Feria Taurina

Lavado, el León de Benamocarra, corta la primera oreja de la Feria en la novillada

Presentó en La Malagueta su candidatura a cotas mayores

Daniel Herrera

Había ganas de toros. Tras dos años de alteración por la pandemia, por fin arrancaba una Feria normal. Y como suele ser habitual, la novillada era la encargada de abrir la programación con un cartel que tenía diversos atractivos. Sobre todo mucha ilusión, tanto por el ganadero, como por los propios lidiadores y, por supuesto, los aficionados que se reencontraban en los tendidos de La Malagueta.

Comencemos por el ganado. Por primera vez, se lidiaba en una plaza de primera categoría el hierro de Reservatauro. El proyecto del matador de toros rondeño Rafael Tejada alcanzaba una de sus metas. La explotación turística de la dehesa es perfectamente compatible con la crianza del toro bravo, como quedaba demostrado con un encierro serio, aprobado en su totalidad. Luego, con respecto al juego de los animales, hay muchos matices, como en todas las corridas, que podremos analizar en el transcurso de esta crónica. Lo que queda claro, para quien tuviera dudas, es que Reservatauro es una ganadería de toros en su más plena acepción.

Comenzaba el encierro con los compases del pasodoble Pan y toros y un emotivo minuto de silencio en recuerdo al que fuera matador de toros y subalterno Manolo Ortiz, una persona que nos dejaba hace unos meses tras toda una vida vinculada a la plaza de toros de Málaga.

El encargado de abrir cartel era el novillero de Benamocarra José Antonio Lavado, que volvía a la plaza donde se ha formado como torero después de ser el triunfador del pasado año. Aún convaleciente de una cornada sufrida hace catorce días en la localidad francesa de Beaucaire, cuya herida incluso se le abría para hacer brotar sangre de su muslo derecho, no se le apreció una disminución de facultades para mostrarse firme y decidido ante Humorista, con astado con hondura al que realizaba un quite con despaciosidad por chicuelinas. Ya con la muleta, comenzaba con ayudados por alto para aprovechar la nobleza del animal y limar su aspereza. Muy bien colocado, le plantó las zapatillas para sacarle tandas en redondo y cerrar el trasteo con manoletinas. No faltó una muestra de su garra con un desplante de rodillas. La estocada cayó algo contraria y precisó un descabello, lo que pudo decantar que el palco no atendiera la petición y todo quedara en una vuelta al ruedo que ponía en alto las espadas de cara a su segunda actuación.

Salvando las distancias, y con mucho recorrido aún discurrir, el tesón y la lucha de Lavado es encomiable. Si el gran Miguel Márquez era el León de Fuengirola, éste tiene que ser el León de Benamocarra. Ambos menudos de estatura, pero con un corazón enorme. El novillero presentó su candidatura a cotas mayores. La próxima vez que lo veamos en esta plaza, debe ser para tomar la alternativa. No se amedrantó tras ser arrollado de inicio por el cuarto en el cierre del recibo de capote. Tampoco cuando le echó un derrote al pecho con la muleta. En ambos casos se levantó y, con más coraje, plantarle los engaños para llevarlo lo más largo que pudo. Aprovechó su largura por el pitón derecho para hacer vibrar La Malagueta, se gustó en un trincherazo y molinetes, y se tiró a matar o morir para dejar una gran estocada. Paseó una oreja de mucho peso. Mucho más que si hubieran sido las dos que pidió el público y habrían sido excesivas.

El cupo de toreros de la provincia se completaba con el rondeño Pablo Páez, quien tuvo la mala suerte de ver cómo se inutilizaba el segundo de los novillos de la tarde. Metía bien la cara en los primeros compases su oponente, pese a lo que no terminó por apostar por estirarse en el toreo a la verónica. Nada más brindar al respetable, el toro clavaba un pitón en el albero y daba una voltereta que, indudablemente, condicionaría el resto de su lidia. Fue una pena, porque el burel tenía buena condición, pero literalmente no podía. No pudo exigirle el novillero, al que las ganas de agradar le hicieron prolongar sin mucho criterio. Solo al final, cuando el novillo estaba parado, se quiso meter entre los pitones pero el rédito era imposible. Se le atascó la espada y escuchó un aviso

Le correspondió a Páez el mejor novillo de la tarde. Un encastado quinto que fue exigente en los primeros tercios y que obligó a rayar a gran nivel a su cuadrilla. El animal metía bien la cara, y ciertamente se vivieron momentos esperanzadores en los primeros compases de la faena cuando lo toreó por el pitón derecho. Luego, lamentablemente, todo decayó y el conjunto fue a menos, tanto por parte del novillo como fundamentalmente del novillero, que tras un pinchazo optó por descabellar en lugar de entrar a matar nuevamente. Saludó una generosa ovación tras ocho golpes de descabello.

Desde el 18 al 21 de agosto, la plaza de toros de La Malagueta vivirá su XV Certamen Internacional de Escuelas Taurinas. Se trata de un gran acontecimiento que no se vive desde 2019, cuando fue Jesús Romero el triunfador. El entonces alumno de la escuela de Guadalajara regresaba para recoger su premio con la inclusión en este cartel. Aún muy novel, se apreció su falta de oficio, a la par que sus buenas condiciones para ser torero. El primero de su lote no fue un buen compañero de viaje por una flojedad incompatible con la emoción que se requiere en una faena. Se mostró voluntarioso en el recibo capotero y posteriormente con la muleta solo pudo dejar patente su voluntad de hacer bien las cosas y tirarse por derecho a matar con contundencia tras un pinchazo previo. No puede pasar desapercibida la inoportuna intervención de la banda de música cuando no pasaba nada reseñable en el ruedo, y que fue criticada por una afición que puso el criterio que faltaba en la dirección musical. 

La decepción se completaba en el que cerraba plaza, el más rajado de todos los traídos por Tejada, y en el que se repetía el guión para completar una tarde que, para Romero, no pudo ser tan brillante como había soñado.

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Los rejones regresan esta tarde a La Malagueta. Lea Vicens y Guillermo Hermoso de Mendoza acompañan, ya convertidos en figuras de este arte, al malagueño Ferrer Martín que afronta el más trascendental de los compromisos de su todavía incipiente carrera profesional. Hace años que no se anuncia un cartel de rejones en Málaga sin ninguno de los dos grandes, Pablo Hermoso de Mendoza y Diego Ventura, lo que no interfiere en el atractivo del festejo en el que se lidiarán astados con los hierros de Benítez Cubero y Pallarés. Como novedad, se contará en tres de los toros con la intervención de forcados portugueses, una tauromaquia poco habitual por estas tierras y que, seguro, sorprenderá a todos los asistentes.