared que puedes empujar para ensancharla. Así que conocer dónde están los límites yo lo vivo más como un estímulo que como una censura», afirma. Lo que sí que defiende es que un cómico pueda hablar de cualquier cosa. «Me molesta cuando se habla de ciertos temas y se entiende que te estás riendo de ellos, como cuando hablas de ciertos grupos sociales desfavorecidos o temas delicados. Y para nada, lo que haces es trascenderlos», subraya.

Para él, el problema es que últimamente se ve la comedia «como un lugar de confrontación, cuando su fin último es todo lo contrario, la conciliación». «Cuando dos personas se ríen juntas de algo, eso está incluso por encima de las ideologías», reflexiona. Lo dice alguien que bautizó su espectáculo con un título tan explícito como La comedia salvó mi vida. «Soy una persona muy cobarde y nunca pensé que me atrevería a subirme a un escenario. Creo que lo que hice fue llevar mi propia vida a un punto en el que me encontraba realmente contra las cuerdas y no tenía nada que perder porque no tenía un plan B. Como ya había tocado fondo, eso me permitió dedicarme a la comedia y de ahí el título», razona.

Esa trascendental decisión que cambió su futuro se fraguó hace unos años, cuando trabajaba en Londres haciendo turnos de noche como camarero en un hotel frecuentado nada menos que por la Reina Madre a la que, eso sí, no llegó a conocer. «Empecé a ir a comedy clubs y fui convenciéndome, engañándome a mí mismo, de que yo era capaz de hacerlo cuando volviera a España», rememora.

Y la cosa no le ha ido mal desde entonces: espectáculos de humor en el teatro y en la tele, una sitcom como El fin de la comedia nominada al Emmy Internacional, un Ondas por el programa de radio La vida moderna, un libro autobiográfico (Vive como un mendigo. Baila como un rey) al que ahora pretende sumarle un cómic, colaboraciones en Late motiv y La resistencia... Además de una banda musical salida del late night de David Broncano, Petróleo. «Empezó siendo algo para el programa, pero entonces nos propusieron grabar discos, ir a tocar a salas, a festivales... El grupo empezó a tener una vida real paralela a la de La resistencia y totalmente inesperada», recuerda.

«Es algo muy punky. Llegamos al programa con un tema cogido por alfileres y Broncano se entera 30 segundos antes de qué va la canción para intentar seguirnos a la batería. Esa sensación de frescura y locura es muy estimulante», asegura. «Cuando tocamos en las salas, la gente se espera un espectáculo de comedia pero luego se sorprende porque suena bien. El mérito es de Luis Miguel Petróleo y del resto de compañeros, que son músicos que llevan 15 ó 20 años tocando con su banda, Tigres Leones», reconoce.

Su estilo, como no podía ser menos viniendo de Ignatius, tampoco es nada corriente. «Decimos que hacemos postpunk cristiano porque las letras que me salen son un poco existencialistas», considera Farray, de quien parece que su hijo de 11 años ha heredado su humor. «Me vacila mucho, es muy agudo. La comedia sirve para crear un vínculo especial entre dos personas y yo he tenido la suerte de experimentarlo con mi hijo», afirma, orgulloso.