Danza

La malagueña Ana Almagro entra en el Ballet Nacional

Se trasladará en septiembre a Madrid para unirse a una de las compañías de danza más reconocidas del país, tras ser elegida entre más de 200 bailarinas

Ana Almagro, bailarina del Ballet Nacional de España.

Ana Almagro, bailarina del Ballet Nacional de España. / ÁLEX ZEA

Arancha Tejero

Ana Almagro deberá estar el 1 de septiembre en Madrid, lista para cumplir uno de sus sueños. La joven malagueña ha sido una de las 8 bailarinas elegidas, de entre las más de 200 candidatas, para entrar a formar parte del Ballet Nacional de España. Aseguró que se lanza a esta nueva aventura sin miedo y con muchas ganas de vivir esta oportunidad que define como un privilegio. «Al final los artistas somos un poco nómadas. Málaga es mi casa, Sevilla donde he crecido profesionalmente y Madrid será otra etapa de la que sé que obtendré un gran aprendizaje».

La misma noche de las audiciones, hace apenas tres semanas, tras un día durísimo de pruebas, le comunicaron la gran noticia: Ana Almagro era una de las 17 chicas seleccionadas para pasar a la final. De entre ellas, solo ocho se unirían a una de las compañías más importantes del país, conformada por 60 bailarines. «Sinceramente no me lo esperaba, porque éramos muchos participantes. Pero creo que influye mucho como vayas mentalmente preparada. Y yo tenía claro que quería estar ahí dentro», explicaba con firmeza la malagueña.

La joven bailarina se considera una persona independiente, trabajadora, con las metas muy claras y «con mucha hambre de hacer cosas». Defiende que uno baila como es y que el cuerpo y el movimiento hablan por sí solos.

La trayectoria de Ana Almagro es de esas en las que se va paso a paso y, hasta ahora, consiguiendo todo lo que se propone, gracias a la constancia y el esfuerzo. Con la mirada siempre puesta en el aprendizaje, se inició en el mundo del flamenco a los siete años en el Ateneo de Música y Danza de Málaga. Con 18 años, tras acabar el conservatorio donde se graduó en la especialidad de Danza Española, se trasladó a Sevilla para completar su formación en el Centro Andaluz de Danza y poder estudiar con los maestros que ahora son parte del Ballet Nacional, y a los que se unirá a partir de septiembre.

Durante su último año en el Centro Andaluz de Danza, compaginó su formación con su participación en la compañía de Jose Antonio Ruiz, exdirector del Ballet Nacional. «Sin darme cuenta había dado el salto profesional, mientras estudiaba con los grandes maestros». Entre ellos se encontraba Rubén Olmos, con quien se reencontrará en Madrid al frente de la dirección del Ballet Nacional, y con el que asegura que le hace gran ilusión volver a trabajar. Tras pasar una breve etapa en Madrid, regresó a Andalucía para preparar su primera propuesta en solitario que se presentaría en la VII Bienal de Arte Flamenco de Málaga. «El Bienal fue mágico para mi. Un viaje al que siempre le voy a estar agradecida a Málaga, porque fue mi ciudad la que me dio la oportunidad de ofrecer lo que yo quería».

Su relación con el baile empezó «como un juego». Su bisabuela Paca, con quien mantuvo una relación muy íntima, era bailaora y fue quien la introdujo en el arte del baile. Fueron los movimientos de las manos de su bisabuela y la sensación al imitarlos lo que la sedujo del mundo de la danza. «La música y la afición por el cante era algo cotidiano en mi casa, y que hacía que lo viese como algo natural», rememoraba Ana.

«Yo me siento una privilegiada por poder vivir del baile, pero soy muy consciente de que es una carrera de fondo». Un camino a largo plazo, pero también a contrarreloj, debido a la exigencia física que requiere. La bailarina reconoce que es un trabajo muy duro y sacrificado. «Es disciplina desde que entras con 7 años». La joven malagueña relataba cómo con el baile tu vida cambia, pues entras en un mundo paralelo con horarios y rutinas diferentes al resto del mundo.

Confesó que hubo una etapa en la que le fue difícil compaginarlo con los estudios. «Mientras mis amigos salían los fines de semanas, yo tenía que quedarme en casa haciendo lo que no había podido hacer antes». Fue justamente en ese momento de dificultad, cuando se dio cuenta de que quería dedicarse a la danza profesionalmente y que, por tanto, el esfuerzo merecía la pena.

La bailarina Ana Almagro, de 24 años, ayer en Málaga. álex zea

La bailarina Ana Almagro, de 24 años, ayer en Málaga. / ÁLEX ZEA

«Soy de la opinión de que si no tienes una familia que te apoye en esto es muy difícil y muy duro sacarlo. Pero yo tengo la suerte de que mi familia ha estado siempre ahí», resaltaba Ana mirando con una sonrisa de agradecimiento a sus padres que la acompañaban durante la entrevista. Recordó también todos esos sábados en los que la familia madrugaba para ir a Sevilla y volver en el mismo día «solo para que pudiese estudiar con el maestro José Galván».

A pesar de que acaba de cumplir una de sus metas, al haber entrado en el Ballet Nacional, Ana Almagro tiene claro que hay dos grandes teatros por los que le gustaría pasar. «Desde niña he bailado en el Cervantes y estar ahí con mi propia compañía sería uno de mis sueños». Lo mismo le ocurre con el Teatro el Soho, ambos de su tierra natal, donde espera poder acabar compartiendo programa y tablao con los más grandes.