Entrevista | Rafael García Maldonado Escritor y farmacéutico

«Busco emocionar, para contar historias hay muchos y está Netflix»

El autor prosigue su trayectoria literaria con El desaliento (Anantes), en la que, a partir de un asesinato en una embajada española en un país ficticio de África, el malagueño comparte su visión del continente vecino, que conoció hace unos años como cooperante. El aventurero Joseph Conrad y el existencial Lobo Antunes, dos de los grandes faros del autor, guían esta «novela de espionaje contada por la espalda» a partir de varios narradores

García Maldonado.

García Maldonado. / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Dice en la dedicatoria de El desaliento que en África conoció «el corazón de las tinieblas». ¿Cómo es?

El corazón de las tinieblas es también el nuestro, el que todos tenemos en la sima insondable del alma. Fuera de nosotros no hay nada, decía Onetti, y yo en África miré desde muy alto ese precipicio de oscuridad y temor. Como lector sí, pero como escritor no me interesan mucho las novelas realistas, las que narran algo igual que una película. Yo no soy un escritor realista, a mí me interesa el conflicto humano, la angustia del hombre en el tiempo, y procuro darle a eso una prosa lírica y profunda con la añagaza de una historia.

¿Por qué hasta tanto tiempo después no ha imbricado sus experiencias como cooperante en África en un texto?

No pude. Yo había viajado por España y por Europa, pero aquello fue otra cosa muy diferente, muy impactante. En las noches senegalesas escribí un diario de aquello, yo sólo era un farmacéutico que asesoraba y miraba con los ojos muy abiertos, pero esta historia ha venido conmigo muchos años, no lograba terminarla, y se me cruzaron varios proyectos por en medio. Las novelas se escriben en pocos años pero llevaban dentro de uno toda la vida.

¿El sur es algo que le obsesiona, es, permítemelo, su norte literario. El sur que se retrata aquí, el africano, tiene algo que ver con el sur, el español, en el que vivimos?

Ciertamente, me obsesiona, porque me di cuenta pronto, sobre todo leyendo y admirando a los escritores del sur americano, a Faulkner, a McCullers, a Tennesse Williams, de que el sur, sea allí o aquí, tiene una fuerte idiosincrasia también literaria: el clima, los cultivos, los ritmos asociados a las cosechas, los matriarcados, la desolación, la pobreza, el desaliento y a su vez la alegría de vivir, las pasiones, qué se yo. Por eso creé Majer, porque ahí puedo hacer lo que quiera con esos tipos humanos del sur, tan ricos en experiencias al límite. La novela va de África a Sanlúcar y Sevilla. Uno esos dos territorios con una engranaje muy complejo.

Conrad y Lobo Antunes no son, en principio, los novelistas más maridables entre sí, pero son los referentes de El desaliento. ¿Tienen aspectos en común de alguna manera?

Lobo Antunes me enseñó que para llegar al fondo del alma humana las novelas hay que contarlas por detrás: por las emociones, los sentimientos y las pulsiones irracionales de quienes intervienen en ellas. Esta novela está contada así, por el envés, a través de ocho personas cara a cara con la muerte aquí y allí, gente que vive en el abismo, ya sea por una enfermedad, remordimientos, pasiones desenfrenadas o por una memoria lacerante. De Conrad está el lado africano y más aventurero, pero también el de la exigencia estilística. Parte de la novela, sobre todo el final, tiene un tono parecido a El corazón de las tinieblas.

¿Y John LeCarré? Porque El desaliento parece, al menos desde su sinopsis, una historia no muy alejada de sus presupuestos literarios.

Sí, claro, si me pones una pistola en la cabeza para que defina o diga de qué va esta novela te diría que es una novela de espionaje contada por la espalda: treinta años después de un conflicto diplomático las voces echan a hablar buscando un sentido, y me sirvo de varios narradores, hombres y mujeres, para diseccionar el alma humana en busca de la verdad. Sólo busco emocionar, para contar historias ya hay muchos y está Netflix.

También, en principio, la sinopsis de la novela la distinguen un tanto de su trayectoria literaria hasta la fecha. ¿Le apetecía un volantazo o, en realidad, el libro no difiere tanto de sus anteriores narraciones?

No creo que sea muy diferente a lo que he hecho hasta ahora: yo tengo muy claro lo que quiero hacer, y me sorprende que, con lo que he escrito hasta la fecha, que no es precisamente popular, esta novela haya tenido tan buen arranque, porque me había dedicado a hacer diarios líricos, un ensayo sobre Benet y un libro de cuentos muy complejo. No es una novela fácil, pero creo que puede interesar a un público mayor del mío habitual.

También El desaliento es un pequeño experimento en la manera en que se despliega polifónicamente. ¿Cuál ha sido la apuesta desde lo estrictamente literario, qué reto se ha puesto aquí?

Para mí lo importante es que las palabras digan más en mis frases que en los diccionarios. Eso es el estilo, hacer que el lector se transporte a un mundo nuevo, inédito para él, que cruce a otro lugar desde el que vea, si puede, el corazón de sus propias tinieblas. En esta novela lo más complejo fue hacer que cada voz hable de una forma diferente: un sembiano esquizofrénico no es fácil de hacer (me sirvió de ayuda un paciente esquizofrénico al que atiendo), ni una señorona de la alta burguesía terrateniente de Sevilla (a las que conozco también). El mejor piropo literario que me han hecho nunca fue este: «No me he enterado de nada de tu libro, ¡pero qué prosa tan magnífica!». Con eso me conformaría esta vez.

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