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Para quedarnos en la casa de poemas de Gamel Woolsey

La autora de Málaga en llamas, la crónica de la Guerra Civil en la tierra en la que se afincó, ha quedado siempre a la sombra de su marido, el hispanista británico Gerard Brenan. Ahora, la Casa Brenan ha compilado la poesía completa de la norteamericana en un volumen con enjundia y de más de 500 páginas, Más allá de la Tierra Media. Un importante paso más para que deje de ser una escritora secreta. Woolsey firmó seis poemarios pero sólo uno lo publicó en vida. El rechazo de T.S. Eliot de uno de sus libros la llevó al desánimo, que, unido al alcoholismo, hicieron que desistiera

La escritora Gamel Woolsey y la portada de «Más allá de la Tierra Media».

La escritora Gamel Woolsey y la portada de «Más allá de la Tierra Media». / víctor a gómez. málaga

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

«Ha habido un levantamiento y han prendido fuego a la ciudad. Bajo una capa de humo, Málaga yacía a lo largo de la bahía. El humo ocultaba la ciudad y avanzaba sobre el mar. Málaga se estaba quemando». Es uno de los pasajes más conocidos de Málaga en llamas (o El otro reino de la muerte), el libro de la periodista y escritora norteamericana Gamel Woolsey, la esposa de Gerald Brenan, que a punto estuvo de llegar al cine de la mano de Antonio Banderas. Hábil narradora, perspicaz testigo de sus alrededores, su obra es exigua y poco conocida, pero, afortunadamente, desde la Casa Gerald Brenan se han puesto manos a la obra y acaban de editar Más allá de la Tierra Media, la edición en español de su obra poética de la mano de Renacimiento. Más de 500 páginas que servirán para (re)descubrir a una escritora relegada al olvido.

Porque Gamel Woolsey (1895-1968) sigue siendo, lamentamente, una nota a pie de página en la Historia cultural, siempre supeditada a la figura de su marido. Perteneció a una familia pudiente de Estados Unidos, propietaria de una plantación en Carolina del Sur pero también seno de Susan Coolidge, una estimada autora de libros para niños. Una tuberculosis a los 20 años terminó reconfigurando su personalidad: al superarla, Gamel (en realidad, Elizabeth Gammell Woolsey) había desarrollado un carácter más melancólico y una obsesión por el ámbito intelectual y literario de la vida; se trasladó a Nueva York para vivir la vida bohemia, quiso ser actriz y publicó su primer poema en el New York Evening Post.

Middle Earth (Tierra Media) fue el único poemario que publicó en vida. «No es tarea sencilla hurgar en la obra de una escritora secreta como Gamel Woolsey. Su dispersión literaria y vital es manifiesta, colocando siempre en entredicho la datación y compilación de una producción poética, en gran parte, póstuma. No fue hasta después de la muerte de Gamel Woolsey, en 1968, cuando Gerald Brenan impulsó una recuperación exprés de la literatura de su esposa», apuntan los responsables de la flamante antológica, Alfredo Taján, director de la Casa Gerard Brenan, y Carlos Pránger, albacea de la obra de Brenan y traductor de este volumen.

Para quedarnos en la casa de poemas de Gamel Woolsey

Para quedarnos en la casa de poemas de Gamel Woolsey /

Aseguran quienes la conocieron que Gamel Woolsey fue, a pesar de, o quizás precisamente por ella, su timidez, su continuo estar en el limbo y una permanente nostalgia de lo que no fue, una mujer de un atractivo personal extraordinario. Por la casa de Churriana donde residían Brenan y Woolsey pasan intelectuales, actores, escritores tan icónicos como Bertrand Russell, Laurence Olivier, Viven Leigh, Paul Bowles, Jean Cocteau o Ernest Hemingway. Cuenta Taján que «todos los que conocieron a Gamel se enamoraban de ella»: «Gamel le decía a su marido: Nuestros amigos dicen que van a venir por una semana, y se quedan tres meses...». Entonces, ¿por qué sigue siendo una escritora tan secreta? El rechazo del gran T.S. Eliot a lanzar su segundo poemario la desanimó y su caída en el alcoholismo hizo que desistiera de buscar su espacio en el mundo literario. Pero ella siguió escribiendo poemas, ya para sí misma y los más cercanos. Hoy, por fin, gracias a la Casa Gerald Brenan, para todos y todas.