Entrevista | Petros Márkaris Escritor

«Empiezo a escribir partiendo de algo que me enfade muchísimo»

El escritor griego Petros Márkaris acaba de publicar su último libro ‘Cuarentena’ (Tusquets), una serie de relatos que coinciden con el miedo universal al coronavirus

Petros Markaris.

Petros Markaris. / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Petros Márkaris (Estambul, 1937) coincide perfectamente con la definición que hizo de un hombre feliz su colega Ernest Hemingway: «Conoció la angustia y el dolor, pero nunca estuvo triste una mañana». Y así, alegre y confiado, este hombre que vivió guerras y dictaduras en Grecia, su patria definitiva, y tuvo una niñez inmejorable en una isla que añora, Jalki, en Turquía, se asoma al aire de Madrid como si aquí fuera a encontrar también ese estímulo que producen las calles de Platón. Ahora ha publicado una serie de relatos que coinciden con el miedo universal al coronavirus, Cuarentena (Tusquets), cuyo primer episodio presenta a su personaje ya legendario, el detective Jaritos, investigando el asesinato de una presentadora de televisión a la vez que, en el confinamiento, su mujer hace un jersey para el nieto que ahora domina la escena en la que se mueve el abuelo.

Ha trabajado como coguionista de muchas películas y en junio visitará Estambul para presentar una película de Angelopoulos. ¿Cuál es la influencia del cine en su mente o en sus libros?

Angelopoulos se enfadaba conmigo y me decía: «Somos amigos desde hace años, hemos colaborado en los guiones de muchas películas mías y no has aprendido nada de mí». Y yo solía decirle: «Bueno, es que estaba muy ocupado corrigiendo tus guiones. Por eso». Y ese es siempre el chiste entre nosotros. Pero la última vez que estuvimos juntos, en Venecia, surgió otra vez el chiste y yo reflexioné: «No es cierto». Porque, si te fijas en algunos episodios de mis novelas, no son episodios en el sentido estrictamente literario, sino que son planos secuencia. Y la técnica del plano secuencia la aprendí de Angelopoulos.

En la secuencia de la escritura, ¿eso también funciona?

Al principio veo la escena. Todo en la novela tiene que contar una historia muy concreta para cada episodio. Lo que está pasando en cada capítulo es una historia que empieza y termina.

Antes de escribir, ¿cómo sabe que ya tiene una historia?

Hay dos comienzos diferentes. Uno de ellos es que tengo que empezar con algo de política o de economía, algo que me enfade muchísimo, y entonces sé que tengo que contar una historia para calmarme. Y el segundo comienzo es que tengo una idea o una historia general en mi mente, de la que no conozco los detalles, y avanzo y voy descubriendo detalles de un capítulo a otro. Esto ocurre porque yo no soy el narrador, es Jaritos. Así voy descubriendo la continuación de la historia.

En esta historia en concreto, enseguida nos mete en materia. Por el covid. Al empezar el libro enseguida compartimos la realidad de los personajes.

Lo que yo creo que nos conecta es que hemos atravesado la misma situación, en las mismas condiciones. Por eso el tema es tan familiar para todo el mundo. Si el lector no tuviera la misma experiencia, no lo entendería como lo entiendo yo. Lo que intenté hacer en la primera historia es meterle algo de ironía, un tipo de humor que hiciera reír. Porque siempre tuve la sensación de que deberíamos darnos un respiro y, para mí, el humor es darnos un respiro.

En ese primer capítulo, el humor entra en una circunstancia muy especial.

¿Sabes lo que es interesante? En una pareja en la que hay un hombre que trabaja, en lo que sea, y la mujer es ama de casa y cuida de su familia, el tiempo que pasan juntos es desde que él termina de trabajar hasta que se van a dormir. Como esto se convierte en una rutina, ellos están satisfechos así. Pero cuando desde la mañana hasta la noche están juntos, todo se complica para los dos. Y yo intento explicar esa situación a través del humor y de la ironía.

