El proyecto formativo liderado por la Filarmónica de Málaga volvía a tomar forma el pasado jueves con un concierto de presentación de la que es ya la sexta promoción de alumnos que han desfilado a lo lo largo de la Joven Orquesta Barroca de Andalucía desde su primera singladura. La JOBA llega a su sexta convocatoria y hacía su puesta de largo con una propuesta tan atractiva como programa de concierto, como ambiciosa en su planteamiento musicológico. Un viaje que recorría los tres principales focos de influencia de lo que conocemos como la escuela barroca italiana de música. En el corazón, las aportaciones a la forma de la escuela veneciana encarnada en Vivaldi, la Roma de Corelli hasta el Nápoles de A. Scarlatti y subrayar la importancia y proyección de la escuela italiano sobre el continente de la mano de Geminiani.

Este primer programa de presentación de la nueva promoción de la JOBA quiso también ahondar en una de las formas musicales más trascendentes de la historia de la música, el concierto y con él una figura emergente que llega hasta nuestros días como es la figura del solista o virtuoso. Con estos mimbres, el maestro H. Kurosaki responsable musical de este primer concierto arrancaba con una página que vino a retratar los trasvases estéticos entre el gran género del barroco y la figura instrumental del concierto. La obertura L'Olimpiade, que abría el programa destacó por la emisión redonda y corpórea, una constante que estuvo presente a lo largo de todo el concierto.

Cinco tiempos articulan el séptimo Concerto Grosso del decisivo opus 6 de A. Corelli, momento para entrar en materia y conocer de primera mano la capacidad de diálogo del conjunto coincidente con la conformación o construcción de la orquesta barroca como también y en un segundo nivel, el reparto de funciones entre solista para la ocasión el trío formado por dos violines y el cello de una joven chelista que no dejó de sorprender a la largo de la interpretación junto al maestro H. Kurosaki en la doble función de concertino-director y solista. Kurosaki destacó acentos y se apoyaría en todo momento en la inflexión que marca la mera lectura de la interpretación convincente.

De la Roma de Corelli el concierto daba un salto hasta el Nápoles de otro gran maestro A. Scarlatti en el que Kurosaki junto a la participación de V. Sánchez abordaron las conexiones del Concerto grosso nº 3 con la tradición encarnada por Corelli con la luminosidad de las tonalidades mayores sobre las que ahonda el maestro napolitano. La presencia de ambos solistas en el escenario del Edgar Neville se vería también reforzada por la interpretación de una segunda página para dos violines solistas de la mano de Vivaldi y el número ocho de su opus 3 con un curioso espacio para un tercer instrumento en diálogo como el cello.

Esta particular retrospectiva concluía con el conocido Concerto grosso número cinco de F. Geminiani que hablaba y dialogaba entorno a la danza -la folia- y la variación como espacio creado para el desarrollo y lucimiento de los solistas.

Con este primer encuentro continúa la apuesta de la OFM por poner en valor un repertorio único pero también ahondar en el talento aportando un incentivo formativo de primer nivel.