Entrevista | Paloma Sánchez-Garnica Escritora, finalista del Planeta con «Últimos días en Berlín»

«La lectura es la puerta por la que podemos llegar a comprender el mundo en el que vivimos»

Embarcada en una gira «de estrella del rock» de firmas y presentaciones, la escritora madrileña presenta una historia de amor, «en todas sus vertientes», ambientada en los totalitarismos que marcaron los años 30 en Europa

Una imagen reciente de Paloma Sánchez-Garnica. | G. AYERBE

Una imagen reciente de Paloma Sánchez-Garnica. | G. AYERBE / G. AYERBE

Sergio H. Valgañón

Embarcada en una gira «de estrella del rock» de firmas y presentaciones, la escritora madrileña Paloma Sánchez-Garnica presenta una historia de amor, «en todas sus vertientes», ambientada en los totalitarismos que marcaron los años 30 en Europa. La autora protagonizará este jueves uno de los Encuentros Planetarios organizados en el CAC por la Fundación Rafael Pérez Estrada

¿Cómo vive estos meses de locura planetaria?

He disfrutado desde el primer momento, desde que dijeron mi nombre y le di un beso a mi marido. Estoy en un momento de disfrute absoluto porque me lo he impuesto a mí misma. Solo quiero pasarlo bien y celebrar el galardón. Sé que el sello Premio Planeta me va a ayudar a llegar a lectores que, de otra manera, no se habrían acercado a mis libros.

¿El fenómeno Carmen Mola la ha eclipsado?

Creo que al contrario, porque se ha hablado mucho del Planeta y del libro, de literatura. El debate y la polémica son la mejor campaña de marketing, porque tienen que hablar de uno, aunque sea mal. Creo que estamos a la par: su novela es muy potente pero yo tengo mucha confianza en la mía. El único problema que he tenido fue al recoger el premio y que apareciesen los tres, me preguntaba cómo nos íbamos a apañar los cuatro en la foto.

¿Qué se va a encontrar el lector en Últimos días en Berlín?

Es una historia de vidas cotidianas en una época devastadora pero fundamental. Es una historia de amor en todo el sentido del concepto: amor hacia una madre, entre hermanos, de pareja, amistad... Es una novela de amor, amistad y de las consecuencias que tiene el totalitarismo en los individuos. Hay miedo, hambre y culpa, hay seres humanos que gestionan sus vidas en unas condiciones determinadas, con unos valores determinados.

Se atreve a criticar los posturas en una sociedad como la actual, que nos obliga a la polarización.

Es demostrar los problemas de la polarización, sobre todo en Alemania, porque en Rusia no hubo ese proceso tras la revolución. Es una moneda con dos caras: por un lado, el ascenso del nazismo, explicar cómo ocurrió aquello, en una sociedad civilizada algo parecida a la que podemos tener nosotros ahora. La manipulación, el odio al diferente, el control de la propaganda y el porvenir del Stalinismo, la llegada del futuro y del socialismo que estaba construyendo, y como nunca llegaba nada. Esas dos caras me interesaban, porque los dos extremos se tocan al condicionar la vida de tantos millones de personas.

¿Puede ser Últimos días en Berlín una advertencia?

Nuestra sociedad actual no se parece tanto, pero no podemos olvidar que hay lugares, como algunos países de Latinoamérica o el caso de Afganistán, que están en esas frágiles situaciones. No podemos dejar de lado que siempre pueden ocurrirnos cosas de este estilo. La literatura puede convertirse en un instrumento muy válido con el que establecer este diálogo con el pasado y entender lo qué sucedió y poder estar alerta en el presente y conseguir que no vuelva a suceder. La lectura crea ciudadanos libres, con capacidad de criterio y sin darle capacidad al poder de arrebatarnos esta situación.

¿La búsqueda del pensamiento crítico es uno de sus objetivos como escritora?

Creo que es el objetivo de toda la literatura. La lectura es la puerta por la que podemos llegar a comprender el mundo en el que vivimos. No quiero dar lecciones, pero yo cuando leo entiendo cosas y escribo porque quiero aprender. Ojalá a través de estos personajes y de esta ficción pueda dar mi granito de arena para explicar a la gente que estas cosas sucedieron de verdad. No quiero decir que un gran lector sea buena persona, pero sí creo que la literatura hace mejores personas.

¿Últimos días en Berlín es una novela histórica?

Creo que no. Porque para mí la novela histórica se debe centrar en personajes históricos o tener un relato en torno a un hecho concreto de la historia. He elegido una época concreta peor he contado la historia de personajes desconocidos, con los que obligó al lector a meterse en la casa de particulares y conocer cómo esas familiares vivieron el ascenso del nazismo y del stalinismo. Pongo a personajes con minúscula en un período convulso. Como dicen, la historia trata los hechos y la literatura se interesa por los sentimientos. Y yo he hecho eso.

¿Se prefieren hoy las historias de personas convencionales?

Creo que hay de todo. Las novelas de Santiago Posteguillo triunfan y pueden ayudar a entrar en una época que, a través de ensayos, costaría más entrar. Él debe mantener unos hechos históricos inamovibles. Yo creo que hay lectores para todo, gente que cada quince días va a su librería y coge un género distinto. Lo bueno del libro es que no tiene competencia, y se trata de eso: hay que hacer buenos libros para atraer a los lectores. Y el Premio Planeta es una oportunidad para llegar a más lectores.

¿El sello del Planeta aumenta la exigencia del público?

Mi exigencia me la pongo yo. Tengo absoluta libertad personal para escribir. Mi ambición es que siempre la siguiente novela tiene que ser la mejor. Cuando comience con la siguiente, me vuelco en que sea la mejor que he escrito. Necesito apasionarme en cada libro que comienzo: como lectora, abandono los libros que no me llenan y, como escritora, abandono las tramas que se me caen porque no me atraen lo suficiente.

Cerremos con el amor. ¿Tiene cabida el amor y las novelas de amor en una sociedad tan individualizada como la actual?

Siempre. Nos relacionamos de otra manera, debemos aceptarlo. Pero sigue habiendo sentimientos, porque somos seres humanos. Tenemos los mismos sentimientos, los mismos odios y las mismas manías que antes de toda la tecnología. Siempre hay sitio para el amor.