Música

La cara B del «boom» del vinilo

El aumento de la demanda y la escasez de materiales desbordan las fábricas

Vinilo musica

Vinilo musica / Skylar Sahakian

Rafael Tapounet

La revista británica MixMag, veterana e influyente publicación especializada en música electrónica, publicó en abril una noticia alarmante: la mayor fábrica de discos de vinilo del mundo acababa de anunciar que toda su producción quedaba en suspenso hasta el año 2030 porque había recibido el encargo de reeditar la discografía completa de ABBA («nueve elepés de estudio, dos en directo, siete recopilatorios, tres box sets y 50 sencillos») en diversos formatos, una tarea ingente que le iba a impedir atender otras solicitudes hasta el final de la década o más allá.

Hubo quien se tragó el anzuelo y reprodujo la noticia, sin caer en la cuenta de que el 1 de abril es el día que la tradición anglosajona consagra a las inocentadas y sin reparar en que el texto contenía algunas pistas que, cuanto menos, invitaban a la sospecha (empezando por el nombre de la empresa, Wax On Wax Off, directamente sacado de la película Karate Kid). Pero lo cierto es que, en esencia, la noticia-bromazo de MixMag resultaba creíble porque reflejaba (de manera hiperbólica, eso sí) una situación muy real: el aumento de la demanda de discos de vinilo y la estrategia de los grandes sellos multinacionales de apostar por el formato tanto en sus novedades como en las reediciones de antiguas referencias de sus catálogos ha desbordado la capacidad de las fábricas y ha provocado importantes retrasos en numerosos lanzamientos.

Hace unas semanas, el líder de The Cure, Robert Smith, anunció que la banda ha ultimado ya su próximo álbum, Songs Of The Lost World, pero añadió que, en el mejor de los casos, el disco no podrá ver la luz hasta septiembre «debido al retraso en la fabricación del vinilo». Recientemente, Loquillo se vio obligado a postergar algo más de un mes la aparición de su último elepé, Diario de una tregua, por las mismas razones. «Son ya conocidos los problemas y retrasos causados por la escasez de fábricas de vinilos, y el atasco monumental que sufren por la gran cantidad de referencias a fabricar en la actualidad», apuntó el roquero barcelonés para justificar el aplazamiento (finalmente el 26 de abril). Son solo dos ejemplos, pero hay muchísimos más.

Cada vez parece más claro que el auge del vinilo no es una moda de temporada. Las cifras siguen, por supuesto, lejos de las que se daban cuando el viejo microsurco era el rey absoluto del mercado de la música grabada, un periodo que se extendió desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de la década de los 80, pero empiezan a ser muy dignas de atención. Según datos de la patronal de la industria discográfica de Estados Unidos (RIAA), en ese país se vendieron el año pasado 39,7 millones de elepés de vinilo, un 67,3% más que en el 2020, generando unos ingresos de más de 990 millones de euros. En el Reino Unido el crecimiento fue algo más moderado (5,3 millones de copias, un 10,6% más que el curso anterior), pero consolidó un ascenso continuado que se inició hace ya 14 años. En España, con 1,6 millones de unidades despachadas, los ingresos obtenidos por la venta de discos de vinilo (25,5 millones de euros) subieron un 38,2%.

Triplicar la capacidad

El problema es que buena parte de las plantas de fabricación de discos de vinilo que existían en el mundo fueron desmanteladas cuando el formato parecía condenado a la extinción y, aunque en la última década se han puesto en marcha unas cuantas nuevas, el número actual es bastante insuficiente para absorber una demanda en aumento. Según un informe publicado a finales del año pasado por la revista estadounidense Billboard, el centenar aproximado de fábricas que operan en la actualidad tienen una capacidad de producción de unos 160 millones de discos al año, una cantidad que debería triplicarse para poder satisfacer las necesidades del mercado en los próximos años.

Si a eso se le suma una escasez de materiales agravada por la guerra de Ucrania y los problemas en el transporte internacional, tenemos la tormenta perfecta que ha acabado provocando ese gran atasco del que habla la industria.

Planificación imposible

«La situación es un poco desesperante», admite Luis Fernández, responsable del sello Sonido Muchacho, para el que graban artistas como Carolina Durante, Hinds, Erik Urano, Cariño, Los Punsetes y Mujeres, entre otros muchos. «Antes de la pandemia, el plazo de espera desde que entregábamos el máster hasta que recibíamos el disco era de uno o dos meses. Ahora es difícil bajar de cuatro meses, y aun así estás expuesto a sufrir retrasos imprevistos. A nosotros, por ejemplo, el disco de Rojuu [Kor Kor Lake] nos llegó tres meses después de lo acordado, y eso hizo que fuera imposible un lanzamiento simultáneo en digital y en físico, con lo que el primer impacto se diluyó».

El disco de Rojuu del que habla Fernández se fabricó en GZ Media, un macrocomplejo situado en Lodenice, en la República Checa, del que salen la mayoría de los vinilos que se consumen en Europa. Tanto ha crecido el volumen de trabajo en GZ en los últimos años que ahí los plazos de entrega pueden llegar hasta los ocho meses e incluso más. «En esas condiciones, es prácticamente imposible planificar un lanzamiento», apunta el fundador de Sonido Muchacho.

En España existen hoy tres plantas de prensaje de discos de vinilo: Press Play Vinyl, en Urduliz (Vizcaya); Krakatoa Records, en Castelló, y Mad Vinyl, en Algete (Madrid). En los tres casos, los plazos de espera son bastante más razonables que en GZ porque, entre otras razones, trabajan con tiradas mucho más manejables. «Nosotros estamos entregando a ocho o diez semanas», relata Eugenio López, que en diciembre de 2020 puso en marcha Mad Vinyl junto a otros dos socios (uno de ellos, Liam Robinson, que tomó el testigo de su padre, el exfutbolista Michael Robinson).

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Algunas voces (entre ellas, la del cantante, guitarrista y productor Jack White) han sugerido en los últimos meses que la única solución para evitar que la industria del vinilo colapse es que las grandes compañías discográficas vuelvan a poner en marcha sus propias plantas de prensaje de discos, como hicieron en el pasado. Carlos Pérez, responsable de stocks de Sony Music España, tiene bastante claro que eso no va a ocurrir. «Tal y como está el negocio, no le veo sentido.

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