Entrevista | María Pagés Bailaora y coreógrafa

«El flamenco vivirá tanto como viva el ser humano»

«Del escenario, al nivel de exigencia e intensidad en que estoy ahora, me retiraré muy pronto; es natural y justo que sea así», dice

Una imagen de archivo reciente de la bailaora sevillana. | LA OPINIÓN

Una imagen de archivo reciente de la bailaora sevillana. | LA OPINIÓN / arancha tejero. málaga

Arancha Tejero

Cuando le suena el teléfono a María Pagés para la entrevista, justo está soplando las velas. El próximo 28 de julio, la bailaora cumplirá 59 años y, aprovechando que viene a Málaga para representar Paraíso de los negros en el Teatro del Soho Caixabank, no duda en desviarse a Sevilla para celebrar, aunque sea brevemente y antes de tiempo, su cumpleaños con su madre. Pese a la previsión de una cercana retirada de los escenarios, la artista asegura que no lo será del flamenco, el arte que «mueve emociones». En sus palabras se acumulan la solidez y la serenidad de una vida luchando por la defensa y reivindicación de la danza y la cultura.

Está de gira con De Scheherezade pero trae al Teatro del Soho Paraíso de los negros, quenos invita a mirar nuestros «fantasmas internos». ¿Cuáles son los suyos?

Los de cualquier ser humano, el crearnos en nuestro interior íntimo algún tipo de frontera o impedimento. Con El Arbi El Harti, coautor de la obra, siempre hablo de los muros internos que construimos nosotros mismos y que luego trasladamos físicamente, creando fronteras y esos muros que se siguen construyendo. La obra tiene una relación muy clara con lo que fue el confinamiento, pero lo que nos interesaba abordar eran esos muros internos que nos creamos, y cómo existe esa reacción humana de intentar vencerlos y superarlos.

También, dice, es una obra sobre la perpetua búsqueda de felicidad. ¿Cómo va usted en esa búsqueda?

La felicidad es un concepto que puede tener muchas medidas, y yo pienso que está en las cosas simples, no en los objetivos que nos empeñamos en alcanzar. Ahora, ya con casi 59 años, lo que busco es la simplicidad de las cosas.

Imagino que el Premio Princesa de Asturias de las Artes ayudará algo a esa felicidad.Necesita el flamenco de premios de este tipo, académicos, de lo que se ha dado en llamar alta cultura, para su mayor consideración?

Yo creo que sí son necesarios. Como seres humanos, siempre buscamos el reconocimiento en menor o en mayor escala. Creo que es importante que el flamenco sea reconocido desde aquí, el lugar donde nace. Por eso, este premio, más allá de lo que a Carmen [Linares] y a mí nos ha supuesto a nivel personal, representa al flamenco. Este premio debería servir para que las demás instituciones tomasen nota, porque el reconocimiento institucional es esencial para que la sociedad conozca el arte contemporáneo más importante de nuestro tiempo. Si hubiese un mayor reconocimiento institucional y social, el flamenco se encontraría en otra situación.

¿Preparada para la ceremonia del 28 de octubre en la que recibirá el Premio?

Sinceramente solo quiero pasarlo de una manera tranquila [Risas]. Al día siguiente tenemos función en Bilbao así que cuando reciba el premio me tendré que ir corriendo...

Subirá al escenario con Carmen Linares, también premiada. Dos mujeres en el flamenco. ¿Es cierto que es un ámbito artístico especialmente machista, ha notado usted obstáculos en su carrera o no más de los habituales para una mujer en cualquier campo?

Las mujeres tenemos que seguir superando muchas barreras. Es una pena que sea tan complicado, cuando debería ser tan fácil... Queda mucho por hacer y es algo que considero que tenemos asumido las mujeres, el tener que dar pasos para tratar de equilibrar ese desequilibrio social que hay en el flamenco y en todo. Creo que, especialmente, las mujeres que tenemos visibilidad debemos asumir el dejar el terreno mejor a las generaciones venideras, porque el avance de una sociedad sana pasa por el equilibrio de su gente, y ese equilibrio no existe ahora mismo.

Muchos artistas flamencos aseguran que fuera de nuestras fronteras se respeta más el flamenco que dentro de nuestro propio país. ¿No será que, quizás, alguien de León o de Vigo no sienta el flamenco como algo intrínsecamente propio? España es un país tan variado y plural...

Creo que el verdadero problema es que se programa muy poca danza. Hay iniciativas pero no son suficientes. En España la danza es una de las artes menos apoyadas y valoradas, y, por tanto, queda mucho por hacer. Y con el flamenco lo que falta es voluntad política, porque sabemos que no hacen todo lo que pueden hacer. La cultura no está situada en un lugar prioritario por parte de las instituciones, cuando debería estarlo, porque, si ellos no la sitúan, a la sociedad no le llega. La cultura nos hace encontrar lugares comunes. Es la que hace que una persona del norte, cuando vaya al extranjero, se le ponga la piel de gallina al escuchar algo de flamenco. Si valorásemos las artes como parte de nuestra vida cotidiana, seríamos mejores, porque las artes cultivan las emociones, y éstas, al final, son las que nos mueven.

Tiene a su nombre una Fundación y un Centro Coreográfico, con los que complementa su labor puramente artística. Si no hay una labor de ese tipo, más pedagógica, educativa, casi social, ¿el flamenco no tiene la supervivencia garantizada, quedará como pieza de museo?

Yo, que estoy en primera línea, puedo decir que el flamenco está en un momento de creatividad apabullante. Es tradición en continuo movimiento y evolución. Aunque, evidentemente, tiene una parte tradicional que es su base. Ahora mucha gente ahora reivindica ese elemento conservador por miedo a que sino se pierda. Pero el flamenco influye y se influye de lo que le rodea, es un arte vivo y contemporáneo que esté en continua evolución. Por eso el flamenco vivirá tanto como viva el ser humano.

¿Morir bailando o retirarse a tiempo?

Yo del escenario, al nivel de intensidad y exigencia que estoy ahora, me retiraré muy pronto. Es natural y justo que sea así. Pero seguiré con mi compromiso con la danza, especialmente la flamenca, a partir del Centro Coreográfico o colaboraciones puntuales, y con un nivel de compromiso que va en aumento con la edad.

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