Música

¿El pop comercial hoy es más innovador?

La música comercial, durante décadas atenta a unos cánones tipificados, se ha abierto y se ha hecho más imprevisible, incorporando ideas experimentales y desafiando prejuicios

La cantante Billie Eilish

La cantante Billie Eilish / La Opinión

Jordi Bianciotto

Durante décadas hemos tendido a ver en el pop comercial, eso que identificamos con el anglicismo «mainstream», una autopista asociada a fórmulas de éxito acomodadas, sin riesgos ni relieves duraderos. Suspiramos una y otra vez recordando cómo, en otros tiempos, la música más avanzada (de los Beatles, Aretha Franklin o Stevie Wonder) podía ser a la vez la más popular. Pero ¿seguro que dejó de ser así?

La corriente principal lleva unos años mutando y bien puede transmitir ahora ideas audaces, al tiempo que se suavizan las fronteras de lo alternativo o underground, con cruces de caminos en diferentes direcciones. El auge del imaginario urbano, a partir del hip-hop, ha entrenado al oyente medio a escuchar canciones que no necesariamente deben disponer del estribillo canónico, donde el acento puede ponerse en la producción, la textura, la cadencia rítmica, el impacto de la palabra. En paralelo, el ‘hazlo tú mismo’ y el poder de las redes pueden catapultar al éxito global una obra tan oscura como la de Billie Eilish, que hace unos pocos años habría sido calificada de anticomercial.

Oyentes más receptivos

Desde las salas de máquinas del pop se habla de «cansancio» y «abuso» de los clichés que colonizaron el «mainstream» durante largo tiempo. «Hace 10 o 15 años llevaba una canción a las radiofórmulas y a las discográficas y la cantinela era siempre la misma: ya ha pasado un minuto y todavía no ha llegado el estribillo, la voz tiene que estar más alta…», explica Roger Rodés, productor e ingeniero de sonido, propietario (con Manu Guix) del estudio Medusa, avezado a trabajar con artistas del calibre de Shakira, Estopa, Rosalía o Nathy Peluso. Observa que «ahora hay más innovación y que el oyente es más receptivo a sonoridades distintas», como la propuesta por la jovencísima Eilish. «Esa producción con capas y capas vocales, el bombo a negras distorsionado con graves super subidos de tono, y el «reverb», todo eso escuchado con auriculares resulta muy fresco y rompe esquemas».

O la misma Rosalía, que, tras el tenebroso, finalmente comercialísimo, álbum 'El mal querer' (2019), combina números latinos facilitos con apuestas audaces, como 'Saoko', que mezcla reguetón, rap, graves obsesivos y un interludio jazz «avantgarde». «Es una declaración de que hace lo que le da la gana». A Rodés, el 'caso Rosalía' le hace pensar en su lejana producción de Nubla, la cantante catalana Luciana Carlevaro, con un aventurado álbum, 'Voayeur' (2006), que «ya fusionaba electrónica a lo Erykah Badu con palmas flamencas y jaleos», recuerda. «Pero no era todavía el momento para un disco así».

Single a single

Que el single, la canción suelta, centre ahora los focos más allá del álbum en el que termine (o no) integrándose, contribuye a espolear la inventiva y el sentido del riesgo: si una propuesta no logra calar en las redes como se preveía, se corrige la jugada en el siguiente lanzamiento y listos. Por ello, ahora estar atento a la rotación de canciones de éxito es una experiencia «más imprevisible» que antes, hace notar Xavier Dalmau, programador musical de Ràdio Flaixbac, estación que responde al «clásico Top 40 de tradición estadounidense».

El desafío lo tienen precisamente quienes tratan de establecer una identidad musical en torno a una oferta radiofónica. «Somos camaleónicos y queremos ser un termómetro de la actualidad musical», señala Dalmau. «Y es cierto que ahora hay más variedad y más sonoridades con las que jugar, pero puedes entrar en conflicto: en la radiofórmula tenemos que hacer compatible la balada de Adele y el tema pop de Rigoberta Bandini, y el reguetón, y el trap», géneros estos que pueden transmitir anticuerpos a los oyentes de cierta edad.

La «dictadura del clic»

Pero las canciones se viralizan ahora a través de Youtube o Tik Tok, encontrando sus segmentos de mercado sin depender de los planes que la radio reservara secularmente para ellas. Tiempo de «una dictadura del clic», apunta Dalmau, con canciones cada vez más cortas, de menos de tres minutos, encaminadas a buscar la «satisfacción inmediata» con su goteo de ganchos y una imposición del ritmo por encima de la melodía, fruto del influjo «urban». Para los programadores de radiofórmula clásica, el cambio de canon o, mejor dicho, el indicio de su disolución, es motivo de observación atenta. «La canción mainstream ha utilizado siempre la misma fórmula», concluye Dalmau. «Estrofa-estribillo, estrofa-estribillo, puente y estribillo final. Y ahora vemos que este esquema se está desmontando».

Ahora, el tema de éxito tanto puede ser una hipersensible balada al piano como «Hold on», de Adele, como una producción urbana de voces pitcheadas (subiéndolas o bajándolas una o dos octavas para que suenen «apitufadas» o muy graves), o un artefacto pop donde el estribillo, indica Roger Rodés, «lo pone una línea de voz, un riff de guitarra o un arreglo de cuerda». Y cuando piensas que la foto ya se ha movido por completo, llega Rauw Alejandro, adalid del reguetón, y arrasa con «Todo de ti», que no es sino un ejemplar de puro disco-pop diáfano de toda la vida, deslizando la idea de que estos son tiempos esquivos a las conclusiones lapidarias.

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