'Las bodas de Fígaro' en el Real: el divertido enredo se oscurece

El coliseo madrileño estrena este jueves una reciente versión 'salzburguesa' de la célebre ópera de Mozart, una inteligente comedia que rompió corses en su época y que ahora tiene una relectura brillante y más sombría en manos del director de escena Claus Guth

La nueva producción de ’Las bodas de Fígaro’ en el Teatro Real.

La nueva producción de ’Las bodas de Fígaro’ en el Teatro Real.

Joaquín Jesus Sánchez

"Este espectáculo es un clásico del Festival de Salzburgo, uno de los grandes éxitos de los últimos años. Funciona genial porque lo que hace Claus Guth va muy en la línea de lo que hacen Mozart y Da Ponte al adaptar el texto de Beaumarchais. Es una obra que se ha leído como una intuición de la Revolución Francesa. Una bomba de relojería sobre los conflictos de clase y de género". Así presenta Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, la versión de Las bodas de Fígaro que, con la batuta de Ivor Bolton y dirección de escena del citado Guth, se estrena este jueves. "Como tiene un formato de comedia –simpática, amable, te ríes mucho– parece que la cáscara disimula lo que lleva dentro, pero la bomba está ahí -continúa Matabosch-. Evidentemente, el texto estaba prohibido. El misterio es cómo Mozart Da Ponte logran que José II les permita adaptarlo a un libreto operístico: ellos entienden que es una obra sobre la imposibilidad de controlar los sentimientos".

Bodas, la primera de las tres óperas en que trabajaron Wolfgang Amadeus Mozart y Lorenzo Da Ponte, es, en palabras de Bolton, "la mejor música de ópera jamás escrita". Es una obra singular por muchos motivos. El primero, por ser fruto de la colaboración de dos tipos tan excepcionales. Las virtudes de Mozart son de sobra sabidas, pero a Da Ponte se le conoce menos fuera de los círculos musicales, y no será por falta de méritos. Proveniente de una familia judía conversa al catolicismo, se hizo ordenar sacerdote y luego fue expulsado por vivir en "concubinato público" y por "el secuestro de una mujer respetable" con la que tuvo dos hijos ilegítimos. Ingresó en la masonería, trabó amistad con Casanova y acabó su vida en los recién inventados Estados Unidos, adonde llegó huyendo de sus acreedores y donde fundó una compañía de ópera italiana.

ÓPERA SERIA Y ÓPERA ‘BUFFA’

El segundo motivo es su concepción, muy novedosa. En tiempos de Mozart había una ópera de primera calidad, llamada 'ópera seria', que trataba temas elevados. La protagonizaban personajes de alto copete cantando una sucesión interminable de arias da capo separadas por recitativos en los que, declamando el texto a golpe de pianoforte, permitían avanzar la trama. También existía una 'ópera buffa', con argumentos simplones y personajes de baja estofa que componían los autores menores. Bodas es una comedia, pero ni es ligera ni tiene una música simple. "La partitura es una obra maestra propia de un genio, que se distingue de otras óperas buffas por la gran calidad de sus conjuntos. Antes, estos eran muy sencillos: estaban compuestos por varias armonías simples y repetitivas. Con Las Bodas de Fígaro se enriquecen enormemente. El finale del segundo acto, el sexteto del tercer acto o el finale del cuarto acto son hitos de la composición musical por su precisión y por la variedad de elementos", afirma Bolton.

La partitura es una obra maestra propia de un genio, que se distingue de otras óperas buffas por la gran calidad de sus conjuntos"

Con el texto finísimo de Da Ponte, lleno de giros inteligentes y de sentencias agudas, Mozart construye una comedia de enredos protagonizada por personajes femeninos y por fulanos sin alcurnia. Vito Priante, que hace el papel de Fígaro en la producción del Real, comentaba a la prensa: "Me gustaría decir que es un personaje complejo, pero no lo es. Es básico y sincero". Priante se turnará en su papel con Thomas Oliemans, el Fígaro del segundo reparto, y a ambos les acompaña un equipo de voces más bien jóvenes en el que también destacan Julie FuchsMaría José MorenoAndré Schuen o Joan Martín-Royo.

El tercer motivo es que tiene muchas capas de significado. Mozart pone en boca de sus personajes las palabras del libreto (ya visado por la censura), pero les hace decir las cosas de una manera ambigua o claramente irónica, de modo que, en múltiples ocasiones, la música nos invita a pensar que aquello que oímos es claramente lo contrario de lo que se dice. No es obvio: a veces se sirve del empleo de una tonalidad a destiempo o de un cambio en los instrumentos que acompañan a cierto personaje.

Lo que define a los clásicos es su continua actualidad, es decir, la posibilidad de propiciar relecturas como esta que nos ofrece Claus Guth (en cierto modo, también clásica, porque fue estrenada en Salzburgo en 2006 con Nikolaus Harnoncourt en el foso). Guth no sitúa la acción en el dicharachero palacio sevillano del Conde de Almaviva, sino es las estancias de un caserón burgués venido a menos. A las paredes les falta una mano de pintura, y algunas salas están llenas de hojas. Sus habitantes están constreñidos por unas ropas rígidas y de colores sobrios, empleadas según la posición social de cada cual. 

PERSONAJES OSCUROS

Si el argumento de Bodas es que Fígaro y Susana, criados de los condes, se alían con la Condesa para darle un escarmiento a su marido, que quiere acostarse con la asistenta antes de la noche de bodas, Guth nos plantea una trama en la que las afinidades no son claras y unívocas. Fígaro es un personaje oscuro y resentido, casi ominoso, y Susana descubre que también desea al Conde; se rompe la camaradería habitual entre su criada y la Condesa, que no es únicamente una mujer solo sufriente: también se enciende con los requiebros del joven y ambiguo Cherubino.

Uli Kirsch (el ángel) y Rachel Wilson (Cherubino) en un momento de la obra.

Uli Kirsch (el ángel) y Rachel Wilson (Cherubino) en un momento de la obra.

Esta versión tiene escenas verdaderamente sorprendentes, en las que se hacen patentes las durísimas tensiones que existen entre los moradores de palacio. Los aficionados suelen tener un recuerdo amable del final del primer acto, en el que Fígaro se burla, fanfarrón, del nuevo oficio de Cherubino (un rol de adolescente, interpretado por una mezzosoprano): acaban de enrolarlo en un regimiento. "En vez de fandangos, una marcha por el fango". Guth nos enfrenta a una escena sórdida, en la que el criado, ayudado por su patrón, veja al pobre chaval. En esta línea, en escena se repite la presencia de cuervos, vivos o muertos, y los ademanes violentos del Conde se exacerban. La conocida escena del ballet es especialmente representativa: los condes, solos, sentados en las escaleras, intentan mantener la compostura sin lograrlo.

Para justificar estos comportamientos tan poco tradicionales, la producción utiliza un personaje "nuevo" que, sin decir ni mu, dispara los resortes de todo el elenco. Un angelote con calcetines largos que, agitando los brazos y meneando las manos, logra que unos mueran de deseo, otros deseen matarse, algunos se odien e, incluso, alguno se ame.