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«Cadejo Blanco»: el camino de la violencia en Guatemala

El realizador estadounidense Justin Lerner debuta en el largometraje con un thriller sobre las maras del país, protagonizado por actores sacados de la calle y que escribieron sus propios diálogos

Justin Lerner y Karen Martínez, ayer en el Muelle Uno.

Justin Lerner y Karen Martínez, ayer en el Muelle Uno. / Gregorio Marrero

Alicia G. Arribas (EFE)

El estadounidense Justin Lerner aseguró ayer que, después de vivir seis años en un barrio marginal de Guatemala preparando su primera película, Cadejo blanco, no encuentra «diferencia alguna» entre los chavales de las maras y los chicos que pueblan las calles de Boston, donde viven sus padres.

«Lo único que los diferencia es haber nacido allí y tener o no tener oportunidades», aseguró ayer el realizador, que debuta en el festival de cine de Málaga con su ópera prima a concurso en la sección oficial.

En perfecto castellano, Lerner explicó que lo que ha pretendido con esta película, tan real que muchas de las cosas que cuenta son experiencias vividas por sus actores -sacados de la calle- es «llevar al espectador en este viaje, donde están las maras, pero también las imágenes de quiénes son estas personas».

«Queríamos conocer a la gente real que vive allí, que no son como se representan normalmente en las películas. Cuando estaba planeando esta historia, después de pasar unas semanas en Puerto Barrios, me di cuenta de los jóvenes con los que pasaba el rato por la noche, algunos estaban involucrados en esta vida, estas cosas ilegales, y yo tenía en mi mente una imagen muy distinta», recordó.

Nunca se había filmado en Puerto Barrios y es evidente, agrega, «que no podíamos evitar que la violencia estuviera tan presente, durante el rodaje perdimos a varios miembros del elenco», desvela el director.

Dedicó un año entero a buscar a los protagonistas y tres a redactar un guion que cambiaba con cada historia que le contaban esos jóvenes; al final, dice, «no hay ni una palabra escrita por mi, todo lo que dicen son sus propias palabras».

Se apoyó en un puñado de actores profesionales, entre ellos Karen Martínez y Brandon López, que ya estuvieron en Málaga con la película La jaula de oro, que sirvieron de coaches para los nuevos. «Lo primero fue elegir los que podría actuar, y luego familiarizarlos para que no se intimidaran con la cámara», explica Martínez. «Queríamos que fueran ellos, que se sintieran cómodos», añade.

La película bascula sobre el personaje de Martínez, Sarita, una muchacha que se infiltra en una peligrosa pandilla de jóvenes con la esperanza de encontrar a su hermana desaparecida. En su trayecto -durísimo-, descubre que «el dolor y la muerte se pueden volver revulsivos para que uno evolucione, para darse cuenta del bien que puede hacer matar».

Aunque la actriz colombiana se refiere a un capo, un personaje odioso que es eliminado, la reflexión se amplía a muchas personas que toman decisiones penosas para su gente; pero al final, reflexiona Martínez, «a veces pasa que sólo cambian uno por otro». Destaca la joven actriz el trabajo con el actor que da vida a Andrés, Rudy Wilfredo, un chaval que encontraron trabajando en un taller mecánico, porque «era particularmente vulnerable».