Entrevista | Montero Glez Escritor madrileño

"Mi obra trata de la relación del ser humano con la propiedad"

«El género a través del cual se puede explicar mejor todo eso es el género negro. Es ahí donde yo acostumbro a moverme, aunque luego traspase los límites de la novela negra clásica», explica

El escritor Montero Glez, en Madrid.

El escritor Montero Glez, en Madrid. / EDUARDO BRAVO

Eduardo Bravo

Hace años que Montero Glez (Madrid, 1965) decidió cambiar la impaciencia de Madrid por la tranquilidad de Cádiz. «No tengo teléfono móvil, ni reloj. Los relojes miden el tiempo de otros relojes. Yo lo mido por las flores, por las estaciones…», explica el escritor al que desplazarse a la capital supone un esfuerzo nada desdeñable. «Tengo que coger un taxi, dos trenes... Hasta tengo que calzarme, porque allí yo estoy descalzo, caminando por la playa...». El autor no faltó al homenaje que el Instituto Cervantes dedicó hace unos días al escritor, fotógrafo y editor Mario Muchnik.

«Mario Muchnik es mi padre literario. Ha sido la persona que me ha dado la dimensión de autor. Que él, que había trabajado con García Márquez, con Juan Rulfo, con los grandes, me escribiera una carta en la que decía: ‘tú dirás qué esperas de este editor que, con toda sinceridad, se sentirá honrado de ser el tuyo…’, fue un sueño porque eso es lo que cualquier autor querría recibir. Estoy en deuda con la vida por haberme puesto en el camino de Mario, porque un editor no es el que pone los puntos sobre las íes, sino el que te pone en contacto con tu obra y te hacer crecer al mismo tiempo que tu obra crece. Hay gente estupenda en el mundo editorial actual, por supuesto, pero él fue único y para mí va a ser irremplazable».

¿Le consultaba sobre los manuscritos antes de publicarlos?

Se lo pasaba todo antes para que me diera su toque mágico y me decía: «che, ¿pero qué toque mágico, Monterito?». ‘Carne de sirena’ no se la mandé porque, cuando hablé con él, estaba traduciendo las cartas de Joseph Conrad y pensé que era mejor que siguiera con eso que darle un manuscrito mío. Tenía casi noventa años y no quería desgastarle. La última novela que él editó fue justamente ‘Pistola y cuchillo’, que es lo mejor que he escrito nunca. Por eso, yo que me escaqueo de viajar todo lo que puedo salvo cuando gano un premio literario, no podía faltar al homenaje a Mario Muchnik.

Usted sigue presentándose a premios literarios a pesar de que, en el panorama editorial español, parece algo más reservado a autores jóvenes que a escritores consagrados.

En una sociedad justa no tendrían que existir los premios, del mismo modo que tampoco deberían existir los castigos y yo aspiro a una sociedad justa. Sin embargo, como los anticipos, los mal llamados anticipos porque luego no les sigue nada más, son tan cortos... Otra cosa que me enseñó Mario Muchnik fue que, cuando pones un manuscrito en la mesa de un editor, estás poniendo dinero y, a cuenta de ese dinero, él te tiene que adelantar. Mario fue el que mejor me ha pagado porque tenía ese concepto marxista de que el origen del trabajo vivo es el sujeto, en este caso, el autor. Por eso, aunque era independiente, trabajaba con las grandes y, si sacaba cien, noventa eran para el autor. Cuando Mario se retiró, empecé a presentarme a premios.

Entre ellos, el Premio Azorín, el Premio Llanes de Literatura de Viajes, el Premio Logroño de Novela, el Ateneo de Sevilla, el Premio Breton & Bodegas Olarra...

Los premios que he ganado los he ganado por derecho. Una versión de ‘Carne de sirena’, porque luego seguí trabajándola, la presenté al Premio Planeta de 2019 con el pseudónimo de Salomé Becerra y el título ‘La rosa de Jericó’. Ganó Javier Cercas y Manuel Vilas de finalista, pero quedó entre los diez primeros. Por eso, no descarto ganarlo un día. Si me dedicase a conducir coches de Fórmula 1 o a presentar un programa de entretenimiento sería descabellado, pero como me dedico a escribir... En todo caso, creo que ‘Carne de sirena’ no hubiera sido una novela apropiada para un Premio Planeta, ni siquiera como finalista.

