Cine

Cuando hubo una guerra de risas

Hace unos años, el guionista malagueño Jaime Noguera se topó con una de esas historias bizarras que tanto le gustan: un pueblo granadino, Huéscar, estuvo casi 200 años en guerra con Dinamarca; un conflicto bélico sin un disparo ni un sablazo ni tampoco bajas, claro, pero contienda declarada y que terminó con una fiesta en Granada con daneses disfrazados de vikingos. Como lo leen. Noguera se alió con el realizador Jorge Rivera y mañana estrenan en el Cine Albéniz (19.30) un documental sobre el descacharrante episodio, 'La guerra más larga'

Una imagen de la curiosa comitiva danesa para el armisticio

Una imagen de la curiosa comitiva danesa para el armisticio / Victor Gomez

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Estos días nos repugnan las imágenes de los bombardeos en Rusia, incrédulos por que en pleno siglo XXI siga vigente el concepto de guerra. Pero hubo una vez una guerra, en el siglo pasado, de carcajadas y sonrisas, quizás el conflicto más bizarro de la historia y seguramente el único en el que no se pegó ni un tiro y que terminó con una fiesta etílica y popular celebrada por los bandos rivales. Tras tres años de preparación, prologada por una campaña de crowdfunding, los malagueños Jaime Noguera y Jorge Rivera estrenan mañana en el Cine Albéniz 'La guerra más larga', un documental sobre la contienda más increíble de los libros: la historia de un pueblo granadino, Huéscar, que estuvo 172 años en guerra declarada contra Dinamarca.

Regresemos a principios del siglo XIX (les recomendamos que se agarren a sus asientos). La División del Norte del ejército español acudía a las costas danesas para apoyar la ambición de Napoleón e impedir el desembarco de las tropas británicas; cosas de las guerras y las alianzas, los hispanos que eran aliados de los galos terminaron siendo enemigos y acabaron pidiendo ayuda a los ingleses para poder salir de Dinamarca. En respuesta, España acuerda romper toda relación con el país escandinavo. El Ayuntamiento de Huéscar se tomó el asunto tan en serio que declaró unilateralmente la guerra al país de Hans Christian Andersen. Como suena. El alcalde de la localidad, Juan de Murcia y Montero, pidió a sus vecinos que «atacaran a las fuerzas danesas en cualquier parte que se hallen». No fue necesario.

El Tratado de París de 1814 hizo que las aguas volvieran a su cauce, sí, pero en Huéscar parece que no se enteraron. En 1981 un archivero del pueblo descubrió la declaración de guerra y se percató de que jamás se había firmado la paz. La cosa era de broma, o quizás no tanto: España aspiraba a entrar en la OTAN y aquel conflicto entre países miembros, aún sin baja alguna, lo complicaba todo. ¿Qué hacer? Los daneses y los españoles firmaron la paz formalmente, con una serie de festejos en el pueblo granadino el 11 de noviembre de 1981. 'Festejos' como sinónimo de cachondeo total: los delegados daneses se presentaron en el Ayuntamiento de Huéscar vestidos de vikingos y hubo mucho vino de la tierra.

Y es que a estas alturas todo era una broma privada ya entre el pueblo granadino y Dinamarca:durante años, a la entrada de Huéscar, hubo un letrero con la frase «Ojo, si es usted danés recuerde que entra en terreno enemigo. Si decide pasar, aténgase a las consecuencias». Broma, claro. Lo que no fue broma es lo siguiente: «En medio de las celebraciones por el singular armisticios, uno de los aguerridos oscenses se vino arriba (imagino que por efecto del vino) y le metió cuello a una de las danesas (que le sacaba una cabeza) de la comitiva. Se le vino la euforia a los pies cuando le dio unas palmaditas en el hombro el enorme marido de la valkiria. Afortunadamente, como en esta guerra, no pasó nada», recuerda Jorge Rivera. 

El masivo armisticio de 1981

El masivo armisticio de 1981 / La Opinión

Por no hablar del único prisionero del conflicto: «Un periodista de un medio danés pidió que le enseñasen los calabozos donde hubiesen estado los prisioneros de Guerra si los hubiese habido. Como una broma, se quiso hacer una foto con las esposas puestas tras los barrotes, y cuando se las hicieron, no conseguían quitárselas… así que Acabaron en un taller, el del Niño Martillo, que tuvo que emplear unas herramientas curiosas para solucionar el problema», relata Rivera. O de cómo los daneses han culpado durante dos siglos a los soldados españoles de la quema del castillo de Koldinghus (supuestamente para desembarazarse del frío) y un supuesto intento de rebelión de los españoles que se quedaron abandonados en Dinamarca: «El castillo ardió el 29 de marzo de 1808, eso es cierto, pero la causa fue otra, que contamos en el documental, y se echó la culpa a los españoles por conveniencia. Siempre es fácil echarle la culpa al elemento extraño de la sociedad. Igualmente con la rebelión: la historia es cierta, pero no llegó la sangre al río…».

Y como éstos, muchos episodios más que se recuperan en 'La guerra más larga'. «De cada entrevista surgían nuevos detalles y anécdotas, cada cual más pintoresca. Mientras teníamos un guión simpático, la historia estaba llena de meandros en los que apetecía quedarse. Hubo que reescribirlo todo», asegura Noguera.

Noguera y Rivera, durante la grabación del documental

Noguera y Rivera, durante la grabación del documental / La Opinión

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