Toros

Los rejones marcaron el regreso de los toros a Ronda con un triunfal festejo

Volviendo a las fechas tradicionales de su Feria de Pedro Romero, este año sin feria, las reses de Fermín Bohórquez salían entre las pilastras que abren paso al histórico ruedo para recordar los orígenes de esta emblemática construcción

Daniel Herrera

Ronda, cuna del toreo, recuperaba su actividad taurina a caballo. Siguiendo los pasos de su Real Maestranza de Caballería, un festejo de rejones abría la sesión doble programada para este sábado 4 de septiembre.

Volviendo a las fechas tradicionales de su Feria de Pedro Romero, este año sin feria, las reses de Fermín Bohórquez salían entre las pilastras que abren paso al histórico ruedo para recordar los orígenes de esta emblemática construcción.

El buen juego de estos astados facilitó una entretenida mañana en la que el fallo con los aceros privó incluso del corte de algún que otro trofeo más, como le sucedería a Leonardo en el que abría plaza tras una lucida actuación en banderillas, brillando en colocación y forma de ejecutar la suerte. En su segundo seguía la misma línea, con momentos estelares con Xarope, y esta vez aseguraba con un efectivo rejón de muerte que le garantizaba las dos orejas.

39 Corrida Rondeña de Rejones. Plaza de Toros de Ronda. 

  • Se lidiaron toros de Fermín Bohórquez, bien presentados y de buen juego.
  • Leonardo Hernández, ovación y dos orejas.
  • Andrés Romero, oreja y dos orejas.
  • Lea Vicens, ovación y dos orejas.
  • Menos de media plaza del aforo permitido.

Antes, el primero trofeo de la corrida lo paseaba el onubense Andrés Romero, que hizo valer su monta espectacular más allá de su forma de afrontar el embroque, abusando de colocar los castigos a la grupa. Más solida fue su faena al quinto, bien estructurada y acertada en la colocación de los castigos, y con instantes de gran lucimiento con Guajiro. Ratificaba su triunfo con dos nuevas orejas.

De menos a más fue la labor de Lea Vicens con el tercero de la tarde. Tras un comienzo atropellado, supo cogerle la velocidad al animal para ir ganando en prestancia en banderillas y rosas. Perdió toda opción de premio por atragantársele el descabello, y se lo jugaba todo a una carta con el sexto y último. Tras otra labor un tanto irregular, con momentos elegantes pero pecando de excesivos fallos en la colocación, esta vez sí que dejaba un rejón de muerte en lo alto y le permitía cortar las dos orejas que necesitaba para compartir triunfo con sus compañeros.