Entrevista | Carlos del Amor Periodista y escritor

«Todos hemos sentido una decepción al ver la ‘Gioconda’»

El periodista regresa al mundo de la pintura con 'Retratarte', 35 retratos de la Historia del Arte donde cada obra esconde una mirada fascinante - «Cuanto más cerca está una obra en el tiempo más puede hablar de nosotros, pero el siglo XVI nos puede poner también delante del espejo»

El periodista y escritor Carlos del Amor.

El periodista y escritor Carlos del Amor. / JEOSM

Begoña Jorques

Después de Emocionarte. La doble vida de los cuadros -Premio Espasa 2020-, el periodista Carlos del Amor (Murcia, 1974) regresa al mundo de la pintura con Retratarte. Cuando cada mirada es una historia (Espasa), un libro en el que se adentra en 35 retratos de la Historia del Arte donde cada obra esconde una relato fascinante.

¿Cuál es el germen de este libro?

Seguir la estela de Emocionarte, que era el plano general. Aquí lo que hago es cerrar el plano, centrarnos en los retratos, ponernos en un cara a cara con el artista y un personaje. El génesis sigue siendo mi día a día porque paso mucho tiempo en los museos, que te cuentan muchas historias y merecen ser contadas.

¿Por qué esta selección?

Hay infinitos retratos. El requisito era que no fueran retratos al uso, ni encargos o complacientes, sino retratos que tuvieran un peso psicológico y artístico. Que el pintor o la pintora intentara ir más allá de lo que es dibujar a alguien, un poco dibujar su alma. Me he ido cruzando con muchos cuadros que cumplían ese requisito, así que luego hice esa selección de 35.

La puerta está abierta a segundas partes, terceras. El retrato en el Arte es infinito.

De momento, no. Con Emocionarte pasaba igual, que daba para una segunda parte. Aunque en esta vida nunca se puede decir nunca.

En el libro hay más obra del siglo XX. ¿Responde a un gusto personal o a una intención de conectar con nuestra realidad?

Es cierto que cuanto más cerca está una obra en el tiempo más puede hablar de nosotros, de problemas que identificamos más cercanos. Quizás por eso hay más obras de la Historia del Arte reciente. Pero el siglo XVI nos puede poner también delante del espejo.

Y hay también mucha representación de mujeres.

También ha sido natural. Es una consecuencia lógica de los tiempos que corren porque hay más labor de investigación y de una búsqueda de esa mujeres olvidadas a las que el tiempo, injustamente, sepultó. He conocido cuadros de autoras que me llamaban la atención y merecían salir.

¿Se ha llevado alguna sorpresa?

Hay cuadros que ves constantemente pero que hasta que no te metes a investigarlo bien no sabes qué es lo que ves. Todo tiene un significado y te sorprende la historia que esconden. Último retrato, de Lucian Freud, que hay en Museo Thyssen y que aparece en el libro, lo había visto muchas veces, pero nunca me había parado a pensar que la mujer que aparece en él está muriéndose y, de repente ves que el retrato está inacabado. Vas tirando de un hilo que te va sorprendiendo y eso es muy gratificante. Descubres obras que creías conocer. En el Thyssen está también Retrato del Dr. Haustein [de Christian Schad], con esa sombra detrás inquietante, una especie de Nosferatu, y descubres un triángulo amoroso brutal.

¿Cuál es su obra favorita?

Le tengo especial cariño a Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni [de Domenico Ghirlandaio] porque es la portada. Pero hay muchas a las que tengo cariño como los cuadros de Miriam Escofet, que tuve la suerte de prepararlos con ella, son el retrato de Isabel II o el de su madre. Aunque todos son como hijos.

De ser uno de los protagonistas de su libro, ¿quién le hubiera gustado que fuera el pintor?

Es difícil decir uno: Renoir, Escofet, Cézanne, Aurelia Navarro... Todo depende del estado de ánimo y a qué te quieras enfrentar. Enfrentarte a estos artistas es más que enfrentarte a un cuadro, es enfrentarte a un análisis psicológico de ti mismo y hay que estar dispuesto a eso.

¿Somos justos el espectadores cuando nos ponemos delante de un retrato?

Lo bueno es intentar saber a quién tenemos delante, qué peripecias vitales sufrió. Al final nos ponemos delante de un cuadro y nos gusta o no. Más allá de eso no solemos ir. Lo que intento con este libro es ir un poco más allá para que el «me gusta» o «no me gusta» sea un poco basado en hechos tangibles.

En televisión uno también está constantemente expuesto a la mirada del otro. ¿Se siente juzgado?

Cuando tienes una profesión de cara al público el escrutinio es inevitable. Intento hacer mi trabajo de forma honesta y de la mejor manera posible, dejándome la piel en ello. Es fácil juzgar sin saber el esfuerzo que hay detrás. Hace tiempo que me dejaron de preocupar determinadas críticas, sobre todo si son anónimas y desde una red social.

¿En qué museo se perdería?

En muchos, en todos. Todos tienen un rato para pederte. Me he perdido en el Prado, Thyssen, Reina Sofía, Sorolla, y fuera de España. Todos tienen su momento y su perdición. No hay solo uno y eso es lo maravilloso, perderte y no encontrarte o tardar encontrarte.

Una obra sobrevalorada.

Buf... El valor lo da la gente. A mí me parece que todos hemos sentido decepción al ver la Gioconda, pero algo tiene que todo el mundo quiere verla. Es verdad que le han hecho una campaña de marketing tan grande que no te la pierdes. Pero no es de las obras que yo me llevaría a casa.

Y una infravalorada.

Lo decía en Emocionarte: el cuadro Un mundo, de Ángeles Santos, que está en el Reina Sofía, al lado de Muchacha en la ventana, que todo el mundo va buscando. Luego se deslumbra con este cuadro. Es uno de esos cuadros que poco a poco se va a convertir en uno de los grandes hits del Reina Sofía y que todo el mundo va a buscar.

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