Literatura

Carlos G. Pranger: "El gran legado de Brenan es su capacidad de asombrarse"

"Brenan nunca deja de sorprender, porque siguen saliendo cosas, y él era un asombro constante"

Carlos G. Pranger

Carlos G. Pranger

José Luis Picón (EFE)

Carlos G. Pranger, investigador de la obra de Gerald Brenan, a quien considera su "abuelo", sigue sumando hallazgos al bucear en los documentos del hispanista, del que destaca que "uno de sus legados más importantes, además de todo lo que escribió sobre España, es la capacidad que tenía de asombrarse".

"Brenan nunca deja de sorprender, porque siguen saliendo cosas, y él era un asombro constante", afirma Pranger en una entrevista con Efe tras publicar el libro "Yo soy otro: Brenan y Rimbaud", sobre la honda huella del poeta francés en el hispanista británico.

En ese libro, editado por la Universidad de Almería, incluye el ensayo inédito de Brenan "Releyendo a Rimbaud", de 1945, con una primera parte autobiográfica "sobre la importancia que tuvo Rimbaud en su vida, que llegó a tal extremo que no lo leía solo por cuestiones estéticas, sino casi como si sus textos fueran oráculos, evangelios".

La segunda parte es un estudio comparado entre Rimbaud y San Juan de la Cruz, "a primera vista dos autores temática y temporalmente muy distantes, pero Brenan los vincula a través de la búsqueda de la visión, de lo absoluto, de una manera diferente, Rimbaud a través del consumo de ciertas sustancias y San Juan a través de lo ascético".

Pranger posee además el ejemplar de las obras completas de Rimbaud que acompañó a Brenan desde 1913, con numerosos subrayados y notas al pie manuscritas del hispanista.

"Empecé a ver a Rimbaud desde 1913 hasta el final de Brenan, no solo en su vida, sino también en su obra. En 'Al sur de Granada' hay una influencia poderosa, y también en la novela 'Jack Robinson' y en 'El laberinto español'", resalta Pranger.

Brenan llegó a Rimbaud de la mano de su amigo John Hope-Johnstone, quien en Alemania le dijo que había descubierto a un poeta francés que le podía interesar.

"Leyó sus libros y la identificación fue tremenda. Incluso lo imitaba, y se iba a la Selva Negra y desaparecía varios días en los que dormía al raso, consumiendo hachís y otras sustancias para intentar alcanzar la visión de Rimbaud".

El hispanista vio los paralelismos biográficos con Rimbaud, "lo acogió como profeta y guía espiritual y fue su sostén y su punto de anclaje con el mundo".

Entre esas anotaciones manuscritas, a Pranger le ha llamado la atención la que describe la primera huida de casa de Rimbaud, porque Brenan "en 1912 también huyó de su casa, se fue con Hope con la idea de llegar a Oriente andando y llegó hasta los Balcanes, pero viendo que el percal se ponía complicado decidió volver atrás".

Carlos G. Pranger -la "G" es por Gerald- tuvo en su niñez una estrecha relación con Brenan a través de su madre, Linda Nicholson-Price, que como asistente personal fue el gran apoyo del hispanista hasta su muerte.

"La de mi madre y Brenan fue una relación sentimental, con sus matices, porque compartió con él los últimos años desde la muerte de Gamel (Woolsey, esposa de Brenan). Fueron una pareja de hecho, que no de lecho", precisa Pranger.

Guarda recuerdos "muy potentes", siendo niño, de estar "sentado en el regazo de Brenan, leyendo libros, sobre todo de dinosaurios, y también consultando libros de Botánica con él".

Carlos G. Pranger

Carlos G. Pranger / Carlos Díaz (EFE)

También recuerda cómo Brenan "tuvo la costumbre, como muchos escritores en la vejez, de la quema de papeles" y destruyó de esa forma "una novela sobre la Guerra Civil que se llamaba 'Segismundo' y que quemó cuando llevaba cerca de mil páginas manuscritas".

"En nuestra casa de Alhaurín teníamos un bidón de gasolina oxidado en el garaje, donde Brenan de vez en cuando le daba culto al fuego a escondidas. Una mañana, mi madre se dio cuenta y pudo rescatar de esa novela solo un capítulo, que se llamaba 'La caza de la avutarda'", relata Pranger.

Admite que hubo unos años en que tuvo la misma actitud con Brenan que todos los niños con sus "abuelos", quienes "tienen muchas cosas que contarles a sus nietos, pero estos no les hacen todo el caso que merecen", aunque todo cambió cuando vio que en las clases del instituto nunca se llegaba a dar la Guerra Civil por falta de tiempo.

"Decidí buscarme la vida. Sabía de la existencia de 'El laberinto español', y con 15 o 16 años me puse a leerlo. Es un libro que no es fácil a esa edad, la historia de España con todas sus aristas. Me picó el gusanillo, se lo conté a mi madre y me ofreció 'bichear' en los documentos que teníamos".

Ahora, 35 años después de la muerte de Brenan, se puede "imaginar" tener una conversación con él, "con alguien con esa sabiduría, ese conocimiento y esa capacidad de asombro".

"Ojalá pudiera sentarme ahora con él y hacerle muchas preguntas", afirma Pranger.