Esa ironía está en esa imagen en la que ella teje un jersey y Jaritos investiga un asesinato.

Sí, así es. Pero él es incapaz de lidiar con la tecnología y a ella se le da mucho mejor. Por eso Jaritos dice: «Bueno, ella consiguió completar lo que había empezado y yo todavía no arresto al asesino. Estamos los dos en casa y ella es más capaz en lo suyo que yo en lo mío».

En algún momento del confinamiento, ¿se sintió parte de las personas que temieron por sus vidas?

Para mí la salvación fue que, por suerte, tenía ideas para escribir. Así que, aun en condiciones de confinamiento total, yo trabajaba cada día. Trabajaba desde las diez hasta las dos y de cuatro y media a siete y media. Siempre. Nunca dejé de trabajar y esa fue mi salvación. La parte complicada para mí eran las noches, porque yo estaba acostumbrado a salir, tomar una copa de vino con mis amigos, charlar con ellos sobre política, literatura… Y no podía hacer eso. Y pasar las tardes-noches solo en casa, leyendo libros o viendo Netflix, no era igual.

Leyendo sus libros, da la impresión de estar entrando en su casa. ¿Cómo ha logrado trasladar esa impresión al lector?

Es porque constantemente vivo con esta familia, sobre todo con Jaritos y su mujer. Una mujer, por cierto, que es igualita que mi madre. Si conoces a la mujer de Jaritos, conoces a mi madre. Incluso cuando no escribo sigo viviendo con ellos. Así que cuando lees la novela ves mi relación personal con esa pareja.

Pero no lo relaciono con asesinos. Usted es el bueno.

Sí, puede que yo sea el bueno. Es como si yo fuese el amigo izquierdista de Jaritos.

Su libro habla de grandes problemas de este tiempo: la sanidad, la guerra...

En el libro se habla de covid pero no de la guerra. Lo que yo veo hoy es que hemos vivido durante 77 años en Europa con la creencia de que estábamos liberados de la guerra. Ahora nos estamos despertando de un bonito sueño y… es una pesadilla: tenemos una guerra muy brutal. Además, ahora los precios están subiendo cada vez más. Ocurre aquí en España, yo lo veo en Grecia, incluso en Alemania. Así que apoyamos a los ucranianos pero estamos pagando un precio. Un precio lo pagan las personas, no los gobiernos.

Usted era un niño en la segunda guerra mundial, tan cruel para todos, y especialmente para Grecia.

Sí. Es que eso nunca me ha abandonado. Quiero mostrar a la gente que no descubrimos la soledad y el aislamiento con la pandemia. Es algo que nos ha acompañado siempre. Yo crecí con eso y no fue fácil. Creo que ahí está el origen de por qué me encantan las ciudades, sobre todo el centro. Por eso yo vivo en el centro de Atenas. Y sé que eso viene de un trauma de mi infancia que empeoró en mi adolescencia, en el instituto, cuando tenía que coger un barco para ir y luego para volver a mi isla. Yo no podía salir con mis compañeros de clase, ir a tomar algo, divertirme… Yo tenía que coger mi barco, solo, siempre solo. Y eso para mí fue un golpe duro. Viví con eso hasta los dos últimos años del instituto, cuando mi padre pudo permitirse alquilar una casa en la ciudad.

Menciona la soledad. Albert Camus decía que el gran tema de su tiempo era el suicidio. ¿Cree que hoy la soledad es otra vez el gran tema?

Sí, pero hay un problema con la realidad de hoy: puedes hablar y ver a gente con tu teléfono móvil, pero eso no genera relaciones cercanas. Pensamos que porque tenemos redes sociales estamos comunicándonos, relacionándonos y… eso no es la amistad.

¿Qué circunstancias le hacen sentirse solo?

Hoy en día no me siento solo. Me siento feliz de estar involucrado dentro de una historia, tengo una hija que vive cerca de mí y nos vemos día sí y día no. No estoy solo.

Suscríbete para seguir leyendo