Libros

Una cartografía "alternativa" de la literatura latinoamericana

Clara Obligado propone una nueva forma de asomarse los autores de la región en un atlas “inestable, intergeneracional y apasionado”, obviando a los autores del 'boom' que han “opacado” a muchos

Ilustración del ’Atlas de literatura latinoamericana’ correspondiente al escritor cubano José Lezama Lima.

Ilustración del ’Atlas de literatura latinoamericana’ correspondiente al escritor cubano José Lezama Lima. / Agustín Comotto

Víctor Núñez Jaime

Un territorio es imposible de representar. Lo reconoce Clara Obligado que, sin embargo, se ha aventurado a concentrar en unas páginas un puñado de autores latinoamericanos que ejemplifican las cualidades de las letras contemporáneas de la región. En el subtítulo de su Atlas de literatura latinoamericana, publicado por la editorial Nórdica, reside la clave: Arquitectura inestable. “Es que este es un libro experimental. Es una construcción que se nos puede caer en cualquier momento y somos muy conscientes de ello. Hablo en plural, además, porque decidí implicar muchos ojos para hacer un atlas que tuviera miradas cruzadas”, explica la escritora argentina afincada en Madrid desde 1976, que convocó a 47 reseñistas para que pusieran en primer plano la producción literaria que durante varias décadas ha estado “a la sombra de boom.”

Durante más de medio siglo, el canon latinoamericano estuvo determinado por algunos catedráticos universitarios. En España, el historiador y crítico literario José Carlos Mainer publicó en 1967 su Atlas de literatura latinoamericana del siglo XX (Ediciones Jover), que empezaba con Rubén Darío y concluía con el entonces recién surgido fenómeno del boom, encabezado por Gabriel García Márquez. Eran autores, subrayó el académico zaragozano en el prólogo de su libro, cuyas obras se caracterizaban por “la tendencia al autoanálisis como fruto de la marginación del intelectual, la preocupación por un instrumento lingüístico propio y original, la simultaneidad de una tentación americanista y otra europea y la conjunción de literatura y política.”

Gabriela Mistral es una de las autoras recogidas en el 'Atlas', que trata de compensar la ausencia de mujeres en el canon del boom.

Gabriela Mistral es una de las autoras recogidas en el 'Atlas', que trata de compensar la ausencia de mujeres en el canon del boom. / Agustín Comotto

Esos rasgos formales se establecieron para guiar, sobre todo, a los especialistas. El atlas coordinado por Clara Obligado, en cambio, propone una cartografía “alternativa” y subjetiva para cualquier lector. “O sea: es, más bien, un libro juguetón. Apasionado, eso sí. Intergeneracional. Hecho desde otra perspectiva, en donde el boom está pero no está. Está en la formación de muchos, pero como ha sido ampliamente reseñado, pues aquí no lo abordamos. Además, aquí hay muchas mujeres tomadas en cuenta. No obstante, por eso mismo tenemos bien asumido que es algo inexacto, incompleto e injusto”, especifica la también autora de La biblioteca de agua (Páginas de Espuma).

El otro canon

Son 50 los autores seleccionados, de Antonio Di Benedetto a Elizabeth Schön, pasando por Silvina OcampoManuel PuigAdela Zamudio, Clarice LispectorGabriela MistralFernando MolanoVirgilio PiñeraElena GarroJorge IbargüengoitiaJulio Ramón Ribeyro o Mario Levrero. “Todos hacen una literatura muy mestiza, que no es nacional en el sentido de que es cerrada, que aborda los exilios, la violencia, el viaje e, incluso, la irrupción de Internet. Y, entre todos ellos, el verdadero pope es Roberto Bolaño”, añade Clara Obligado. De cada autor de la lista se ocupan otros tantos que en los últimos años no han dejado de estar presentes en las mesas de novedades de las librerías, como Mariana EnríquezEdmundo Paz SoldánLiliana Colanzi, Julio PrietoHéctor Abad FaciolinceEduardo BecerraMónica OjedaSocorro VenegasAntonio OrtuñoMarcelo Luján o Fernanda Trías.

El cubano Jorge Ibargüengoitia, otro de los reseñados.

El cubano Jorge Ibargüengoitia, otro de los reseñados. / Agustín Comotto

“A algunos les dije que eligieran a su autor y respeté su decisión y a otros se los encargué directamente. Había que tener unas vigas que sostuvieran la casa. Porque si no, se cae el techo. Bolaño o Cabrera Infante, por ejemplo, son esas vigas. Que Leila Guerriero se ocupara de Rodolfo Walsh era lógico. O que Mariana Enríquez escribiera sobre Silvina Ocampo, venía solo. O yo sabía que a Antonio Ortuño le encantaba Ibargüengoitia y por eso le pedí el texto. En fin, todo se fue dando por sí mismo”, explica la coordinadora del volumen que tardó tres años en ser confeccionado y que cuenta con ilustraciones del también argentino Agustín Comotto, quien no se limitó a hacer retratos. “Hay una apuesta por el espacio simbólico de cada autor y no tanto por su figura. Es un libro de relatos y a mí me tocó hacer relatos gráficos, ese fue el criterio. Y utilicé los colores rojo, blanco y negro simplemente porque pensé que el libro se sobrelleva bien con esos tonos”, cuenta el dibujante argentino.

Agrupar autores para alejarse de la sombra alargada del boom es un ejercicio que se intensificó a finales del siglo pasado y principios de este, cuando algunas generaciones de escritores se agruparon con la intención de “matar al padre”, y reivindicar que ellos hacían algo distinto al realismo mágico, en torno a nombres como McOndo, en Chile, El Crack, en México, o Generación Nocilla, en España. “Bueno, oponerse es parecerse. Cuando uno se opone mucho a su padre, termina siendo idéntico. Y esos grupos, masculinos sobre todo, buscaron también canonizar. Lo intentaron, fueron graciosos, divertidos, pero tal vez sus nombres sólo pretendían ser otra etiqueta comercial para vender, como lo fue el boom, o no lo sé”, sintetiza Clara Obligado, a quien en su atlas ilustrado le hubiese gustado incluir a Horacio Quiroga o a Alfonsina Storni: “¿merecerían estar? Claro que sí. Ellos y otros tantos. Pero tampoco quisimos hacer una guía telefónica.”