Tal vez ahora no, pero antes sí había Premios Planeta más arriesgados, como ‘Los mares del sur’, la ‘Autobiografía de Federico Sánchez’, ‘Crónica sentimental en rojo’, ‘La muchacha de las bragas de oro’...

E incluso un libro de Ángel Vázquez. Pero es que, en esa época, Mario Muchnik trabajaba en Planeta. De hecho, fue él quien consiguió publicar ‘La vida perra’ de Juanita Narboni.

En todo caso, ‘Carne de sirena’ ha sido publicada por Temas de hoy, que es uno de los sellos de Planeta.

En Temas de Hoy está Marcel Ventura, que es joven, que ha trabajado en Latinoamérica y que conocía mis libros. Gracias a él surgió la posibilidad de recuperar toda mi obra y hacer las cosas a mi manera: que las cubiertas fueran de Alberto García Alix, que sus fotografías no se pisasen ni con el título de la novela ni con mi nombre... Al final, el departamento de diseño decidió hacer lo de la faja que se puede quitar y, en el caso de ‘Carne de sirena’, la foto de la paliza de El Hortelano es más o menos el estado en que te quedas después de leer la novela.

¿Por qué esa tendencia a escribir novelas de género negro en las que está tan presente la violencia?

El tema de mi obra es la relación del ser humano con la propiedad y cómo surge el conflicto cuando absolutizamos la propiedad, cuando la fetichizamos. Eso es lo que más me interesa y el género a través del cual se puede explicar mejor todo eso es el género negro. Es ahí donde yo acostumbro a moverme, aunque luego traspase los límites de la novela negra clásica.

Una de las novedades de ‘Carne de sirena’ es que no es una novela negra ambientada en un entorno urbano, sino en la costa y con referencias marineras. ¿Es consecuencia de haberse ido a vivir a Cádiz?

Salí de Madrid hace ya 25 años. Mi mujer tiene una casa en Galicia y nos fuimos allí, pero no aguanté más de un año y medio porque, aunque el paisaje es muy bonito, llovía todo el tiempo. Como soy fumador de hachís, cuando me fui para allá me llevé hachís de Madrid pero, al llegar, encontré que había un polen de humo dulzón que entra alegre en los pulmones. El mismo que había fumado en Marruecos, algo que me parecía asombroso. Además, me di cuenta de que, mientras que en otros lugares quedar con el camello es un lío, en Galicia eran personas muy serias. Si te han citado a las cinco, a las cinco menos cinco está ahí. Se toman algo contigo, te preguntan qué te ha parecido y es una relación comercial que trata bien al cliente. Son señores vestidos con un polo Lacoste que podrían estar de dependientes en una papelería.

En el fondo es comprensible, no dejan de ser empresarios.

Efectivamente. De hecho, luego leí ‘Fariña’ de Nacho Carretero y ahí me enteré de cómo las estructuras del tabaco de contrabando fueron utilizadas para trasladar el hachís desde Marruecos y, posteriormente, la cocaína de Colombia. Además, el libro de Carretero tiene muchas historias que subyacen como un iceberg y fue a partir de ellas que empecé a trabajar ‘Carne de sirena’. El protagonista, Andrés Bouza, un marinero que sale a jugarse la vida en el mar todos los días, ya lo tenía más o menos pensado en Galicia. Luego decidí el conflicto, porque si no hay conflicto la novela no engancha y, por último, el final. Me cuesta mucho, pero tengo que tener claro cuál va a ser el final antes de empezar a escribir, porque a mí eso de «Si sale con barba San Antón y si no la Purísima Concepción…», no me vale. Luego, por los medios, es por donde me lo paso bien escribiendo.

Lo que sí está presente en ‘Carne de sirena’, como en el resto de sus novelas, es esa capacidad para recrear las hablas marginales o locales sin que la transcripción resulte sonrojante y chusca.

Soy un músico frustrado, me hubiera encantado tocar la trompeta como Chet Baker pero no ha sido posible. Sin embargo, puedo presumir de ‘tener oreja’ y mucha facilidad para captar los diálogos y los tonos. El habla de Galicia, lo gitano, en seguida lo capto y lo llevo al papel.

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